viernes, 5 de junio de 2009

Descifrados los mapas genéticos de los dos cánceres más mortales


Antonio Jimeno (izqda.) y Manuel Hidalgo (dcha.) (Foto: Grupo Hospital de Madrid | J.L. Serna



CRISTINA DE MARTOS
MADRID.- Como ya hiciera en 2006 con el cáncer de mama y de colon, un equipo de investigadores ha elaborado un mapa genético del carcinoma de páncreas y del glioblastoma multiforme (un agresivo tumor cerebral). Los resultados han revelado la enorme complejidad de estas patologías, en las que están implicados más genes de lo que en principio se pensaba, y han dado un giro a la forma de entender y enfrentarse a ellas.

"La idea de que todos los tumores tienen su talón de Aquiles no es correcta", ha explicado a elmundo.es Manuel Hidalgo, director del Centro Integral de Oncología Clara Campal, miembro de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos) y colaborador en el trabajo del carcinoma pancreático. En lugar de eso, Hidalgo y sus colegas, entre los que hay otro español, el oncólogo Antonio Jimeno, han identificado varios genes implicados en la carcinogénesis. "Durante 20 años hemos trabajado con cuatro genes en el manejo del cáncer de páncreas", añade Hidalgo, "y ahora tenemos casi 70 de los que aún hay que averiguar su verdadera implicación en esta enfermedad. Estamos un poco decepcionados porque no hemos dado con un gen clave".

Gracias a la meticulosa metodología empleada por investigadores dirigidos desde el Centro Kimmel se han identificado los genes que están involucrados en la aparición del cáncer de páncreas y del glioblastoma multiforme (GBM). Una información que, en opinión de los autores, podría tener implicaciones clínicas importantes, aunque también reconocen que los resultados dejan un panorama "desesperanzador", ya que ponen de manifiesto la tremenda complejidad que envuelve a los procesos oncológicos.

Sus trabajos comenzaron con 24 muestras de adenocarcinoma pancreático avanzado y 22 de GBM. Tras una primera secuenciación, se identificaron más de 20.000 genes pertenecientes a cada uno de los tumores.

Después había que averiguar cuáles de ellos no eran normales y, de esos, cuáles podrían desempeñar un papel crucial en el desarrollo neoplásico. En el caso del cáncer de páncreas, el complejo proceso -detallado en las páginas de la revista 'Science'- culminó con la detección de 63 alteraciones genéticas comunes a la mayor parte de las muestras analizadas. Casi todas las mutaciones eran polimorfismos de un único nucleótido, algo similar a cambiar una letra (que sería el nucleótido) de una palabra (el gen) por otra.

Son los procesos más que los genes
"No esperábamos que muchos de estos genes estuvieran alterados", ha explicado uno de los autores, Kenneth Kinzler, profesor de oncología de la Universidad Johns Hopkins. "Lo más importante es que hemos observado cómo actuaban estos genes y hemos visto que su mutación individual no es demasiado frecuente".

Kinzler y sus colegas han descubierto que las alteraciones genéticas se podían agrupar en 12 vías de señalización o procesos celulares, que estaban modificados en algún lugar en un elevado porcentaje de los tumores estudiados. Es decir, hay ciertas cadenas de señales que suelen presentar algún error en su recorrido en la mayor parte de los cánceres de páncreas aunque no necesariamente siempre en el mismo punto. Entre el 67% y el 100% de los tumores estudiados tenía cambios en procesos relacionados con el control del daño del ADN, la apoptosis o la invasión tumoral.

La fotografía que deja el análisis del glioblastoma multiforme (el tumor del que ha sido operado recientemente el senador estadounidense Ted Kennedy) "es muy similar a las observadas en el cáncer de mama, colon y páncreas", explica Victor Velculescu, oncólogo de la Johns Hopkings, en una entrevista con elmundo.es. Una vez más, "estos genes parecen formar parte de un reducido número de vías de señalización", añade Velculescu. Sus hallazgos se corresponden con los de otro trabajo desarrollado en el marco del proyecto El Atlas del Genoma del Cáncer, que publica simultáneamente la revista 'Nature'.

Con una salvedad, la investigación del equipo de Velculescu y Kinzler incluía muestras de glioblastomas primarios y secundarios, dos subtipos de este tumor. Un gen llamado IDH1, relacionado con el estrés oxidativo, estaba alterado en un porcentaje significativo de las muestras. Un análisis más profundo reveló que los pacientes portadores de esta mutación eran más jóvenes, padecían la forma secundaria del trastorno y tenían mejor pronóstico.

"Comprender este nuevo paisaje de los tumores cambiará nuestra visión acerca del desarrollo del cáncer. Solíamos pensar que había genes con un alto grado de mutación responsables de la génesis del tumor pero lo que ahora vemos es que hay muchos genes alterados cada uno de los cuales es responsable de una pequeña fracción de ese cáncer", señala Kinzler. Manuel Hidalgo habla de un "panorama muy complejo", que deja entrever una heterogeneidad de las neoplasias mucho mayor de la esperada, que dificulta el desarrollo de terapias generalizables


Actualizado jueves 04/09/2008


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