07/07/2009
El catedrático de Historia de la Medicina de la Universidad Complutense de Madrid Diego Gracia considera que “uno de los mayores problemas de la bioética actual es su reducción al derecho, por lo que trata de solucionar los problemas ajustándose a la normativa en lugar de recurrir la moral”. Así lo ha indicado en la primera jornada del curso de verano de la Universitat Jaume I “Bioética: de la práctica clínica a la estructura organizativa” que se celebrará hasta el 10 de julio de 2009 en el Hotel El Palasiet de Benicàssim.
Gracia también ha advertido de otros tipos frecuentes de reduccionismo de la bioética, que trata las relaciones entre ética y salud, como es el tecnocrático o el que la limita a la religión. Se trata de reduccionismos que llevan a tomar decisiones de forma heterónoma, condicionadas por agentes externos, y no de forma autónoma. En este sentido, el catedrático ha revindicado la formación de ciudadanos realmente autónomos, algo que considera extremadamente difícil e inusual, capaces de resolver las cuestiones desde la moral. A la hora de tomar decisiones relacionadas con la bioética médica, ve fundamental “partir de los hechos, que son una buena historia clínica, y que llevan a los valores ya que todo el mundo valora y, a partir de ahí, tomar decisiones”. El concepto de decisiones autónomas va así más allá del simplemente normativo al que alude el consentimiento informado. Diego Gracia ha mostrado su preocupación por la educación y la actual sociedad “que quiere súbditos, no ciudadanos autónomos”, añadiendo que “lo convencional es la banalización de la moral”.
La primera jornada también ha contado con la presencia de la catedrática de Ética de la Universitat de València y doctora honoris causa de la UJI, Adela Cortina, quien ha defendido, frente a otras corrientes, la necesidad de “una bioética cívica trasnacional” que partiría de tomar el pulso a la bioética cívica existente, a partir de los documentos elaborados hasta la fecha, y corregirla y mejorarla a través del diálogo en condiciones de igualdad entre todos los afectados por las normas. En todo caso, según ha destacado la catedrática, estos principios deberían “tener en cuenta que satisfagan intereses universalizables, con el fin de no discriminar a los peor situados”.
Cortina ha lamentado que “las consecuencias de la economía, la ciencia y la tecnología son globales, mientras que la política y la ética no”. La globalización ha llevado a que todos los lugares del mundo estén interconectados y a que haya “bienes y males comunes sobre los que hay que tomar decisiones, y el problemas es dónde se toman”. El gran reto por tanto es, para la catedrática, “construir esta ética universal, una ética de la responsabilidad planetaria”. En el campo concreto de la bioética, ha resaltado la evolución de la bioética médica, surgida sobre los años 60, al concepto de bioética global impulsado a partir de los años 90 del pasado siglo.
El curso de verano ha sido inaugurado por el vicerrector de Postgrado, Antonio Barba, quien ha destacado la oportunidad de realizar un curso sobre bioética ante la próxima implantación de Ciencias de la Salud en la Jaume I.
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