6.3 El analista del riesgo
El
denominado juicio experto del profesional que mide el riesgo, incorpora en cada
decisión un juicio moral que condiciona la decisión final del precio, y además esta decisión debe ser prudencial. En la profesión de actuario se
denomina como juicio actuarial que
viene a aunar la experiencia y el
conocimiento sobre situaciones ya vividas, y que ante una nueva decisión la
resuelve a modo de “corazonada”. Decía
Kant en la Crítica de la razón pura que el
juicio era la facultad de pensar lo particular como contenido en lo universal, entendido
universal como una regla o una ley, y
además sostenía que el juicio no puede ser aprendido, es un talento demasiado
peculiar para ser adquirido.
Nos
interesa particularmente reflexionar en qué medida ante un mismo riesgo, sea
quien el analista del riesgo, las decisiones de la medida de la contingencia es
la misma, decía H.Putman que la frontera entre los juicios de valor y los
juicios de hecho es terriblemente permeable, por lo tanto como dice Diego
Sebastián Garrocho ( obra citada) la cuestión a resolver es como reducir al
máximo la subjetividad de nuestras evaluaciones.
Podríamos
argumentar que el Juicio Actuarial, es una contradicción en sus propios
términos, ateniéndonos a la definición canónica de juicio, que la tomamos del
propio Kant, quien dice que un juicio moral no puede ser opinable, al contrario
debe mandar el principio de plena certeza ( völlige Gewissheit) a no ser que
renunciemos a la objetividad del conocimiento, y por otro lado Actuarial lo
podemos entender como la medida de lo contingente, probable. Para resolver este
aparente oxímoron, debemos aceptar la acepción de juicio como acto prudencial y
no tanto el contenido moral de la ética clásica o adoptar una visión ética
propuesta por Davis Hume donde
reflexiona acerca del deber y no deber o por el contrario, el es y no es, lo
que se conoce en su obra como el ought
passage. La discusión ética es muy prolija y se centra en que la
descripción de un suceso, en nuestro caso, es distinta si decimos deber ser o
es, en el primer caso como dice Norbert Bilbeny ( obra citada) requiere observación y explicación ( that it
should be observed and explained), este mismo dilema se plantea en la función
actuarial, pues debe apostar por modelos estadísticos descriptivos o
normativos. Con esta visión entre lo que es y debe se encuentran las dos
disciplinas, demostrar o no neutralidad ante la observaciones o acciones, y en
este sentido valoraremos si es cierto lo que dice el jurista Laurence Tribe
quien sostiene que el propio hecho de medir anestesia el juicio moral. En esta
línea argumental nos preguntamos si el hecho de medir es éticamente neutro
En
el contexto actual de aproximación a la medida de las contingencias, podríamos
pensar si la ciencia actuarial está abandonado su pertenencia al ámbito de las
ciencias social y encuadrándose con mejor acomodo en las ciencias cuantitativas
como pueden la estadística o matemática, con lo que la metodología científica
de observación de la realidad humana es distinta y en este caso nos
interrogamos si la ciencia actuarial tal y como la hemos manejado ha sido
derrotada en el sentido más solidario de las soluciones propuesta para la
medida del riesgo a favor de la soberanía individual de lo que ya se conoce
como "el hombre transparente". En este escenario Diego Garrocho (
obra citada) nos planea otro tema para la reflexión, nos dice que tradicionalmente
se ha considerado que el conocimiento ha de ser siempre positivo e, incluso, se
ha subrayado su dimensión salvífica: conocer es siempre mejor que no conocer, y
nos interroga si necesariamente el conocimiento es siempre deseable.
La
tecnología en este inicio de este tercer milenio permite el análisis de la
causalidad de un evento con tal precisión que el riesgo de convertir en número
(cosificar) la identidad
biológica-psíquica-social de una persona se manifiesta de manera evidente, y en
este escenario el analista del riesgo no debe desbordar el límite de establecer patrones morales convertidos en
sobreprecio de la contingencia.
La
cuestión que planteamos además del análisis del juicio moral, es si el juicio
reflexivo actuarial (conjugación de los principios con la idea abstracta de la
justicia) es sustituible por algoritmos de aprendizaje profundo, superando el
conocimiento humano. Si el actuario o suscriptor de riesgos lo encuadramos en
las profesiones de riesgo por la informatización, algunos estudios consideran
que tienen entre un 50%-60% de ser reemplazados por la máquinas, aunque hay
ciertas dudas sobre este efecto, pues a medida que el proceso de análisis de
riesgos se ha automatizado, la demanda del actuario es cada vez mayor. Por lo
tanto aunque la capacidad de trabajo fuera finita, la conocida como la
“falacia de la porción de trabajo”, no está claro que fuera ser de
aplicación al suscriptor de riesgos.
Volvamos al principio de prudencia que debe regir en cada una de las decisiones, este
principio que viene de las aportaciones de la filosofía griega, Victoria Camps
( Camps Victoria, La aventura de la moralidad página 67, Ed Alianza Editorial,
2007, Madrid) nos habla de ello, y nos relata que se consideraba por hombre prudente- el phrónimós- como aquel que
sabe juzgar rectamente, tomar la decisión justa, en el momento oportuno ( el
kairos), hacer lo que conviene en cada caso, esto es, el que a fuerza de
intentar ser virtuoso, acaba siéndolo.
La
prudencia, por tanto, nos habilita para hacer frente a entornos cambiantes,
adoptando la respuesta justa a cada situación enfrentada. Para lograr alcanzar
este principio virtuoso fundamental,
se requiere en opinión de Jesús M Díaz Álvarez, en la aventura de la moralidad:
formación, práctica y ejemplaridad.
No
puede ser más oportuno, para nuestro análisis, la cita de Victoria Camps a
propósito de la consideración de la
ética centrada en la prudencia del filósofo Pierre Aubenque que hace en su
libro La prudencia de Aristóteles ( 1999) cuando dice que la es una ética
consciente de la contingencia y el azar
que embargan irremediablemente la existencia humana. El mismo filósofo
griego cree que la prudencia, que la
designaba con el término phrómesis, tiene por objeto lo que es justo, noble y
bueno para el hombre, y en su obra Ética a Nicómaco que es lo que en el orden
práctico lo que la sensación en el orden teórico, es la sabiduría práctica.
