sábado, 11 de julio de 2009

SERÁ LA PRIMERA NIÑA EN ESPAÑA CON DOS MADRES

Lluna, a punto de nacer, romperá el tópico de que «madre no hay más que una» y pasará a la Historia de la familia y de la ingeniería ginecológica. Tendrá dos mamás: Mónica, que ha puesto el útero, y Verónica, que ha aportado su óvulo para un embarazo con semen anónimo. Es el primer caso en España, el único país del mundo, junto a Holanda, que permite esta práctica. Lesbianas, casadas hace tres años, cuentan por qué lo han hecho

PACO REGO

Mónica y Verónica están de mudanza. Acaban de embalar con mimo la cuna y han guardado los jabones y los geles de Nenuco en dos amplios bolsos de mano. Sólo les falta plegar el carrito de paseo -«nos costó dar con el truco»- y llenar la maleta con la minúscula ropa, casi toda de vivos tonos rosa, que aguarda apilada en perfecto orden sobre la mesa de cristal del comedor.

-¿Habéis elegido ya el nombre?

-Se llamará Lluna..., como llaman a la Luna en valenciano.

Y dicho esto, la primeriza Mónica se levanta del sofá y se lleva las dos manos al vientre. Lo hace casi sin darse cuenta. Como guiada por un instinto que le puede. Lleva en sus entrañas a una niña de ocho meses y dos kilos y medio de peso. Un sueño. Y un proyecto de vida largamente meditado en pareja. «Yo tuve siempre presente, mucho antes de conocer a Vero, que quería ser madre...», dice Mónica con voz cansada. «Y mira, mi hora, por fin, ha llegado».

A sus 38 años, Mónica no se encuentra sola en el decisivo trance. A su lado, como una sombra, está Verónica, de 31, su esposa desde hace tres años, quien no le quita ojo mientras ella pasea despacio por el salón del coqueto dúplex que el matrimonio ha construido en lo alto de un edificio centenario situado a poca distancia de la Malvarosa, la playa valenciana donde las futuras madres lesbianas acostumbran a refugiarse en los atardeceres.

«Entre las dos hemos logrado crear algo muy nuestro, fruto de nuestro propios cuerpos», tercia Vero, «una hija en la que yo jamás había pensado y que desde hace nueve meses es la razón principal de nuestras vidas...».

Viéndolas de frente, cara a cara, escuchando sus razones vitales, nadie diría de primeras que estas dos valencianas -Mónica, vigilante jurado en paro; y Vero, empleada en una multinacional de componentes eléctricos- están a punto de hacer historia. Por primera vez en España dos mujeres se han unido para concebir un hijo: una pone el óvulo y la otra aporta el útero. El primero se insemina con el esperma anónimo obtenido de un banco de semen y el embrión resultante se transfiere a la matriz de la otra pareja, que llevará adelante la gestación y el parto. De la esencia de las dos nacerá Lluna. Un caso único que echará por tierra el ancestral dicho de que madre no hay más que una. La niña Lluna tendrá dos: una madre biológica y otra gestacional. Y según las previsiones el alumbramiento se producirá entre la última semana de julio y la primera de agosto.

-Estaré atenta al cambio de luna. Dicen que influye.

-¿En qué hospital dará a luz?

-Iré a un centro donde tú eliges la manera de parir. Lo que el cuerpo me pida. Llegada la hora, no me importaría parir con dolor.

DEMANDA CRECIENTE

Vero y Mónica son las pioneras, pero siguiendo su estela hay ya una decena de parejas de lesbianas casadas -seis de ellas embarazadas y las restantes en fase de estudio clínico- que ya han optado por seguir el método ROPA, acrónimo de Recepción de Óvulos de la Pareja, para convertirse en madres. Eso sí, siempre que la pareja esté dispuesta a pagar los 4.000 euros que cuesta el proceso. En realidad consiste en una fecundación in vitro de las muchas que se realizan a diario en las 155 clínicas de reproducción que hay repartidas por las 17 comunidades. Nada, pues, médicamente nuevo, aunque socialmente representa una revolución.

