A partir de los años setenta se toma conciencia de que estamos construyendo con la ciencia y la tecnología una macro cultura que se globaliza y nos involucra para conformar la llamada sociedad del conocimiento, de este modo, nos percatamos de la urgente necesidad de construir una ética nueva que se ocupe del cuidado de la vida como tarea fundamental. El ethós vital da origen a lo que hemos llamado cultura de la vida donde el ser humano ha venido a representar la conciencia que asumen responsable y críticamente, la acción cultural que lo llena de sentido, cultivando la vida en todas sus manifestaciones con la premisa de que la vida precede, constituye y proyecta al ser humano (5).
La ética como defensora y divulgadora de valores y principios morales, que deben servir de guía en la actuación de las personas es reclamada a diario, en todas las actividades que competen a los intereses del hombre y de la comunidad. En una época en crisis esos principios y valores son a menudo significativos en las distintas esferas del ámbito socio cultural.
Existen profesiones que por su índole y trascendencia obligan a quienes la ejercen a mantener un comportamiento acorde y ceñido a las normas, por la convivencia individual y colectiva que ha impuesto la sociedad, pero especialmente dependiente de los dictados de la conciencia, que es donde se destila la esencia de la actuar ético, aceptando que el hombre es bueno por naturaleza, esa bondad es necesaria encausarla, educarla, ejercitarla hacia los fines más convenientes para el bienestar del otro y de la comunidad que la rodea. Si esa bondad solo se adiestra en provecho propio deja de tener sentido ético, el cual es fundamental para quien se precie de hombre virtuoso (4).
La Medicina como ciencia y como disciplina siempre ha girado alrededor de principios éticos. Su fin primordial servir al prójimo, la ha hecho el prototipo de la profesión humanitaria por ello el cultor de la Medicina ha venido ocupando un lugar privilegiado ante la sociedad.
La ética entendida como el conocimiento organizado de la moral no ha podido abstraerse de las costumbres, de los intereses del hombre y de la humanidad como conjunto que sufren cambios según la época que les corresponde vivir, pudiendo asegurar el bienestar físico y espiritual, estimulado por instintos nacidos de conciencias incorrectamente ejercitadas. Lo fácil, lo útil, lo superficial, son las vías para conseguir, el enriquecimiento rápido, sin importar como se ha adquirido, lo cual constituye la consigna de la época. Si a ello le sumamos el trato indolente ante el paciente, concluiríamos que la humanidad camina hacia el abismo, hacia su destrucción, existiendo una paradoja en este comportamiento, considerando que lo tiempos que vivimos han sido calificados como los de mayor progreso en la existencia de la especie humana.
La Medicina ha alcanzado una extensión y profundidad tecno científica imposible de imaginarse años atrás. Este proceso infortunadamente ha contribuido a su deshumanización a tal punto que ha hecho necesario emprender una batalla para ponerle freno. Confirmado por el auge mundial de la bioética.
El médico como protagonista de la misma, aparte de sentirse apabullado por el peso de tanto progreso, parece que navegara sin brújula en un mar de conocimiento. La brújula en este caso es la conciencia la que se supone pueda llevarlo a un puerto seguro. No basta saber, sino además hacer bien lo que se sabe. En el hacer bien radica lo técnico y también lo ético; la perfección en el quehacer profesional debe ser una aspiración del médico. Actuar perfectamente es obrar de acuerdo con los cánones técnicos y los dictados de la conciencia (4).
Retomando la Ética Aristotélica
La teoría aristotélica toma como punto de partida la afirmación del fin último del hombre es la felicidad y para precisarla hace reflexiones tales como: toda actividad tiene un fin se hace y se actúa por algo. El fin que moviliza al sujeto es considerado por éste como un bien que le pertenece. Los bienes buscados por las personas tienen el valor de fines y otros servirán como medios para alcanzar otros fines. Entre ellos hay uno que debe ser considerado como el fin último la felicidad.