No encontramos mejor punto de encuentro entre
la ética y la función profesional del analista de riesgos; dice Camps que necesitamos
la ética porque tenemos que elegir aquello que puede ser de varias maneras
porque depende de nosotros. En la ética kantiana se considera que no hay
negociación posible con la realidad, pues no hay excepciones a manifestaciones
a las máximas que sea susceptibles de
ser universales, en este el caso el deber
ser. Podemos apreciar un cierto
conflicto a la hora de posicionar el juicio experto en cuanto que interpreta la
realidad observable y emite juicio personal que pudiera diferir del de otro
profesional, lo que le confiere a la medida de riesgo una carga de
subjetividad. Este conflicto ético ha sido objeto de estudio por los filósofos
expertos en ética, si apelamos a la definición de virtud del propio Kant para disolver el dilema, cuando dice, solo
hay una virtud, la virtud entendida como conformidad de la voluntad con todo
deber, fundada en una intención firme, es sólo, como todo lo formal, una y la
misma.( Kant,I. La metafísica de las costumbres, 1989 Ed Tecnos.Madrid).
El
juicio científico o la fundamentación a priori de todos nuestros conocimientos,
conforma nuestra leyes de entendimiento de la causalidad de los sucesos,
esta definición moderna no lo es tal,
recordemos a Virgilio aludiendo a Lucrecio: Felix
qui potuit rerum cognoscere causas! ( feliz quien puedo conocer las causas
de las cosas) .Del modo personal de entender la relación entre el
sujeto y el objeto (nuestro caso contingencia) que queremos estudiar, nace la subjetividad, lo que conforma el
juicio experto, si bien debemos evitar que se convierta en lo que algunos
pensadores llaman individualismo ético.
Esta información a priori que disponemos cuando medimos el riesgo, se
incorporará en los modelos de riesgo conocidos como bayesianos, que
analizaremos en el capítulo de modelos aplicados al riesgo.
El
Colegio Nacional de Actuarios de México (CONAC), en su Código de Ética y
Conducta de 28 de noviembre de 2010 en
su artículo 1.2 de Principios Generales dice que todo Actuario, por el hecho de
serlo, está obligado a actuar con Ética, con particularidad énfasis en la
honestidad, integridad, imparcialidad, prudencia, alto sentido de probidad y
buena fe. El Código, es una iniciativa que merece ser reconocida como refuerzo
a la necesidad de componer unas guías de actuación en el marco de ética
aplicada a la medida del riesgo.
En lenguaje actual y aplicado al mundo
empresarial, se puede definir el hombre prudente como aquel por el que las decisiones sobre
determinadas acciones se basan en lo que es más probable que genere beneficios a
largo plazo, en lugar de ganancias inmediatas, otros filósofos elevan la
prudencia a virtud por la cual elegimos el bien en cada caso concreto. Pero
debemos advertir que la prudencia es compatible con la “curiositas” por
mantener despierta la capacidad de
observación, término que nos recuerda a la
conocida exhoratación de Kant de
“sapere aude“ (¡atrévete a saber!) , verdadero lema de la Ilustración
alemana ( Aufklärung),aunque algunos autores consideren que esta máxima lleva
implícito una emancipación de las tutelas de las nomas y por lo tanto empuja a
la libertad de conciencia y autonomía en las decisiones. Esta discusión se
aleja de nuestra reflexión y no le damos más recorrido.
El
ejercicio del compromiso de la responsabilidad personal en el desempeño del
ejercicio profesional, como se recoge en la encíclica Mater et Magistra de Juan
XXIII de 1961, perfecciona la propia naturaleza del ser humano. En términos
actuales podríamos llamarlo como evitar la imprudencia o nivel de cuidado
inferior al que emplearía una persona razonable y prudente.
La
apelación al juicio experto, pudiera presentar posiciones acríticas, en las que
sus decisiones sean aceptadas por el mero hecho de ser dictaminadas por el
experto, el experto actuaría de acuerdo con la exhortación categórica Kantiana
de “obra sólo, según la máxima a través de la cual puedas querer que la misma
se convierta en Ley Universal” (Kant, Fundamentación de la metafísica de las
costumbres, Ed Ariel ,1999, Barcelona), esta posición de oráculo o de
superioridad moral en la toma de
decisión es un riesgo se debe evitar con
mecanismos de contraste de las decisiones individuales.
Y
no dejemos de señalar que decisión del analista debe tener presente el principio
ético, no necesariamente legal, de rendición de cuentas que se sostiene
sobre el implícito del reconocimiento de las obligaciones sociales de toda
decisión empresarial, principio que pertenece a la nueva economía de la
responsabilidad que ha sustituido al libre mercado propio de comienzos del siglo XX.
-La competencia profesional. Según sea las habilidades personales según los conocimientos de técnicas de medida del riesgo, los resultados
serán diferentes ante la misma observación del riesgo. La experiencia es
difícilmente trasladable y por lo tanto su métrica se antoja complicada. La
sabiduría del límite en la aceptación de un riesgo sin caer en la imprudencia
es propio de la conducta humana.
El
analista de riesgo que trabaja dentro del sistema financiero-asegurador en un
entorno institucionalizado que tiene su función muy definida por las normas
legales, pero esto solo debe ser una condición necesaria ,pero no suficiente,
pues, como dice el filósofo Javier Gomá en Ejemplaridad pública ( 2009) existe
un plus de responsabilidad moral extra jurídica. Además, por otra parte, este
marco de actuación legal puede limitar
la necesaria actitud de activismo profesional necesaria para poder
recontextualizar su función en este nuevo ecosistema del riesgo.
Desde
los postulados éticos se considera que un error por incompetencia profesional
no es un acto inmoral sancionable, ahora bien, si los errores cometidos se
cometen de manera reiterada, entonces estamos ante negligencia. Estas
situaciones deben encontrar adecuada respuesta en los códigos deontológicos
profesionales, de alguna manera el
compromiso de actualización en las competencias requeridas en la práctica
profesional, pueden mitigar estos actos morales no deseables. Volvemos a citar
el Código de Conducta de los actuarios de México que en su artículo 1.10 obliga
a los actuarios a mantener actualizados sus conocimientos en las áreas
relevantes de su desempeño profesional, sobre todo en lo relativo a los
problemas que afectan a su comunidad.
