Sábado, 11 de julio de 2009. Año XXI. Número:7.145 EDICIÓN: MADRID
OCUPACIÓN: Inventor, futurista, autor de 'La era de las máquinas espirituales' y 'La singularidad está cerca', fundador de la Universidad de la Singularidad / EDAD: 61 años / FORMACIÓN: Diplomado en Ciencias Informáticas por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) / AFICIONES: La música / CREDO: La evolución nos acerca a Dios
CARLOS FRESNEDA
Se respira un silencio inquietante en las oficinas de Ray Kurzweil, en las cercanías de Boston. El profeta del trashumanismo se retrasa a conciencia y nos deja en compañía de George, un muñeco de cera que le regalaron en Las Vegas y que forma parte de la fauna autóctona, junto al Gato Gordo, el Conejo Blanco, la marioneta Ramona y la colección amarillenta de libros de Tom Swift que devoró de niño y alimentó sus sueños de inventor.
Aparece finalmente Kurzweil, discreto y enjuto, hipnótico y robótico, como si regresara de puntillas de uno de tantos viajes a ese futuro inminente que él llama singularidad y en el que el hombre está predestinado a fundirse con la máquina, en cuanto los ordenadores alcancen la inteligencia humana.
Nos muestra el primer sintetizador musical de su invención, el mismo que labró su legendaria amistad con Stevie Wonder. De ahí pasamos a los lectores ópticos y a los sistemas de reconocimiento de voz y demás artilugios que le han valido un puesto de honor en el Pabellón de la Fama de los Inventores. Pero la campanada más sonora la dio Kurzweil a finales de los 90 con un libro, La era de las máquinas espirituales, que rompió moldes entre los futuristas y le sirvió para ganarse tantos detractores como devotos. Con La singularidad está cerca dio un paso más allá, y con el documental El hombre trascendente aspira a conquistar literalmente la inmortalidad.
Entre tanto, Kurzweil ha unido fuerzas con el emprendedor Peter Diamandis y con el fundador de Google Larry Page en la Universidad de la Singularidad, que despega en el mes de julio bajo los auspicios de la NASA y hacia un futuro de doble filo que las lumbreras de la nanotecnología, la robótica, la neurociencia y la inteligencia artificial se aprestan a descifrar.
Pregunta.- ¿Cuántos años le gustaría vivir?
Respuesta.- Indefinidamente... Pienso en el futuro como una línea continua; me resisto a creer que exista un punto final.
P.- ¿Aspira a ser inmortal?
R.- Quiero vivir todo lo que pueda... Aspiro a llegar en buenas condiciones al gran momento de la singularidad, ser testigo y parte de la gran transformación de la civilización humana... Hay algo realmente singular en nuestra evolución como especie, y es nuestra capacidad para crear herramientas y trascender nuestros límites. Y eso ocurre desde que cogimos por primera vez un palo para extender nuestro brazo y alcanzar una rama. Siempre hemos querido extender nuestro alcance, física y mentalmente, y gracias a la tecnología hemos sido capaces de alcanzar ramas cada vez más altas... La fusión del hombre y la máquina nos permitirá vivir indefinidamente en un futuro muy cercano.
P.- ¿Acaso la muerte no es ley de vida?
R.- La muerte es una tragedia, se mire como se mire. Habrá gente que la defienda filosóficamente como un acto noble que debemos aceptar, pero yo me rebelo contra eso. La muerte viene acompañada casi siempre de un gran sufrimiento y causa un terrible dolor: relaciones destruidas, tremendas agonías, vidas llenas de sabiduría que se van...
P.- ¿Y no será trágica la vida después de los 100 años?
R.- Puede serlo en las condiciones actuales, resignados como estamos al deterioro físico y mental. Pero si logramos reprogramarnos genéticamente, si conseguimos mantener o incluso mejorar nuestras condiciones, nos expera una vida larga y excitante. La longevidad va a ser mucho más inteligente y creativa de lo que jamás hemos imaginado. Vamos a ser capaces de contribuir como nunca a la expansión de nuestros horizontes.
