Tolerancia y respeto por las ideas que todavía se mueven en el campo de las hipótesis científicas en busca del bienestar humano y de la preservación de la Naturaleza, deberían reemplazar las actitudes basadas exclusivamente en dogmatismos del pasado.
Mario Calderón Rivera
Distraídos como andamos por los despliegues mediáticos sobre tragedias de ocurrencia diaria, o sobre las guerras recurrentes, o sobre la truculencia del nuevo caudillismo criollo en América Latina, tendemos a ignorar los procesos de transformación que se suceden en la forma de abordar muchos de los problemas que continúan dividiendo -a veces radicalmente- a la sociedad contemporánea. Mucho de esto tiene que ver con una concepción ética equivocada, con nuestra propia estrechez de miras o simplemente con la ausencia de dosis mínimas de tolerancia o de capacidad para interrelacionar pensamientos contrarios.
Una de las más reveladoras imágenes de ese intento de aproximación entre visiones distintas se dio recientemente con la visita del presidente Barack Obama al Papa Benedicto XVI. Los temas del aborto y de la investigación sobre células madres -éste ultimo lleno todavía de arcanos científicos- fueron los que aparentemente dominaron un diálogo entre los dos líderes mundiales. El presidente Obama reiteró sin dogmatismos, pero dentro de un concepto riguroso de la bioética, su compromiso de reducir el número de abortos, igual que su atención y respeto hacia las posturas de la Iglesia Católica, En ese marco Obama apoya el derecho al aborto, pero previa la existencia de una política que busca esencialmente cambiar las condiciones económicas y sociales de la mujer, para que no se vean expuestas a situaciones que las obliguen a abortar. Entre esas medidas está la de ampliar las facilidades para aquellas mujeres o familias que quieran recibir en adopción niños no deseados. Por otra parte, en este mismo momento la administración del presidente Barack Obama está eliminando las barreras extremas que creó el anterior gobierno republicano para restringir drásticamente la destinación de recursos del presupuesto para investigación sobre células madres. Bajo esta nueva política, los proyectos que venían adelantándose con recursos privados podrán ampliarse o vincularse a alianzas estratégicas con entidades federales, pero siempre bajo “estrictas reglas éticas” que mantengan la investigación dentro de fronteras que no den pie al aventurerismo científico.
La reacción del Vaticano a la visita de Obama fue de simpatía. Pero la más clara indicación de su resistencia a un diálogo por fuera del dogma de “infalibilidad papal” estuvo en la escueta entrega del documento recientemente proclamado por el Vaticano sobre Bioética, referido al aborto y a la investigación sobre células madres. La conclusión es contundente: “son prácticas inmorales”. Sin mucho importar que, entre muchas otras expectativas positivas, la curación del mal de alzheimer es una de las que abre la investigación sobre células madres.
La visita al Vaticano no ha sido, por supuesto ni el único ni será el último de los contactos del presidente Obama, miembro activo de una iglesia protestante, con personalidades del catolicismo. Posiblemente la mayor demostración de esa apertura sin fronteras estuvo en el reciente grado honoris causa que el mandatario norteamericano recibió de la Universidad Católica de Notre Dame, uno de los centros universitarios más conservadores de los Estados Unidos. En un acto de impresionante espectacularidad, frente a una audiencia de más de 20.000 estudiantes y docentes, Barack Obama se atrevió a pronunciar un discurso magistral sobre los temas del aborto y de las células madres, pero esencialmente sobre la tolerancia y la bioética.
El Padre Hesburgh, Rector de Notre Dame, y el Cardenal José Bernardin, Arzobispo de Chicago, uno de los más próximos amigos y consejeros del Papa Juan XXIII, han estado presentes por varias décadas entre las más cercanas amistades de Barack Obama. En su discurso de graduación, el Presidente hace un recorrido de emocionantes evocaciones hasta situar a la promoción del año 2009 en un “raro punto de inflexión en la historia, cuando el tamaño y la proyección de los retos que tenemos frente a nosotros exigen que reconstruyamos el mundo en que vivimos, para renovar sus horizontes y para re alinear nuestros más profundos valores y compromisos con las demandas de una nueva era”. En semejante contexto Barack Obama invita a las nuevas generaciones a encontrar el sendero hacia formas renovadas de prosperidad que respondan a una economía global en la que se frustró la esperanza de millones de seres humanos y la codicia y el pensamiento de corto plazo fueron premiados “a costa de la corrección, la diligencia y el trabajo honesto de todos los días”.
Y al abordar el tema de investigación sobre células madres, el Presidente Obama formuló esta cautivante hipótesis: “El soldado y el abogado pueden amar este país con igual pasión y aún así llegar a diferentes conclusiones sobre los pasos específicos necesarios para protegernos del peligro. El activista gay y el pastor evangelista pueden ambos deplorar los desastres causados por el Sida, pero también encontrarse ellos mismos incapaces de unir sus esfuerzos para crear el puente que rompa las diferencias que los separa. Aquellos que hablan contra la investigación en células madres pueden estar basados en una admirable convicción sobre la condición sagrada de la vida, pero igualmente pueden estarlo los padres de un niño con diabetes infantil que están convencidos de que su hijo o su hija pueden encontrar un alivio en tales investigaciones”.
En medio de un mundo cuyo común denominador es la incertidumbre, la tolerancia es prerrequisito para la supervivencia