El profesor John R. Boatright de la
Universidad de Loyola en Chicago, nos dice que si es una cuestión ética
determinar cuándo la competencia se convierte en inmoralidad, aspecto no
sencillo de resolver pues no hay intención de daño. ( Boatright, J.R. La ética
de la gestión de riesgos: Una perspectiva poscrisis. Valores y Ética en el
Siglo XXI, BBVA, 2012)
Este
debate se complica aún más, en determinadas operaciones de seguro que tienen un
vencimiento a muy largo plazo, donde el analista del riesgo utiliza
herramientas técnicas de gestión de riesgos en la fecha de inicio del contrato
propias del conocimiento científico del momento, la deriva de la sociedad en el
tiempo que puede considerar discriminantes ciertas prácticas, nuevos riesgos no
medidos en ese momento e incluso nuevas técnicas de riesgos, pueden hacer
concluir que el riesgo original no se hubiera formalizado en esas condiciones
contractuales. Esta situación que no ha sido extraña en los contratos de
seguros no es un problema de incompetencia profesional pero si tiene
consecuencias gerenciales a largo plazo, separar las causas no es nada
sencillo.
Y
encontramos un elemento adicional de mala praxis profesional, es lo que se
conoce como “necesidad compulsiva de experiencias de vértigo con el premio del
reconocimiento económico y social”, esa praxis
se observó en la crisis financiera de 2009 en determinados profesionales del sistema
financiero, donde se prescinde de todo comportamiento ético y sin ningún
sentimiento de culpa.
Podríamos
concluir este apartado, afirmando que la competencia profesional no puede
ejercitarse si la necesaria rectitud
ética.
La
formación académica y competencias profesionales exigidas al analista del riesgo
de manera generalizada en todos los territorios
se han centrado exclusivamente en
lo que se conoce como lo cuantitativo. Este escenario que creemos propio del
inicio de este milenio, no lo es tal, y nos recuerda al huerto de Acadamo de
Platón cerca de Atenas, donde estableció la Academia filosófica y en el dintel
de la puerta advertía: No entre quien no sepa geometría ( hoy sería
matemáticas).
Esta
primacía de lo cuantitativo debilita, cuando no ignora, el juicio crítico de la decisión donde el comportamiento ético-
honorabilidad y profesionalidad- debe estar presente en la actividad cotidiana
profesional. Quizá sería oportuno recordar
que Kant, desde la Cátedra de Metafísica de su ciudad natal de
Königsberg, no les daba otra consigan a sus alumnos que la de pensar
por cuenta propia. En términos contemporáneos la podríamos asimilar a la
exhortación habitual en las escuelas de negocios: Just Stop and Think , esto
es, se enseña la importancia de pararse a pensar.
Esta
máxima no la percibimos que esté presente en el frontispicio de la entrada del
aula donde se aprende a medir y gestionar el riesgo, donde lo que impera en la
relación profesor-alumno es garantizar competencias, entendidas estas como
conjunto de técnicas estadísticas y
actuariales complejas que habilitan para el ejercicio profesional, olvidándonos
de lo que decía Sócrates en el Banquete: Estaría bien que la sabiduría fuera
una cosa de tal naturaleza que, al ponernos en contacto unos con otros, fluyera
del más lleno al más vacío de nosotros, como fluye el agua en las copas, a
través de un hilo de lana, de la más llena a la más vacía.
La
formación ética y deontológica bien está ausente de los programas de formación
de grado, máster y en el ejercicio profesional o si lo están su peso es
desproporcionadamente inferior a la visión cuantitativa del buen gerente de
riesgos. Evaluar cuantitativamente los conocimientos de esta disciplina y la
propia ética podríamos calificarlo de oxímoron, pues la ética no debe ser
recompensada (
remuneratio) , es un comportamiento que contribuye a hacernos más justos, felices y contribuir
al bienestar. Y es más, sería aconsejable hacer realidad el aforismo de
Nietzsche " Nula ethica sine aesthetica" ,por el que el ejercicio
profesional debe disponer de instrumentos eficaces que le permitan y garanticen
el ejercicio ético de su actividad sobre estándares de excelencia aunque estos,
como diría Diego Garrocho, fueran utópicos. Es más, bien podríamos afirmar que
el comportamiento ético debe preceder al pragmatismo técnico.
Debemos
tener presente que la ética empresarial se convierte por primera vez como
disciplina académica tan solo a finales de los años setenta en los Estados
Unidos, cuando se incorporan filósofos y quienes tuvieron que vencer muchas
resistencias por parte del mundo empresarial. La universidad, tiene su
cuota-parte de responsabilidad en la crisis de 2009, al no asignar la
importancia que se merece al management
ético y centrarse como indicador de éxito profesional, en aspectos tales
como el beneficio, el ROE y la posición competitiva. Recordar la expresión kantiana
de “la honradez es la mejor política” puede ser oportuno para introducir la
ética en la gestión empresarial.
Si particularizamos en los estudios de
ciencias actuariales en España como los que les corresponden preparar
profesionales que miden el riesgo, la deontología actuarial se ha incorporado a
los planes de estudio y de manera no troncal
desde que estos se configuran como Máster, esto es así tan solo desde
2010 en los primeros centros que se adecuaron a estos programas. Por tanto, se puede decir que esta disciplina
es incipiente entre los profesionales que ejercen la profesión actuarial y que
requiere un recorrido en el tiempo para que se asiente con el interés que
requiera la sociedad, siguiendo el camino recorrido por esta disciplina que ya
está incorporada como integrante de las ciencias sociales, después de superar
los desencuentros entre los filósofos y los expertos en gerencia empresarial.
Esta
disciplina, sería una aplicación práctica de los estudios de ética que se
sintetizaron en España con el profesor
José Luis López Aranguren desde su cátedra de Ética y Sociología de la
Universidad Complutense de Madrid de la que fue titular desde 1955 y que
comienza tomar cuerpo décadas después en su versión de ética empresarial como
disciplina académica. En este recorrido histórico podemos afirmar que el
comportamiento ético formará parte de la cualificación profesional.
La
ética empresarial, según por Javier Arbizu (obra citada), se entiende como estudio sistemático de los
aspectos sociales y morales de la gestión, prácticas empresariales, los valores
y los presupuestos de la responsabilidad social de la empresa. Y contempla seis
niveles de interés ético:
-El
individuo.
