jueves, 11 de junio de 2009

La bioética hace historia

Según parece, otro médico holandés, André Hellegers, especialista en obstetricia que trabajaba en la Universidad de Georgetown en Washington, unos seis meses después de la aparición del libro de Potter, le puso este nombre al instituto de reproducción humana de esta Universidad.

Al centro se le llamó Joseph and Rose Kennedy Institute for the Study of Human Reproduction and Bioethics. De manera que podría hablarse por tanto de un origen doble del término, separado sólo por una diferencia de seis meses. El primero en Madison (Wisconsin) y el segundo en Georgetown.

No obstante, aparte de la curiosidad histórica, esta doble localización del inicio de la bioética carecería de mayor trascendencia si no fuera porque cada uno de los autores dio una interpretación diferente de tal concepto. Para Potter la idea de bioética poseía un significado amplio y ambiental que pretendía crear un puente entre dos disciplinas, las ciencias y las humanidades. Quiso combinar el conocimiento de los sistemas biológicos con el de los sistemas humanos y, como objetivo final se propuso enriquecer la existencia del hombre, prolongando su supervivencia en el marco de una sociedad mejor.

Sin embargo, la realidad de esta nueva disciplina ha seguido más bien los pasos, algo más modestos, marcados por Hellegers. La bioética se ha convertido casi en una rama de la ética médica y no en lo que Potter pretendía, una combinación de conocimiento científico y filosófico.

Los principales acontecimientos que desencadenaron el nacimiento de la bioética en Estados Unidos fueron los siguientes.

En primer lugar la publicación de los criterios de selección de candidatos para aplicarles hemodiálisis renal, llevada a cabo hacia finales de 1962 en la revista Life. Hasta entonces eran siempre los médicos quienes elegían a los pacientes según sus propios criterios. No obstante, a partir de esta fecha el personal sanitario delegó tal responsabilidad en los profanos que representaban a la comunidad.

El segundo evento importante lo marcó también otra publicación. El New England Journal of Medicine recogió, en 1966, un trabajo firmado por Beecher en el que se recopilaban 22 artículos de otras revistas. Todos ellos


trataban acerca de las atrocidades éticas cometidas por medio de la experimentación en humanos. Desde las barbaridades realizadas en los campos de extermino nazis hasta ciertas pruebas biomédicas de la época, como la inoculación del virus de la hepatitis a niños que eran deficientes mentales, en Willowbrook.

En 1970 el senador Edward Kennedy destapó el asunto del terrible experimento llevado a cabo en Tuskegee, Alabama, en el que se impidió el tratamiento con antibióticos a personas de raza negra infectadas de sífilis, con el fin de poder estudiar la evolución de esta enfermedad. La conmoción originada en la opinión pública fue el germen que provocó la creación de la Comisión Nacional para el estudio de las directrices que deben regir en materia de experimentación con seres humanos. El llamado Informe Belmont, creado por esta Comisión Nacional, y que se refería al respeto a los grupos humanos vulnerables, tuvo mucha influencia también en el desarrollo de la bioética.

El primer trasplante de corazón, realizado por el Dr. Christian Barnard en el hospital Groote Schur de Ciudad del Cabo, el 3 de diciembre de 1967, contribuyó asimismo a la polémica acerca del consentimiento de los donantes y la exacta determinación del momento de la muerte.

Otro acontecimiento singular que, sin duda, influyó en el nacimiento de la disciplina bioética fue el famoso caso de Karen A. Quinlan, la muchacha norteamericana que en 1975 quedó en estado de coma a consecuencia de la ingestión de alcohol y barbitúricos. La petición formulada por sus padres adoptivos de que le fuera retirado el respirador que la mantenía con vida, desató la discusión pública acerca del derecho a morir en paz y la conveniencia de los testamentos vitales.

A partir de los años 80 la bioética salta desde los Estados Unidos a otros países del mundo.

Los comités asistenciales de ética se ponen de moda en la mayoría de los hospitales e incluso se empieza a enseñar esta disciplina como una asignatura más en las carreras de medicina y enfermería.

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Antonio Cruz es biólogo, profesor y escritor.