La primera, da a los allegados la oportunidad de prepararse al desenlace. Un accidente de tráfico o laboral, un infarto, origina muertes muy difíciles de aceptar. Todavía más dramática resulta la muerte por suicidio, que deja sentimientos de culpa profundos o la que resulta de actos violentos (asesinatos, violaciones). Los dolientes pueden obsesionarse con el pensamiento de cómo habrá vivido su ser querido aquellos últimos momentos.
4. Los apoyos externos
Los dolientes viven su duelo en una determinada realidad social, que influye en el proceso de recuperación.
La familia es el contexto fundamental y puede ayudar o entorpecer la elaboración de un duelo, permitiendo, por ejemplo, exteriorizar la pena o por el contrario, premiando «la fortaleza» y «entereza» del que «se controla». Toda « cultura familiar» implica comportamientos, tradiciones, valores sociales y expectativas.
Los amigos, los profesionales, los «grupos de pertenencia», la Iglesia, los «grupos de ayuda mutua» -formados por personas que han sufrido experiencias similares- pueden ser otras tantas posibilidades de apoyo y consuelo.
Las reacciones atípicas del duelo
La intensidad y duración de las reacciones en el tiempo es quizá lo que distingue un duelo normal de otro anormal. (Pancrazzi, 7).
En el duelo anormal el proceso queda bloqueado y el dolor no se elabora. Las actitudes de rechazo y no aceptación del hecho y los sentimientos de rabia, culpa y tristeza no resueltos, pueden originar este bloqueamiento. (Parkes, 8).
Los mecanismos de defensa que permiten a las personas gestionar la angustia, afrontar situaciones difíciles o controlar reacciones emotivas, no tienen en estos casos una función saludable. Bloquean, retrasan o distorsionan un proceso de crecimiento y maduración. Son mecanismos de rechazo, fijación, represión, racionalización, aislamiento, regresión, somatización o identificación (con el difunto).
Tipos de duelo. (9)
Anticipatorio, en caso de muertes anunciadas
Retardado, en aquellas personas que «se controlan», «no tienen tiempo de ocuparse de sí mismas» o escapan al dolor y a la realidad de la muerte del ser querido mediante una «hiperactividad». Durante meses o incluso años, cualquier recuerdo o imagen, desencadena el duelo no resuelto.
Crónico, que arrastra el doliente durante años, absorbido por los recuerdos, incapaz de reincorporarse a la vida normal.
Patológico, caracterizado por un agotamiento nervioso, síntomas hipocondríacos, identificación con el fallecido o dependencia de los fármacos o el alcohol. Requiere ayuda profesional.
Los objetivos del duelo.
Wordon (10) establece cuatro:
Aceptar la realidad de la pérdida, que es el paso más difícil.
Dar expresión a los sentimientos, identificarlos y comprenderlos, para así aceptarlos y encontrar cauces apropiados de canalización e integración.
Adaptarse a la nueva existencia sin el ser querido.
Invertir la energía emotiva en nuevas relaciones.
La resolución del duelo.
En general, puede decirse que el duelo ha sido resuelto cuando el doliente ha cumplido los citados objetivos.
La duración del duelo es siempre variable y dependiente de factores particulares que influyen en la respuesta individual a la pérdida.
Los síntomas más intensos del duelo agudo pueden durar entre 6 y 12 meses, pero se conocen procesos que necesitan 3 años y más. Hay aspectos de la pérdida que acompañan al doliente para siempre o del duelo mediato, que se prolongan durante años y a veces hasta su muerte.
El tiempo es terapéutico porque da una perspectiva, ayuda a resituar los hechos, adaptarse al cambio y procesar sentimientos. Sin embargo, que «el tiempo todo lo cura», «sólo se necesita tiempo», «con el tiempo el dolor es menor», sólo es cierto si se toma el duelo como un traba o, se afronta la pérdida sin negarla inhibirla o posponerla y se atraviesa el dolor, sin evitarlo o circunvalarlo. (11)
Pangrazzi (12) cita dos signos concretos de recuperación:
Que el doliente pueda hablar y recordar al ser querido con naturalidad y tranquilidad, sin llorar.
Que haya establecido nuevas relaciones significativas y aceptado los retos de la vida.
Ese sentimiento que nos acosa ante la muerte de un ser querido es lo que llamamos "duelo". Cuando una persona amada muere nos sentimos en un primer momento perdidos, tratados injustamente, por haber sido arrancados bruscamente de su lado. Rechazamos la dolorosa realidad como si de una pesadilla se tratase y al despertar nuestro amado volviera a estar vivo. Ese proceso es nuestro mecanismo de defensa para que el Yo que habitamos no sufra tanto. Pensamos mil formas distintas de negarlo, recorriendo mentalmente el pasado. Pero en este proceso de dolor y duelo llegamos a un reconocimiento de la dolorosa realidad que evoluciona hacia la propia reinserción en la vida que vivimos, manteniendo en nuestra mente su recuerdo pero avanzando en la reconstrucción de nuestra propia existencia.
El duelo es un proceso necesario y natural para sanar nuestra mente y se utiliza siempre que perdemos algo o alguien querido. Es necesario que comprendamos y aceptemos nuestros sentimientos con respecto a la muerte, que incorporemos la creencia de que es un proceso natural en una vida y que su significado tiene que ver más con renovación e inicio que con final o castigo. Es un proceso natural que nos conduce a un nuevo despertar, porque hay algo en tu interior que así te lo dice y que llamamos alma, aquella que alberga tu cuerpo físico y que es invisible y adimensional. Este pensamiento proporcionará seguridad y mantendrá alejado el miedo a esa misteriosa experiencia. (12).
La manera como se ve e interpreta a la muerte como un acontecimiento general o ajeno, cambia cuando afecta a una persona en particular, cuando el enfermo o sus familiares se enteran de la posibilidad, cercanía o la inminencia de la muerte, es importante conocer sus reacciones y actitudes en estas circunstancias. Elizabeth Kluber Ross describió las reacciones psicológicas y las fases por las que pasan los enfermos, cuando éstos saben que son portadores de una enfermedad, de un estado de deterioro físico y lo funcional que amenaza su vida, en estas fases se hacen muchas preguntas, reflexiones y tienen diferentes reacciones, como son: Negación, Incredulidad ¿Por qué a mí?; Ira, Agresividad, Rabia ¿Por qué yo y no tú?; Transacción, Regateo ¿Cambió algo?; Depresión, Soledad ¿Para qué?;Resignación, Alivio Todos moriremos; Aceptación, Esperanza ¿El más allá? (13)
La actitud que tengamos hacia la muerte depende mucho de nuestro entorno tanto cultural como familiar. Nuestras convicciones las hemos heredado o aprendido de aquello que oímos y es, al madurar y hacernos adultos, cuando a menudo cuestionamos esas creencias tan instaladas en nuestro ser. Se ha estudiado mucho el tema de la muerte en las diferentes civilizaciones que forman parte de nuestro Universo porque el tema supone una incógnita para el ser humano. (14
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