-La
empresa.
-La
cultura ética de los empleados y directivos.
-La
del sector productivo.
-La
de la nación, en relación con la legislación y regulación.
-El
nivel mundial en su relación con la capacidad de afrontar riesgos morales.
-La impronta personal donde emergen
valores culturales y podríamos decir que antropológicos que influyen de manera
decisiva en la conformación del precio. El analista como agente moral debe
tomar decisiones prudenciales y bajo la regla equidad valorando de manera
consciente si su bagaje cultural altera el correcto justiprecio. El juicio
moral puede disociar la realidad de un riesgo y la percepción personal de ese
mismo riesgo.
Pero
el juicio moral en la toma de decisiones no significa que el analista
culpabilice al asegurado del riesgo al que se enfrenta, ni asignarle
responsabilidad moral, se refiere a que el carácter personal del analista influye
en la decisión del precio. El fundador
de la sociología como disciplina académica el filósofo y sociólogo francés Émile Durkheim ( 1858-1917) distinguía los juicios de realidad (
jugements de réalitê) de los juicios de valor ( jugements de valeur), los
segundos se refieren a estimaciones relacionadas con ideales colectivos, estos
no deberían ser incorporados en el juicio actuarial. En nuestro análisis, no
hay que confundir la acepción de valor que le damos en este contexto, con el de
valor económico del daño causado por la contingencia que medimos.
La
definición de cultura propuesta por Geert Hofstede ( Geert Hofstede et al,
2010, Cultures and Organizations:Sofware of theMind.Nueva York: MacGraw-Hill.)
como programación colectiva de la mente que distingue a los miembros de un
grupo o categoría de personas de otros. Los valores de comportamiento personal y culturales determinan desde la observación
la forma de predecir y cuantificar nuevos comportamientos.
Los
valores adquiridos desde la infancia, en todos los entornos donde un ser humano
se relaciona, han demostrado que tienen. consecuencias en la gestión
empresarial en la toma de decisiones complejas cuando el individuo adquiere
responsabilidades.
El
modelo de Hofstede que compara las sociedades nacionales con seis dimensiones
nos sirve para conocer los atributos identificados como elementos que
caracterizan la cultura, en este caso nacional. Las seis dimensiones son:
-Distancia
del poder en relación con las desigualdades humanas.
-Evasión
de la incertidumbre en relación ante un futuro desconocido
-Individualismo
frente al colectivismo
-Masculinidad
frente a femineidad
-Orientación
a largo plazo frente al corto plazo.
-Indulgencia
frente al control, en relación con el nivel de satisfacción del deseo de
disfrutar de la vida.
Como
afirma el propio autor del cuestionario, profesor de la Universidad de
Maastricht, la cultura no se aplica a los individuos. Los individuos tienen
personalidad, en las que influye solo en parte la cultura en la que crecieron.
Utilizamos conclusiones de Hofstede para afirmar que en el proceso de toma de decisión ante una
observación que se quiere medir, la impronta cultural, es producto de nuestra
imaginación, nos permite entender y predecir fenómenos del mundo real.
-La ética personal, relacionada con el
punto anterior, pero preferimos realizar un análisis diferenciado, pues la
impronta cultural no es sinónimo de valor ético. Este elemento debe ser el
contrapeso al movimiento tecnocrático en el que se encuentra la profesión de
analista de riesgo, donde prima el conocimiento cuantitativo sobre
consideraciones de compromisos éticos, podríamos decir que el famoso sapere
aude (atrévete a saber) de Kant quedara circunscrito a los modelos complejos
estadísticos y dejando al margen la realidad personal del sujeto asegurado.
Un
ejemplo de posiciones antiéticas en la industria financiera, que nos ilustra
comportamientos personales que se produjeron en la etapa previa a la crisis
financiera se recogen en el libro Directo al Infierno ( Ed. Deusto 2016) de John LeFebre narra experiencias
vividas en su etapa en la que trabajo en Wall Street donde los profesionales
daban prioridad a sus intereses delante del de sus clientes y el ascenso se
producía mediante la violación de los conflictos de interés, la corrupción y el
desenfreno, reproducimos tan solo tres de las frases que recoge el libro que se
recogen en el libro:
- Si solo puedes ser bueno en una cosa, sé
bueno mintiendo…porque si eres bueno en la mentira, lo eres en todo.
-Si digo "quédese con el cambio", es
porque me da pereza recogerlo
-Jamás
doy limosna a los indigentes. Mi conciencia no me permite recompensar el
fracaso.
Tengamos
presente que la conciencia individual no puede ser sustituida por sistemas de
control legales o corporativos por muy estrictos que estos sean, la reflexión
del filósofo alemán Martin Heidegger sobre los Holzwege ( Heidegger M.
Holzwege, Frankfurt am Maim 2003) nos ilustran de los caminos que conducen a la
perdición, el miedo al qué dirán, callar y dejar a los otros en la ignorancia.
En muchas ocasiones estos miedos son los que pueden hacer que no se actúa
conforme a los principios éticos.
Los
especialistas en ética, se han ocupado del conflicto entre la obediencia al
derecho y el derecho a la disidencia, en nuestro trabajo desarrollar este punto
quedaría, tal vez, fuera de alcance, la desobediencia ética al derecho como la
define González Vicén, como decisión que
la conciencia individual ha de tomaren su soledad constitutiva.
Aún
así, creemos como en todos los ámbitos de la vida que pueden aflorar conflictos
éticos en relación con las normas, que sin llegar necesariamente a la
disidencia, si pueden requerir al menos objeción de conciencia actuarial, en un
mundo donde las variables que explican una contingencia, aún siendo legales,
pueden generar conflicto ético individual.
-La deontología profesional. El analista de riesgo, en cuanto a observador
moral, incurre en responsabilidad objetiva sus decisiones profesionales, entre
las que se deben incluir los daños causados ya sean intencionados o no. La
ética nos ayuda a definir responsabilidad, Norber Bilbeny ( obra citada,
página195) la entiende como la capacidad y hecho de dar cuenta de nuestra acción y asumirla como
propia.