«Todavía no es un método muy conocido», señala la doctora Elena Pau, directora científica de Reproducción de la clínica Quirón de Valencia, responsable del milagro de Mónica y Vero, «pero a medida que las parejas en tratamiento lo vayan difundiendo, la técnica se extenderá. En Murcia tengo otra pareja de mujeres embarazada. Y estoy convencida de que este método, por sus ventajas, no tardará mucho en convertirse en una práctica habitual».

A un mes del parto, el recuerdo de los buenos y malos momentos vividos están presentes en cada palabra. El mayor sinsabor, dicen, se produjo cuando el matrimonio, pese a contar con todas las bendiciones legales (las dos mujeres se casaron en el Registro Civil de Valencia el 20 de enero de 2006) se enteraron de que una no podía donar sus óvulos a la otra porque tal posibilidad no está contemplada (tampoco prohibida) en la nueva ley de Reproducción Humana Asistida. «Los médicos a los que preguntamos no lo veían claro y al principio sólo recibimos negativas. Todas eran trabas. La ley nos discriminaba y los doctores se lavaban las manos», se lamenta Vero. Las razones de la pareja eran (y son) fáciles de comprender. Si, por ejemplo, un hombre puede dar su semen a su esposa, con el fin de fertilizar sus óvulos en laboratorio y crear así un hijo, ¿por qué una mujer no puede dar sus semillas a su pareja legal con igual propósito de procrear?

La polémica no ha hecho más que arrancar. «Es un absurdo que el Gobierno tendrá que corregir», considera la doctora Pau. La solicitud de transferencia de óvulos realizada por el matrimonio de lesbianas no ha caído en saco roto. De hecho, el pasado mes de diciembre la Comisión Nacional de Reproducción Asistida, un órgano consultivo dependiente del Ministerio de Sanidad, dio luz verde a la técnica ROPA «para evitar interpretaciones restrictivas» del derecho de las lesbianas a ser madres, después de que un comité de expertos avalara la donación de óvulos en parejas femeninas. Es más, la Comisión concluyó que en el caso de un matrimonio de lesbianas es «perfectamente legal» -aunque al legislador se le haya olvidado incluir la referencia- que una de las mujeres gestara el óvulo de la otra, tras ser éste fertilizado con esperma anónimo, de modo que hubiese una «madre biológica genética y una madre biológica gestante».

Las dos serán madres legales [Ley de Identidad de Género, artículo 7.3] y, como tales, quedará escrito en el Registro. Una aportará la herencia y la otra las sensaciones, los primeros ruidos, la alimentación... «La forma en la que una embarazada cuida a su bebé en la barriga va a repercutir de manera importante en la vida futura de esa criatura», explica la doctora Marisa López-Teijón, jefa de Reproducción Asistida del Instituto Marqués de Barcelona. «Incluso», añade, «ya se sospecha que la obesidad, por citar uno de los males de nuestro tiempo, depende en parte de cómo se alimente la madre gestante».

Fueron necesarios seis años de noviazgo y tres de matrimonio para que Vero madurara la idea de regalar sus óvulos a su esposa y así convertirse también en madre. «Tenía muchas dudas y además tampoco se sabía de otros casos. Hubo que hacerlo sin referencias, confiando a ciegas en nosotras mismas y en la ginecóloga Pau. Ella fue decisiva». Y Vero ya se lo cree. La utopía que nunca imaginó que llegaría a ser una real lleva por nombre Lluna y nacerá dentro de un mes. «No queríamos casarnos. Lo hicimos pensando en tener familia, para que nuestra hija o hijo viniera al mundo con todos los derechos de un ser humano en una sociedad democrática, y que nadie la señale el día de mañana».

Mónica, que no para de dar sorbos al vaso de agua, vuelve a levantarse del sofá, camina lentamente por el salón y enfila sus pasos hacia la mesa sobre la que ha dejado la ropa de Lluna junto a una canastilla de mimbre. «Esta faldita se la ha hecho mi madre», comenta Mónica. «Y esta toalla con capucha. Y este pantaloncito... Está inmensamente feliz, igual que la familia de Vero».