P.- Dibújenos un horizonte realista. ¿Cuánto viviremos en el siglo XXI?
R.- La expectativa de vida ha estado aumetando linealmente a lo largo del último siglo. Con las técnicas antiedad actualmente disponibles, seremos capaces de vivir pronto hasta los 125 años. Es lo que el doctor Terry Grossman y yo hemos llamado el primer puente. Yo mismo me he sometido a estas ténicas, y con la ayuda de suplementos dietéticos -150 al día- he logrado ralentizar mi envejecimiento. Tengo 61 años, pero biológicamente me siento como si tuviera 40. Mi objetivo es mantenerme lo mejor posible para cuando llegue la singularidad y la tecnología avance lo suficiente como para poder superar nuestro límite natural. A partir de ese momento seremos capaces de trascender.
P.- Unos le acusan de jugar a ser Dios, otros critican su desdén por la naturaleza humana. Defiéndase...
R.- Los humanos llevamos el cambio en los genes: somos la especie mejor adaptada y ahora estamos contribuyendo a la evolución con la tecnología. Si hubiéramos respetado el princicipo de no interferencia en la naturaleza, como abogan los humanistas fundamentalistas, viviríamos una media de 23 años, y no llevaríamos gafas, ni prótesis, ni by-pass... Por lo que respecta a Dios, creo que estaría contento de ver cómo los hombres continúan el proceso evolutivo. No creo que estemos violando ninguna ley divina.
P.- ¿Cree usted en Dios?
R.- Creo que la evolución es un proceso espiritual. ¿Qué es Dios sino una expresión ilimitada de creatividad e inteligencia? La evolución nos acerca decididamente a Dios.
P.- Y dígame, ¿es cierto que planea devolver parcialmente a la vida a su padre?
R.- En el futuro seremos capaces de crear humanos virtuales, y yo acaricio la posibilidad de recuperar algunas partes de la memoria de mi padre, Fredric, que era un espléndido compositor y una bellísima persona que escapó de Austria antes de la Segunda Guerra Mundial... Tengo cajas con todas sus pertenencias y composiciones, he conseguido el ADN de su tumba, y en el futuro podremos aprovechar todas las memorias almacenadas en mi cerebro y en el de las personas que le conocieron. Con la ayuda de la inteligencia artificial podríamos crear una persona virtual que se pareciera mucho a él.
P.- Volviendo a asuntos más terrenales, usted vaticina que dentro de unos años tendremos nanorobots trabajando dentro de nuestro cuerpo y contribuyendo a nuestro rejuvenecimiento. ¿Quién va a querer meterse un ejército de nanorobots en vena?
R.- Los enfermos de cáncer, por ejemplo. En el Instituto Tecnológico de Massachusetts han diseñado un dispositivo del tamaño de una célula, capaz de identificar y destruir las células cancerígenas circulando por nuestro sistema sanguíneo. En 25 años, podremos tener millones de nanorobots en nuestro cuerpo con la loable finalidad de reforzar nuestro sistema inmunitario y mantenernos sanos.
P.- Cuesta imaginarlo...
R.- Desde que logramos secuenciar el genoma, la medicina se ha convertido básicamente en una ciencia de la información y está avanzando de una manera exponencial. Las terapias genéticas van a revolucionar por completo nuestro concepto de salud. Y la fusión con la máquina se está produciendo ya, como los pacientes de Parkinson que llevan un chip implantado en el cerebro o los que viven con un páncreas artificial... En unos años, y sobre todo a partir de cierta edad, seremos al mismo tiempo seres biológicos y no biológicos. Tendremos ordenadores muchísimo más pequeños y poderosos que los actuales trabajando en partes de nuestro cuerpo.
P.- Pero no somos máquinas...
R.- La especie humana seguirá siendo humana durante mucho tiempo, pero será perfeccionada o mejorada... Nuestros genes son el software de nuestra biología, y vamos a lograr reprogramarlos para luchar contra enfermedades degenerativas como el cáncer.