Las
decisiones del analista del riesgo que se materializan en un contrato de seguro
que en ocasiones tiene un vencimiento muy amplio en el tiempo o incluso
asociado a una vida humana, hace que se plantee un problema complejo tanto en
el planteamiento como en el posicionamiento ético, nos referimos a las
consecuencias que a largo plazo pueden derivar de las decisiones de medida y
condiciones de acceso al colectivo asegurado que toma el analista con el
conocimiento profesional en la fecha de la toma de la decisión y que pueden
significar transcurrido el tiempo reprobables por la sociedad al variar los
postulados éticos.
6-4 La entidad que asume y gestiona el riesgo
La
medida del riesgo puede estar
condicionada por la propia cultura corporativa donde se perfecciona el contrato
del seguro. Los grupos de interés de una entidad condicionan o incluso definen el modelo de reputación
social de la entidad. Los principios de transparencia, prudencia gerencial y de
integridad están presentes en los modelos más avanzados en la reputación
corporativa, donde emerge un indicador de negocio desde el conocido como RAR (
Rentabilidad Ajustada al Riesgo) al de Rentabilidad Ajustada a los Principios. Propuesta
de “capital simpatía”, resulta esclarecedora, la hace Victoria Camps y Adela
Cortina en la Aventura de la Moralidad, y se refiere a la capacidad de las
empresas de sintonizar con el público sin que tenga un principio de
rentabilidad, ni sujeta a la cuenta de resultados.
Debemos
advertir que la llamada Responsabilidad Social Corporativa, ha tenido
detractores entre los economistas, el mismo Milton Friedman ( 1912-2006) la
consideraba una doctrina subversiva en una sociedad libre ,en otros casos la
posición ha sido más de escepticismo ante la necesidad de establecer códigos
formales éticos una sociedad empresarial con ánimo de lucro.
La
empresa debe ser identificada como una
organización de valores que quiere compartir con la sociedad en detrimento de
la visión exclusiva de sus resultados
económicos de maximización del beneficio o el valor capitalización de
mercado, haciendo compatible este propósito con el cumplimiento de las
expectativas de sus grupos de interés ( stakeholders) medidas estas con
indicadores de rendimiento social.
Un
avance muy significativo en esta visión supuso la Declaración de Nueva York de
la ONU de 2010 fruto de las sesiones de
trabajo del Glogal Compact de las principales empresas mundiales donde se
adquiere el compromiso de incluir los diez principios universales en las áreas
de derechos humanos, laborales, medioambientales y anticorrupción en nuestras
estrategias, operaciones y cultura, y a actuar en apoyo de las metas más
amplias de la ONU, especialmente los objetivos del milenio.
La
posición de la ética empresarial permite dos enfoques uno relacionado con la
interacción con la sociedad a la que sirve y otro que se refiere al
funcionamiento interno, podría hablarse de un tercer nivel, como apunta De
George y que hace referencia a la industria en concreto en la que ejerce la
actividad. En ningún caso debe ser un inventario de exigencias y obligaciones
de la empresa para que las decisiones tomadas tengan el oportuno respaldo
social.
Debemos
tener presente que la visión ética de la empresa, es reciente en el tiempo, de
hecho nace en los Estados Unidos en la década de los años setenta del siglo
pasado y posteriormente en los ochenta en Europa y Japón. El Pacto Mundial de
las Naciones Unidas, auspiciado por Kofi Annan Secretario General de las
Naciones Unidas de cara al Foro Económico Mundial de 31 de enero de 1999, es en
opinión de Richard T.De George ( Richard T. De George, Historia de la ética de
los negocios, Valores y ética del Siglo XXI, BBVA, 2012)) la fecha de inicio de la ética empresarial a
escala internacional, aunque los primeros textos esta disciplina datan de 1979,
después del curso citado autor desarrolló sobre esta rama de la ética y que
distribuyó entre 900 profesores de escuelas de negocio y de departamento de
filosofía.
Es necesario volver a reconciliar la confianza
de la empresa con la sociedad ya que se encuentra fracturada y de manera
singular con el sistema financiero. No
olvidemos las conclusiones del grupo de trabajo de Gobierno Corporativo de la
OCDE de 2009 cuando dice que la crisis financiera puede ser atribuida en una
medida importante a los fallos y debilidades en el gobierno corporativo.
La
crisis de mediados del verano de 2007, en opinión de Eduardo Arbizu ,en su
trabajo La ética en el sistema financiero, BBVA, 8 de abril de 2016, se
atribuye a errores de política monetaria, valoración de riesgos, endeudamiento
público y privado, así como laxitud regulatoria y supervisora, en una
concatenación de conductas poco éticas en los protagonistas del sistema
financiero. Podemos estar de acuerdo con la opinión del profesor de la LSE Paul
de Grauwe cuando la define como “crisis autoinfligida”, donde todos los
intervinientes del mercado financiero provocaron ellos mismos la debacle
financiera mundial, con las consecuencias conocidas por todos.
Llama
la atención que con anterioridad a la citada crisis, ya se habían dado pasos
hacia la responsabilidad social y medioambiental de la banca, nos referimos al
“Principio de Ecuador” de 4 de junio de 2013,
refrendado por 10 bancos de 7 países, y donde se comprometen a establecer
procedimientos de análisis de proyectos de financiación según los principios
reguladores y validados o revisados por expertos independientes.
Comprobamos
que la deficiencia de la valoración de riesgos, tiene un componente ético y no
de falta de fundamentos técnicos. Este argumento nos refuerza en el propósito
del trabajo. El informe del The Institute of Business Ethics del Reino Unido de
2014, confirma estos fallos, y así el 38% de las quejas de la forma de hacer
negocio le corresponde al sector
financiero, muy por encima del 14% del segundo sector que era del comercio
minorista.
Una entidad o sector industria puede ser
generador de escenarios de crisis, se está debatiendo e intentando medir el
riesgo sistémico para entidades financieras o aseguradoras, en este último caso
una aseguradora, aunque pueda parecer un
contrasentido, en sí misma puede ser por su actividad una generadora de riesgo.
Para
llegar a definir la llamada ética
financiera, a la que el seguro pertenece, los expertos proponen tres vías de
aproximación.
-Desde
el mero cumplimiento de las obligaciones profesionales.
-Desde
la responsabilidad social corporativa.
-Como
una alternativa al modelo tradicional del sistema financiero, la conocida como
banca ética.