Todo ser tiene tendencia por realizar aquella actividad que le es propia y natural se inclinan ha realizar las potencias que le son propias de acuerdo con su naturaleza. Aristóteles presenta el recurso de las virtudes, sobre todo de las virtudes morales. Esta se entiende como una disposición que adquiere el sujeto y que le facilita el ejercicio de ciertos actos, la misma para que sea efectivamente virtuosa, debe mantenerse en un justo medio, es decir evitar el vicio del exceso y del defecto. Las virtudes morales principales son la templanza la fortaleza y la justicia (6). Ya aquí se perfilan claros matices sobre los principios éticos.
Aristóteles, distingue entre los estados psíquicos “Dinamis” que significa facultad o poder de actuar y el “hexis” disposición y además el estado psíquico donde se ubican las virtudes, ya que la virtud es cierta clase de disposición, la cual viene del alma que experimenta el sujeto como placentera, la misma viene del alma que experimenta el sujeto como placentera, facilidad para ejecutar determinados actos y por consiguiente inclinación a realizarlos.
No toda disposición o hábito es virtud para que lo sean, se establecen condiciones: debe saber lo que hace, después escoger libremente el acto y cumplir la disposición con ánimo firme e inquebrantable. Por lo tanto una acción se califica según el filósofo antes citado como virtud cuando en ella está empeñada la naturaleza racional del hombre. Su cognición, libertad, capacidad de ponerse fines y de alcanzar metas proyectadas. Todo acto ejecutado con la perfección que confiere el hábito, siendo el acto acorde con la naturaleza racional del hombre y llevado a cabo libre y conscientemente es una acción virtuosa (7).
El hombre cuya personalidad reúne el conjunto de las virtudes éticas, ha podido llegar sin duda a la plenitud humana. Las virtudes dianoéticas son del intelecto. Las virtudes éticas son hábitos morales, por lo que dependientes de la voluntad y pueden ser practicadas por todos.
En resumen para Aristóteles, las virtudes son consideradas como hábitos: disposiciones del alma para realizar actos virtuosos. Divide las virtudes en ética y dianoética, las primeras consisten el dominio de la razón y son virtudes representadas por la voluntad, entre ellas la templanza, valentía, honestidad, entre otras, son virtudes del entendimiento del perfeccionamiento de la razón, dicho acto conduce a la felicidad del hombre que lo hace integralmente virtuoso. Así pues la felicidad está asociada a la autorrealización de los humano en el hombre (7).
Considerando los valores éticos ideales del hombre y observando los fundamentos de la ética aristotélica, aseveramos que en ella yacen las bases de la ética humana, la cual debemos retomar en estos tiempos de crisis. No es posible que la misma siga subordinada a la expansión económica, industrial y al progreso tecno científico; debemos reaccionar ante el hecho de que los intereses económicos prevalezcan y sigan forjando la moral ética y las costumbres de la sociedad humana y de sus intereses.
Ética Profesional: Temática Relevante
Hoy se viven en una especial sensibilidad y demanda social de ética con respecto a los profesionales, se insiste constantemente en la importancia de la incorporación de elementos éticos en su formación.
Las profesiones y los profesionales de todas las áreas del conocimiento ocupan un lugar relevante en la esfera social, ya que aportan los bienes y servicios que requiere la sociedad. Su actuación y desempeño siempre están en la mira de sectores, grupos e individuos; el comportamiento ético de un profesional es parte intrínseca de la profesión que desempeñan, así como del sentido y proyectos de vida que imparte en la misma.
Se multiplican los conflictos éticos en el ejercicio profesional por falta de independencia y capacidad de tomar decisiones importantes como las de carácter ético, a lo que se suma la crítica en los casos de comportamientos o actuación inmoral. Es una necesidad inaplazable por parte de las universidades, instituciones y de los actores involucrados una buena y sólida formación ética no basta con preparar profesionales con conocimiento y habilidades en las ciencias, tecnologías y cultura sino se incluye la reflexión de principios y valores.
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