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Revista médica de Chile
ISSN 0034-9887 versión impresa
Rev. méd. Chile v.130 n.5 Santiago mayo 2002
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¿Desde qué momento
hay alma en el embrion?
Is soul present since conception
in humans?
S r. Editor: Alma es la sustancia espiritual e inmortal que informa al cuerpo y constituye la esencia del ser humano. El momento en que el alma informa al cuerpo se denomina "animación". El debate filosófico y teológico sobre el momento de la animación ha sido uno de los temas más recurrentes en la historia de la Filosofía y de la Iglesia Católica.
Los filósofos y teólogos consideran que este debate es independiente de los conocimientos científicos de la biología y de la reproducción humana. Desde la antigüedad, en las obras de Hipócrates no se aborda este problema. Por tanto no correspondería a la ciencia o a la medicina dilucidar el instante de la animación.
Un breve recuerdo de la historia antigua nos informa que, de acuerdo con la teoría del preexistencialismo, Platón sostenía que las almas existen antes de ser infundidas en el cuerpo. Siglos más tarde, San Agustín propuso que el alma es engendrada por el padre al mismo tiempo que el cuerpo. La teoría de la animación simultánea con el cuerpo fue propuesta formalmente por San Alberto Magno. Otro siglo pasó antes que Santo Tomás de Aquino concluyera que la animación es sucesiva y tardía a la formación del cuerpo de cada ser humano. Estos conceptos, expuestos en su Summa teologica, predominaron en los siglos posteriores.
Hasta el siglo XX los documentos pontificios consensuaron estas discrepancias estatuyendo que el alma de cada ser humano es creada por Dios e infundida en su cuerpo, ya sea en la misma concepción o en el estado embrionario. Sin embargo, este debate no tenía importancia práctica en la ética de la reproducción humana que condenaba el aborto como un crimen, desde la aparición de los documentos paleocristianos del siglo I, tales como el Didaché y la Carta de Bernabé. En efecto, aun suponiendo que la animación es tardía, ya tiene una vida humana biológicamente constatable que prepara y reclama el alma para completar la naturaleza recibida de sus padres. En el siglo II Tertuliano afirmaba: "Ya es un hombre aquel que está en camino de serlo".
Este debate intelectual y platónico terminó a mediados del siglo XX con la aparición práctica de doctrinas materialistas que violaron todas las normas de protección de la vida humana prenatal.
Fue tarea del Papa Pío XII plantear ante los médicos y los científicos la necesidad de defender los derechos del niño antes de nacer.
En 1949, en el IV Congreso Internacional de Médicos Católicos, en Roma, se abordó a fondo el tema de la animación para aclarar la posición de la filosofía cristiana sobre la defensa de la vida desde el momento de la concepción. A pesar que el debate filosófico no debe basarse en conocimientos científicos, los médicos católicos discutieron los argumentos de los nuevos descubrimientos de la genética ante las alternativas del momento de la animación. Así mismo, se abordó el tema de la reproducción artificial de seres humanos.
Las dudas sobre el momento de la animación se presentan ante la existencia de los gemelos monozigóticos, ante la partenogénesis, ante los abortos espontáneos y sus enfermedades embrionarias, ante la mola hidatiforme, y ante los casos de hemafroditismo. Hay argumentos favorables para una u otra posición de animación simultánea o animación tardía o sucesiva. En este Congreso hubo dudas sobre si la fecundación es el sine qua non de la animación.
Después de la Segunda Guerra Mundial, las organizaciones internacionales comenzaron a tomar acuerdos sobre los derechos del hombre.
En 1948, la Declaración de Ginebra, de las Naciones Unidas sobre la Promesa del Médico, recobró los ideales hipocráticos, y estatuyó que el médico debía velar por el máximo respeto por la vida humana desde el momento de la concepción. Pese a esta Declaración, veinte años después, los países europeos comenzaron a aprobar leyes de despenalización del aborto, para facilitar la introducción de nuevas técnicas para manipular la vida prenatal, violando los códigos clásicos de la ética médica.
La reacción médica a estas leyes del aborto legal fue encabezada por el genetista francés Jerome Lejeune, quien en 1959 había descubierto que la enfermedad de la trisomía 21, el síndrome de Down, se originaba en el momento de la concepción, cuando se redistribuían los cromosomas maternos y paternos para formar un zigoto con un nuevo ser humano, genéticamente independiente de sus progenitores. Este ser ya era un enfermo en el momento de la fecundación. Se demostraba así que la individualidad o enfermedad de un ser humano se originaba en los primeros momentos de su vida. Era un nuevo ser, que desde el momento de ser concebido tenía grabado el mensaje completo de su genoma y la potencialidad individual para desarrollarse por su cuenta y comenzar la maravillosa aventura de su vida humana. Basándose en este descubrimiento, Lejeune impulsó en 1973 la Declaración de los Médicos de Francia contra el aborto legal, que defendía el respeto a la vida humana desde el momento de la concepción.
"En todo momento de su desarrollo el fruto de la concepción es un ser viviente, esencialmente distinto del organismo que lo acoge y lo nutre".
"Desde la fecundación a la senectud, es el mismo ser viviente que se desarrolla, madura y muere. Sus características individuales lo hacen único, por lo tanto, irreemplazable".
Al revisar el problema del momento de la animación, Lejeune demostró que las hipótesis de San Agustín y de Alberto Magno, que el alma se inserta en el nuevo cuerpo viviente en el momento de la concepción tenían una base científica. En efecto, si un embrión está enfermo en el momento de su concepción debe ya tener una alma. Por tanto la animación debe ser instantánea, conjuntamente con la formación del cuerpo.
Estas ideas de Lejeune contra el aborto fueron captadas por el Vaticano en su Declaración de 1974 sobre el aborto provocado. Sin embargo, en esa fecha Roma no se pronunció sobre el momento de la animación y dejó la controversia secular sin respuesta. Aún más, en la Encíclica "Evangelium Vitae" de 25 de marzo de 1995, Juan Pablo II tampoco se pronunció sobre esta controversia. Solamente dos años después de la muerte de Lejeune, acaecida en 1994, el Papa aceptó la idea de la animación instantánea, como un apoyo científico a su lucha contra la generalización del aborto legal en la civilización europea. A pesar que el problema del momento de la animación es un tema de orden filosófico, uno de los argumentos esgrimidos por los teólogos para defender el derecho natural a la vida, está basado en el "dogma" de la teología genética mendeliana que estatuye que todo ser humano estructura su genoma en el período de la fecundación, cuando se unen los núcleos de los progenitores para formar un embrión con un genoma distinto. Como la transmisión genética es semiconservadora, el nuevo ser es único en la historia de esta especie. Es en este momento que nacen los derechos humanos a la vida. De este modo, un dogma científico ha entregado a la teología un argumento básico para introducirlo en el verbo. Se ha logrado así una conjugación vital entre la teología y la ciencia experimental para defender los derechos humanos.
Después de dos mil años de controversias podemos dar respuesta fundada a la pregunta formulada al iniciar esta carta. Sí, el alma se infunde en el cuerpo humano en forma instantánea en la fecundación.
Amén.
Dr. Ricardo Cruz-Coke Madrid,
Servicio de Genética, Hospital Clínico de la Universidad de Chile.
REFERENCIAS
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