Debemos
tener presente que una empresa ya sea
financiera o no, contribuye a la sociedad con sus posicionamientos
tecnológicos, nuevos modelos de ventas y de aproximación al cliente, métodos de
gestión lo que supone que en aquellos mercados, sociedad a la que sirve,
modifiquen sus comportamientos en la percepción y necesidad de cobertura de
riesgo.
Fred Kiel en su obra “The real reason leaders and their companies win” (2015) analizó durante 8.000 horas a 100
Consejeros delegados, concluyó que los Consejeros
éticos se caracterizan por cuatro principios: Integridad, responsabilidad,
perdón y compasión, estos dos últimos se consideran relevantes para entornos de
innovación. Otra conclusión interesante fue que el entorno ético reduce el
riesgo empresarial y que el 26% de los trabajadores se sentían más
comprometidos con la empresa.
Por
ello la empresa aseguradora debe reforzar
su misión como proveedor a la
sociedad a la que mutualiza el riesgo de eventos y por ello su actividad es un
elemento central del bienestar social.
Es sentido contrario la entidad debe evitar el denominado capitalismo de
casino, de corrupción y de codicia. La literatura tradicional del seguro nos
habla del riesgo moral haciendo referencia a actitudes no deseables por parte
del solicitante del seguro, pero el riesgo moral es también una posición en la
que puede incurrir el asegurador en la medida
las entidades que participan en el mercado pueden incurrir en
situaciones de especulativas no apropiadas.
Cada
entidad determina su propio
posicionamiento en la sociedad a la que sirve (valor social o función social),
sus accionistas y empleados, su visión de ecosistema de gestión del riesgo
tendrá su efecto en la propia medida individual del evento asegurable. Es más,
un modelo ético corporativo debe definir la propia política de asunción, o en
sentido contrario, evitación de riesgos. El posicionamiento de los valores al
ser a largo plazo significa que los modelos de riesgos son estables y
sostenibles en el tiempo facilitando la métrica del apetito al riego. Un primer
paso en este fin es la de no comercializar productos que se consideran
éticamente dudosos, opacos o altamente especulativos, actuando con lealtad al
cliente bien directamente o vía los intermediarios financieros.
Recordemos que con datos de 2015, en el mundo hay unos
600 billones de dólares de capital especulativo, del cual 1,5 millones circula
diariamente en busca que ganancias mayores.
No
debemos dejar de mencionar los compromisos de autorregulación de grupos de
entidades que tratan de establecer medidas éticas sectoriales que aúnan los
intereses de una determinada industria, en estos casos se podría debatir si se
produce una indiferenciación en el
precio del seguro de los valores compartidos.
6-5
La sociedad civil
La
opinión pública organizada en grupos de interés o la propia opinión publicada
condiciona y alteran la forma de entender el aseguramiento de los riesgos o la
medida de los mismos. En cierto modo constituyen un acelerante de la posición
ética de la sociedad antes de que el derecho actúe, pues este suele ser
conservador y cierto carácter estático. El consumidor ético impulsa al cambio
en la industria del seguro.
No
deja de ser interesante conocer el origen histórico de la llamada sociedad
civil, nos tenemos que remontar a la Edad Moderna donde en el ambiente de
liberalismo, se quiso separar la libertad de los individuos frente a sus
gobernantes, en este contexto, la “civil society” de John Locke en el siglo
XVII derivó en que esta idea tuviera un propósito económico, al separar los
intereses de la actividad empresarial de la burguesía del gobierno del Estado.
Sociedad civil era en definitiva como sostiene Javier Muguerza, sociedad
mercantil. En nuestro tiempo, la sociedad civil tiene otras connotaciones más
asociadas a la organización de personas que se oponen a la hegemonía política,
mediante movimientos sociales que quieren cambiar un aspecto concreto del mundo
que no les parece justo.
Podríamos
incluso calificar, siguiendo a Celia
Amorós acerca de los movimientos sociales, como el “laboratorio” de la innovación moral de los
sistemas y relaciones sociales, con nuevas formas de percibir la vida
individual y la solidaridad social. La sociedad política debe entender e
incorporar los nuevos valores que le propone la sociedad civil, a modo de
confluencia y evitar el estado de conflicto de interés permanente como si
fueran dos realidades antagónicas.
Las
diferentes formas de asociación de los individuos, donde podemos incluir el
voluntariado, donde mutualizan sus intereses configuran un estadio primario de
derechos y libertades que determinan nuevas prácticas sociales que modifican y
redefinen la autonomía personal o el entendimiento de la diversidad. El
reconocimiento por parte del derecho genera tensiones pues requiere alterar el
perímetro de los de los derechos humanos individuales y hace aflorar una cierta
incoherencia ética.
La
irrupción de lo que De George califica
como ciudadanos corporativos ,cuyo
origen viene de las posiciones de las ONG, fuerzan a las empresas y estados al
triple resultado contable, esto es lo económico, medioambiental y social,
superando como ya hemos apuntado la visión meramente economicista de la
actividad empresarial. Esta nueva denominación de ciudadanos corporativos tiene
mucho recorrido de reflexión y de hecho el Pacto Mundial de las Naciones Unidas
se identifica así mismo con la ciudadanía corporativa donde se incorpora la
responsabilidad social corporativa y la ética empresarial.
La
sociedad civil al proponer la firma de contratos sociales con la clase política
para que esta los incorpore en el ordenamiento jurídico, se configura como uno
de los impulsores de las nuevas realidades que la industria aseguradora debe
observar en un ejercicio hermenéutico continuo. El seguro tratará de buscar
relaciones fiables con estos nuevos actores, sabiendo que las soluciones
finales para incorporarlas en la “casa del riesgo común” son tan
complejas que pudiéramos pensar que hemos cambiado de actividad. El
teólogo brasileño Leonando Bolf propone
una sociedad con mercado en vez de una economía de mercado, la economía
colaborativa que fluye en la sociedad del tercer milenio estaría cerca de este
manifiesto, donde el deber de
solidaridad y altruismo se manifiestan en una sociedad que ha perdido mucho de
su sentido pertenencia a una comunidad.