-¿Cómo le ha explicado lo del embarazo y que la niña va a tener dos madres?

-Mi madre, que tiene 75 años, no se lo creía. Me preguntaba: «¿Pero cómo vas a tener niños si vives con una mujer? ¿Qué es eso de que sois dos madres? ¿Cómo puede ser»?

-¿Y la respuesta?

-Se lo explicamos con dibujos mil veces. En el momento parecía que lo había entendido, pero al día siguiente estaba otra vez hecha un lío. Ahora ya no pregunta y se pasa el día haciendo baberos, camisetas, zapatitos...

El otro abuelo, Jaime, 65 años y padre de Vero, se encarga del seguimiento de la parte médica. «Quiere saber cómo tiene Mónica la tensión, si siente mareos, si se cansa, en fin, está día y noche pendiente de que no nos pase nada que nos altere».

El progresivo reconocimiento legal de la unión entre mujeres, equiparándola en la actualidad a la de cualquier otra familia, ha animado a que las parejas homo se decidan a tener hijos. La maternidad lesbiana, como la paternidad masculina, vive hoy los inicios de un particular homo baby boom gracias al método ROPA (sólo se aplica en España y Holanda) y a la inseminación artificial, la técnica más popular. En parte, porque desde 2006 las lesbianas pueden acudir en igualdad de condiciones a los hospitales públicos para someterse a una inseminación, previa inscripción en las listas de espera -entre dos y tres años de demora-, lo que sin embargo a menudo disuade a la mayoría de las parejas de mujeres, que optan por los ginecólogos particulares para tener hijos.

«Nosotras no descartamos tener más familia», suelta Mónica ilusionada. «Lo haríamos igual que ahora, por el mismo procedimiento». Vero, que está al quite, se sonríe. Lo tiene previsto, aunque cree que aún es pronto para planteárselo. «El próximo hijo lo tendría yo, con los óvulos de Mónica. Es una experiencia que cada vez me atrae más».

Las clínicas acreditan este instinto maternal. En palabras de la ginecóloga Elena Pau Espinosa, «son cada vez más las homosexuales casadas que se dirigen a las consultas en busca de la soñada maternidad. La última, un matrimonio de Barcelona, Eva y Carmen, que ya ha cumplido los tres años de unión. Se conocieron hace 14 años y tras el verano se someterán al mismo tratamiento que a punto está de convertir en madres biológicas a las valencianas. «Lo decidimos en primavera», dice Carmen, de 39 años, los mismos que su esposa. «Eva me dará sus óvulos y yo haré la gestación del embrión fertilizado con el esperma de un donante. Lo decidimos así porque a mí me hace mucha ilusión quedarme embarazada». Igual camino seguirán Josefa y Asunción, otro matrimonio de Murcia, la próxima semana.

PAPÁ NO EXISTE

Los cambios en la configuración de las nuevas parejas y las posibilidades de procrear, independientemente de la condición sexual, por diferentes métodos científicos, están modificando el mapa de la familia española, hasta hace muy poco tiempo de corte heterosexual. Lo que ahora se preguntan muchos es si un niño llega a alcanzar su desarrollo pleno, en el caso de los matrimonios de lesbianas, sin la figura masculina del padre. Alfredo Oliva, profesor de psicología evolutiva de la Universidad de Sevilla, aporta una interesante pista: «En general, no hay diferencias entre los niños de familias homoparentales y los de heterosexuales». La conclusión parte del estudio en 204 parejas españolas, que verá la luz en otoño y ha sido realizado en colaboración con las universidades del País Vasco y Cambridge.

«El niño que nazca, por ejemplo, en un matrimonio de lesbianas, crecerá sin mayores problemas si recibe el amparo y el amor necesarios», asegura Oliva. «La figura masculina, si la necesita, la encontrará en un tío, en el abuelo o en un amigo de la familia. Porque la clave de todo buen desarrollo se encuentra en la felicidad».

A Lluna, la pionera, la única en España con dos madres, el cariño no le va a faltar. «Cuando nazca nos iremos una temporada al campo», dice Vero mientras Mónica sigue haciendo las maletas.

http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2009/716/1246744801.html