Por: El País
20-Marzo-2009
Nadie sabe muy bien lo que podría pasar si la población empezara de pronto a vivir 100 años, en buenas condiciones físicas y mentales. Pero eso es lo que busca una nueva línea investigación científica que ya ha interesado a la poderosa industria farmacéutica.
Los estudiosos del fenómeno han comenzado a entender que los materiales de los que están hechas las personas —proteínas, ADN, grasas y azúcares— son los mismos de los que están hechos los búhos, que suelen vivir hasta 65 años, las ostras, que viven 100 años, y las tortuga que suelen llegar a los 200.
La investigación del envejecimiento ha seguido en la última década tres hipótesis bien definidas…
1. La restricción calórica aumenta la longevidad de todas las especies (esta hipótesis plantea que el exceso de calorías reduce la esperanza de vida).
2. Las principales causas de mortalidad en la edad avanzada —diabetes, corazón y cáncer— son inseparables de la biología de la senescencia.
3. Los genes también contribuyen a extender la esperanza de vida en los humanos.
Pero los científicos se han dado cuenta de que las tres líneas antes mencionadas convergen en un mismo lugar: en un grupo de proteínas llamadas sirtuinas.
Y han encontrado que un componente natural del vino tinto, llamado resveratrol, es uno de los activadores de este tipo de proteínas.
De ahí que varias compañías farmacéuticas, entre ellas GlaxoSmithKline, hayan decidido invertir cerca de mil millones de dólares para desarrollar activadores de las sirtuinas, que podrían ser vendidos como fármacos para prevenir las enfermedades asociadas al envejecimiento, entre ellas la diabetes, los trastornos cardiovasculares, el cáncer, el Alzheimer, las cataratas y la osteoporosis.
"Si las sirtuinas funcionan, la gente no sólo vivirá una vida má larga, sino más saludable", asegura David Sinclair, codirector del Laboratorio de Biología del Envejecimiento, de la Universidad de Harvard.
Lo que ha ocurrido
La esperanza media de vida en los países desarrollados, que rondaba los 45 años a principios del siglo 20, se ha duplicado en los últimos 100 años, debido a las vacunas, a los antibióticos, al saneamiento de las aguas y a la higiene en todos los ámbitos.
El fenómeno refleja la victoria de la Medicina moderna contra las enfermedades infecciosas, y también demuestra que lo característico de la especie humana no es vivir 70 u 80 años, sino mucho más que eso.
En todos las épocas y lugares siempre ha habido personas muy longevas. Por ejemplo, Demócrito, el más influyente filósofo presocrático, murió en el año 370 antes de Cristo —casi en tiempos de Aristóteles— habiendo cumplido los 109 años de edad. Así lo hizo constar, maravillado, el astrónomo Hiparco de Nicea.
Pero otros famosos de la antigüedad también vivieron muchos años, entre ellos Jenófanes, Pirrón y Eratóstenes, cada uno de los cuales acumuló cerca de una centena de años.
Pero el caso más conocido de la historia reciente fue el de Jeanne Calment, que llamó la atención durante la celebración del centenario de la muerte el famoso pintor Vincent van Gogh.
En esa ocasión los periodistas empezaron a llegar en tromba al poblado de Arlés, una tranquila comunidad de la Costa Azul (de Francia) donde Van Gogh había desarrollado su peculiar estilo pictórico.
Jeanne había nacido en 1875 y tenía, por tanto, 13 años cuando Van Gogh pintó la terraza del café de Arles y el famoso cuadro de su dormitorio.
Jeanne Calment expiró en 1997, a la edad de 122 años, 5 meses y 14 días. Es la marca absoluta de longevidad de nuestra especie: la vida máxima alcanzada por un ser humano registrado en la era moderna.
Los genes importan
Hace 10 años el biólogo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Leonard Guarente, descubrió que las sirtuinas (las proteínas de la longevidad), eran estimuladas por el gen SIRT1.
Los investigadores creen que las sirtuinas, promovidas por el gen SIRT1, podrían ser el nexo buscado entre los genes de la longevidad y los hasta ahora misteriosos efectos de la restricción calórica (la restricción calórica eleva los niveles de sirtuinas).
Todavía no se sabe a qué se debe esa íntima conexión entre la longevidad, las sirtuinas y el control de la comida, pero los investigadores ya están empeñados en averiguarlo —si lo logran la vida daría un giro total.
--
AHANAOA A. C.
Lic. Nut. Miguel Leopoldo Alvarado
http://www.nutriologiaortomolecular.org/
http://www.seattlees.com
http://www.longevidad-saludable.com