En
esta nueva economía del tercer milenio, el consumidor ha tomado el mando de las
relaciones comerciales, dejando atrás lo que el sociólogo Thorstein Weblen en
1989 acuñó en su libro la Teoría de la Clase Ociosa, como consumo ostensible que ha sido la relevante en las sociedades del
siglo XX donde la seña de identidad era el estatus alcanzado mediante la
posesión de objetos. Los nuevos consumidores se han decantado por la “ sharing
economy” o economía colaborativa que se estima que en 2025 alcanzará un volumen
de negocio de 325.000 millones de dólares, muy por encima de los 15.000
millones de dólares de 2015. Esta nueva economía recibió en el periodo
2009-2015 fondos por 23.000 millones de dólares. Por su especial relevancia
para el seguro dedicaremos un capítulo a este fenómeno dentro de insurtech, y
que es tan disruptivo que tendremos dificultades en identificar el interés
asegurable. En
esta nueva visión, las aseguradoras que apuesten por este camino impulsor del cambio ,deberán a su vez identificar
las palancas de valor que les permitirán el posicionamiento en el mercado como market maker generando ventajas
competitivas sostenibles que redunden en fortalecer la imagen de marca
innovadora y todo ello la consecución de ingresos recurrentes ajustados al
riesgo incurrido.
La
llamada agenda ética para la economía, propone el fortalecimiento del
voluntariado, el emprendimiento social, la responsabilidad social corporativa y
de los poderes públicos para eliminar el escándalo que significa la pobreza y
las desigualdades en el mundo. La sociedad civil se configura como una fuerza
determinante de la sociedad del siglo XXI.
Por
incluir alguna cifra, la encuesta de Foroética en un sondeo de 2104, nos dice
que el 44% de los españoles declara haber dejado de consumir un producto por
razones éticas, sociales o medioambientales.
Podríamos
considerar a la llamada generación Z ( nacida entre 1994 y 2000) o también
conocidas como millennials como un grupo organizado de sociedad civil, para
nuestros efectos podemos asumir esta
premisa, pues bien, en un artículo publicado en el diario el País el 3 de mayo
de 2015, página 39, titulado Generación Z quiere cambiar este mundo nos dice
que esta generación será el 75% de la fuerza laboral del mundo en 2025, no
quiere solo que le personalice la oferta, sino que exigen participar en la
creación del producto, Además son muy activos socialmente y preocupados por
desigualdad económica y social.
Es
evidente que la forma de acercarse al seguro de esta generación será distinta a
la que hoy conocemos y el propio artículo nos aporta referencias útiles para
proveer de coberturas asegurables. La exigencia de empoderamiento de los
millennials en su relación con el seguro, encontrará una respuesta en productos
gamificados o alguna de las soluciones Insurteh, de las que trataremos en
capítulos posteriores, en todo caso el precio del seguro o el servicio no será
el atributo de compra sino compartir un proyecto con la aseguradora, es decir
compartir experiencias y con un nivel de autonomía en las decisiones de compra
que será mayor en seguros que no requieran coberturas complejas.
El
asegurado de las próximas décadas al demandar soluciones gamificadas se hace
explicita la necesidad del ser humano de interactuar y comunicarse, el engagement
( compromisos) por el que se generan vínculos emocionales con la marca
posibilita el vínculo bidireccional de experiencias compartidas, de esta manera
el asegurado siente que está co-creando con el asegurador el producto.
Las
cifras de uso de tecnología en este grupo profesional, nos aportan certeza de
la oportunidad de las soluciones insurtech que veremos en capítulos
posteriores, los millennials destinan más de 18 horas al día a consumir medios,
revisan su Smartphone al menos 43 veces al día, el 71% sus redes sociales.
Nos
es difícil identificar, además de la visión de la sociedad civil los nuevos
retos que requieren respuesta aseguradora, internet, el ciberespacio,
transgénicos, cambio climático, terapias genéticas, exoesqueletos, salud digital….,
son solo unos ejemplos que nos deben llevar a tomar posición ética o incluso
legitimidad ética.
Las
nuevas realidades personales que intensifican la diversidad del género humano
deben ser observadas por el analista de riesgos con la dificultad de que el
derecho bien global o local tardará en actuar, produciendo un espacio temporal
de incertidumbre añadida que debe ser incorporado en el modelo, y solo los
principios éticos universales pueden servir de guía para poder actuar.
Por
otra parte, la deriva de la sociedad hacia actitudes éticas, podríamos pensar
si se convierten en mitigantes de determinados riesgos, la mayor
responsabilidad de los individuos en su interacción con la sociedad reduce la
exposición al daño. Por ejemplo actitudes cívicas en la conducción, cuidado
personal de la salud evitando hábitos no saludables, compromisos con el medio
ambiente, derivan en colectivos asegurables con menor siniestralidad probable.
Esta
perspectiva inédita del beneficio de la ética sobre el riesgo, puede ser prometedora
para reforzar la toma de interés del
asegurador, en cierta medida quizá de manera inconsciente por los aseguradores
el desarrollo de programas y productos que promueven comportamientos saludables
contribuyen a este buen fin. Dedicaremos un capítulo a este tipo de iniciativas
que ciertamente suponen un cambio disruptivo en la visión estática de los riesgos asegurados, pues el asegurador
asume una función social adicional como es la que la comunidad de asegurados
camine hacia una supervivencia social mayor y de más calidad.
El
asegurador disminuye sus riesgos, aumenta su valor empresarial, mejora la
reputación social y explora nuevas vías de negocio en un mercado que es muy
maduro. Todo ello bajo la acertada opinión de Mateo Valero, director del
Barcelona Supercomputing Center cuando dice
quien no computa no compite, donde el
uso de la tecnología de modelos avanzados estadísticos será una de los
impulsores de la diferencias competitiva, este escenario es inédito en un
mercado como el asegurador donde el precio era muy homogéneo entre entidades.
Pero debemos evitar que estos nuevos impulsores
éticos promovidos por el asegurador, no deriven en los que el profesor de ética
de la Universidad Autónoma de Madrid, Diego Garrocho ( Rodríguez-Pardo, JM,
Garrocho, D.S ,Diálogo entre el actuario y el filósofo, Revista Actuarios nº35,
2014) denomina el riesgo de que la ética de los negocios se convierta en el negocio de la ética, donde solo
busque un reconocimiento mediático que logra beneficios en la propia
comunicación y aumenta el valor de la marca.