P.- No negará que existen riesgos... La literatura de ciencia-ficción está llena de distopías sobre ese momento de la singularidad del que usted habla...
R.- Creáme: no vamos a sufrir una invasión de máquinas alienígenas. Ni nos vamos a convertir en cyborgs al estilo Terminator. Es más, los ordenadores del futuro serán muy humanos, aunque biológicamente no lo parezca, y se integrarán de un modo bastante natural con nosotros... Mi visión del futuro no es distópica ni utópica. No creo que vayamos a acabar con los conflictos humanos ni que vayamos a erradicar la violencia, pero soy fundamentalmente optimista. Ahora bien, la tecnología ha sido siempre un arma de doble filo. En el siglo XX hemos tenido claros ejemplos de la ciencia aplicada con fines destructivos. Por eso tenemos que estar preparados, disponer de defensas ante riesgos como el bioterrorismo.
P.- Denos un par de razones para compartir su optimismo...
R.- Si miramos hacia atrás, y a pesar de las dos grandes guerras y de los desastres que hemos padecido, no podemos negar que vivimos incuestionablemente mejor que hace un siglo. La tecnología levanta suspicias al principio, pero a la larga siempre ha sido democratizadora: desde la imprenta a los teléfonos móviles, que han revolucionado el modo en que vivimos y nos comunicamos. Soy optimista, ya digo, pero no profeso una fe ciega. La tecnología va a ser un reto constante para la humanidad en este siglo, por eso conviene conocer a fondo sus implicaciones. Ésa es precisamente la razón de ser de la Universidad de la Singularidad que echará andar este verano en Silicon Valley. Hemos querido reunir a los líderes emergentes en campos como la nanotecnología, la neurociencia, la inteligencia artificial, la robótica o la energía, e intentar vislumbrar los problemas y las soluciones.
P.- ¿El hambre y la pobreza se solucionan con tecnología? ¿No son acaso dos problemas estrictamente políticos?
R.- Son problemas con muchas ramificaciones, pero también se pueden combatir con la ayuda de las nuevas tecnologías de las comunicaciones, que han contribuido en gran parte al crecimiento de muchos países en desarrollo en las últimas dos décadas. Los agricultores chinos, por ejemplo, están sacando una gran partido de los instrumentos parecidos a los móviles que les suministran información muy valiosa y que pronto serán de uso común en otros países.
P.- ¿Y el reto del cambio climatico?
R.- Creáme: las emisiones de gases de efecto invernadero dejarán de ser un problema. En 20 años tendremos la capacidad de funcionar al 100% con energía solar. La energía se está convirtiendo en una ciencia de la información, igual que la medicina. El progreso se va a disparar, está ocurriendo ya.
P.- ¿Llegará usted a escribir un libro que se titule La singularidad está aquí?
R.- Forma parte de mis planes de futuro [risas]. Pero ese momento está bastante más cerca de lo que la gente piensa. El error común, en el que incurren también muchos futuristas, es pensar en el progreso de una manera lineal. En el área de los ordenadores, que es la que mejor conozco, los avances se han acelerado de un modo exponencial: 2, 4, 8, 16, 32... Cuando estudiaba en la MIT usábamos un ordenador que ocupaba todo un edificio. Hoy por hoy, en el interior de un teléfono móvil viaja un ordenador que es un millar de veces más potente y un millón de veces más barato. En 20 años tendremos a nuestro alcance ordenadores muy baratos que serán tan poderosos o más que el cerebro humano.
P.- ¿Y si se equivoca usted? ¿No hubo futuristas que pronosticaron que a estas alturas estaríamos en Marte, viajando en coches voladores y con robots en las casas?
R.- Yo no hice esas predicciones y por tanto no me considero responsable... Sí pronostiqué, sin embargo, el advenimiento de internet, y la victoria de una máquina frente a un campeón mundial de ajedrez, y el colapso de la Unión Soviética gracias a la revolución de las comunicaciones.
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