Para
que la ética de los negocios, no sea un ejercicio se simulación carente de
honestidad, Doane en 2005, (Doane,D. (2005) The myth of CSR, Standford Social
Innovation Rewiew, Stanford University Graduate School of Business Fall 2005)
estableció los cuatros mitos de la responsabilidad social corporativa:
-Los
mercados pueden compatibilizar los resultados económicos-financieros a corto
plazo con la consecución de beneficios sociales a largo plazo para el conjunto
de la sociedad.
-El
comportamiento ético del consumidor dirigirá el cambio,
-Habrá
una carrera competitiva entre empresas por alcanzar la excelencia en materia
ética.
-En
una economía global, los países competirán por alcanzar las mejores prácticas
éticas
6-6 La regulación-supervisión.
El
ordenamiento jurídico y los mecanismos de supervisión contribuyen al buen
funcionamiento del sistema de aseguramientos de riesgos, defiendo los intereses
de todos los intervinientes en el mercado organizado. Si la regulación y la
supervisión no es la adecuada el mercado se convierte en ineficiente y falto de
transparencia.
La
visión social de la economía, fue introducida por Alemania, en el Tratado de
Lisboa de a de diciembre de 2009 en su articulo 3.1 de su versión consolidada
quedando la redacción como sigue: La Unión Europea establecerá un mercado
interior. Obrará en pro del desarrollo sostenible de Europa basado en el
crecimiento económico equilibrado y la estabilidad de precios, una economía
social de mercado altamente competitiva..., este principio aplicado al seguro
refuerza la vertiente solidaria en detrimento de la especulativa o apuesta
sobre las personas o las cosas.
La
regulación que se derive de este principio fundacional de Europa deberá dar cumplimiento
corrigiendo situaciones pasadas que dieron lugar a la crisis. Y es que la ausencia de regulación o la desregulación
fueron una de las causas que se han
identificado como detonantes de la crisis financiera mundial de 2008. En la
comparecencia de Allan Greenspan en el Congreso de los Estados Unidos en 2009,
reconoció que creía que las instituciones financieras se autorregulaban y
protegían los intereses de sus
accionistas pero no lo hicieron, y continúa: todo el edificio intelectual que
hemos construido se ha venido abajo.
Esta
experiencia de laxitud en la regulación, nos debe llevar a pensar que los
principios éticos deben estar incorporados en el ordenamiento jurídico
propiciando un marco que limite conductas especulativas indeseables. Pero la
opinión sobre la necesidad de regulación adecuada no es unánime, de hecho
algunos emprendedores de Silicon Valley sostienen que la regulación es un
anacronismo y un obstáculo, donde los nuevos valores sociales se ven amenazados
por las leyes de protección de datos.
En
relación con los valores éticos, el derecho incorpora con cierto retraso en el
tiempo los postulados de la sociedad, nuestro propósito es, como ya hemos
apuntado, es situarnos en un plano superior al ordenamiento jurídico. Este
análisis tiene su cierta complejidad pues la llamada Gobernanza Global trata de
armonizar en todos los territorios los valores llamados universales y
específicamente en el ámbito de ética es donde se han producido avances más
relevantes y alteran el derecho de los Estados. Bien es cierto que en los
países democráticos esta disociación no se produce, pero si en determinados
países es una realidad. Aun así, para el mundo llamado desarrollado las
instituciones Globales pueden infligir conflictos éticos en el ecosistema del
riesgo donde se mide el riesgo.
Y es en la regulación donde pueden aflorar controversias, como las que se están
acentuando en la selección de variables de los modelos actuariales y la
sucesivas eliminación de alguna con valor estadístico por razón de prohibición
por razón legal, como sería el caso del uso del género. Esta interpretación del
derecho de los postulados éticos de no discriminación como prácticas no
apropiadas en los modelos de de precio, ha merecido ya un análisis específico.
Debemos
tener presente que el debate ético en ocasiones se enfrenta a lo que se viene a
denominar como adhesión al marco
regulatorio por el cual el individuo debe aceptar las reglas establecidas
por el ordenamiento jurídico aunque este no siempre este alineado con los
principios éticos. Si esto se produce en el ámbito de los elementos que
conforman el precio del seguro el conflicto se manifiesta al margen de la
posición personal del analista del riesgo. Este conflicto en filosofía se
conoce como el uso privado de la razón,
donde debemos obedecer una norma al margen de nuestro juicio crítico que
pudiera derivar en actuaciones
diferentes a las establecidas en la ley.
Ahora
bien, si la función del derecho es armonizar comportamientos, esto supone una
homogeneización en la forma de medir y gestionar el riesgo, este efecto en
los casos de excesiva regulación puede
alterar el funcionamiento del sistema de seguros privados, evitando la
diferenciación del precio por criterios técnicos.
Y
en relación con la supervisión como garante de principios esenciales del
seguro, le corresponde regular a la supervisión de mercado:
-Mecanismos
de solidaridad
-Posibles
asimetrías
-Externalidades
negativas, que perjudican la eficiencia del mercado y los intereses de los
asegurados.
-Solvencia,
como mecanismo de ajuste de la mano
invisible del mercado, la quiebra del sector asegurador puede destruir la
estabilidad de la sociedad.
-Promover
el bienestar social y comunitario
En
la regulación bancaria internacional, como es el Banco Internacional de Pagos
de Basilea, en su documento de octubre de 2010 de Principios para la mejora del
gobierno corporativo, sugiere que la cultura corporativa que apoye la conducta
responsable y profesional es un pilar esencial del buen gobierno y anima a la
formulación de “código de conducta” por los órganos de administración. Cinco
años antes el mismo Organismo recordaba la necesidad de que la función de
cumplimiento comenzase por la alta gerencia de las entidades y así la
honestidad e integridad de los empleados puede hacerse realidad.
Y
en esta línea de principios la regulación financiera y aseguradora, está
desarrollando un cuerpo normativo con tres líneas de actuación:
-Identidad
de información del producto entre el comercializador y el cliente final.
-Imposición
al comercializador de un deber fiduciario de tutela de los intereses de su
cliente, obligándole a velar por la conveniencia de sus inversiones o productos
de seguros
-Prohibir,
en su caso, la comercialización de productos considerados complejos
José Miguel Rodríguez-Pardo