domingo, 30 de julio de 2017

Ensayo sobre ética aplicada a la medida del riesgo y seguro (6-2)

 6.3 El analista del riesgo

El denominado juicio experto del profesional que mide el riesgo, incorpora en cada decisión un juicio moral que condiciona la decisión final del precio,  y además esta decisión debe ser  prudencial. En la profesión de actuario se denomina como juicio actuarial que viene a aunar la experiencia  y el conocimiento sobre situaciones ya vividas, y que ante una nueva decisión la resuelve a modo de “corazonada”.  Decía Kant en la Crítica de la razón pura que el juicio era la facultad de pensar lo particular como contenido en lo universal, entendido universal como una regla o una ley,  y además sostenía que el juicio no puede ser aprendido, es un talento demasiado peculiar para ser adquirido.

Nos interesa particularmente reflexionar en qué medida ante un mismo riesgo, sea quien el analista del riesgo, las decisiones de la medida de la contingencia es la misma, decía H.Putman que la frontera entre los juicios de valor y los juicios de hecho es terriblemente permeable, por lo tanto como dice Diego Sebastián Garrocho ( obra citada) la cuestión a resolver es como reducir al máximo la subjetividad de nuestras evaluaciones.

Podríamos argumentar que el Juicio Actuarial, es una contradicción en sus propios términos, ateniéndonos a la definición canónica de juicio, que la tomamos del propio Kant, quien dice que un juicio moral no puede ser opinable, al contrario debe mandar el principio de plena certeza ( völlige Gewissheit) a no ser que renunciemos a la objetividad del conocimiento, y por otro lado Actuarial lo podemos entender como la medida de lo contingente, probable. Para resolver este aparente oxímoron, debemos aceptar la acepción de juicio como acto prudencial y no tanto el contenido moral de la ética clásica o adoptar una visión ética propuesta por  Davis Hume donde reflexiona acerca del deber y no deber o por el contrario, el es y no es, lo que se conoce en su obra como el ought passage. La discusión ética es muy prolija y se centra en que la descripción de un suceso, en nuestro caso, es distinta si decimos deber ser o es, en el primer caso como dice Norbert Bilbeny ( obra citada)  requiere observación y explicación ( that it should be observed and explained), este mismo dilema se plantea en la función actuarial, pues debe apostar por modelos estadísticos descriptivos o normativos. Con esta visión entre lo que es y debe se encuentran las dos disciplinas, demostrar o no neutralidad ante la observaciones o acciones, y en este sentido valoraremos si es cierto lo que dice el jurista Laurence Tribe quien sostiene que el propio hecho de medir anestesia el juicio moral. En esta línea argumental nos preguntamos si el hecho de medir es éticamente neutro

En el contexto actual de aproximación a la medida de las contingencias, podríamos pensar si la ciencia actuarial está abandonado su pertenencia al ámbito de las ciencias social y encuadrándose con mejor acomodo en las ciencias cuantitativas como pueden la estadística o matemática, con lo que la metodología científica de observación de la realidad humana es distinta y en este caso nos interrogamos si la ciencia actuarial tal y como la hemos manejado ha sido derrotada en el sentido más solidario de las soluciones propuesta para la medida del riesgo a favor de la soberanía individual de lo que ya se conoce como "el hombre transparente". En este escenario Diego Garrocho ( obra citada) nos planea otro tema para la reflexión, nos dice que tradicionalmente se ha considerado que el conocimiento ha de ser siempre positivo e, incluso, se ha subrayado su dimensión salvífica: conocer es siempre mejor que no conocer, y nos interroga si necesariamente el conocimiento es siempre deseable.

La tecnología en este inicio de este tercer milenio permite el análisis de la causalidad de un evento con tal precisión que el riesgo de convertir en número (cosificar)  la identidad biológica-psíquica-social de una persona se manifiesta de manera evidente, y en este escenario el analista del riesgo no debe desbordar el límite de  establecer patrones morales convertidos en sobreprecio de la contingencia.

La cuestión que planteamos además del análisis del juicio moral, es si el juicio reflexivo actuarial (conjugación de los principios con la idea abstracta de la justicia) es sustituible por algoritmos de aprendizaje profundo, superando el conocimiento humano. Si el actuario o suscriptor de riesgos lo encuadramos en las profesiones de riesgo por la informatización, algunos estudios consideran que tienen entre un 50%-60% de ser reemplazados por la máquinas, aunque hay ciertas dudas sobre este efecto, pues a medida que el proceso de análisis de riesgos se ha automatizado, la demanda del actuario es cada vez mayor. Por lo tanto aunque la capacidad de trabajo fuera finita, la conocida como  la  “falacia de la porción de trabajo”, no está claro que fuera ser de aplicación al suscriptor de riesgos.

 Volvamos al  principio de prudencia que  debe regir en cada una de las decisiones, este principio que viene de las aportaciones de la filosofía griega, Victoria Camps ( Camps Victoria, La aventura de la moralidad página 67, Ed Alianza Editorial, 2007, Madrid) nos habla de ello, y nos relata que se consideraba por  hombre prudente- el phrónimós- como aquel que sabe juzgar rectamente, tomar la decisión justa, en el momento oportuno ( el kairos), hacer lo que conviene en cada caso, esto es, el que a fuerza de intentar ser virtuoso, acaba siéndolo.

La prudencia, por tanto, nos habilita para hacer frente a entornos cambiantes, adoptando la respuesta justa a cada situación enfrentada. Para lograr alcanzar este principio virtuoso fundamental, se requiere en opinión de Jesús M Díaz Álvarez, en la aventura de la moralidad: formación, práctica y ejemplaridad.

No puede ser más oportuno, para nuestro análisis, la cita de Victoria Camps a propósito de  la consideración de la ética centrada en la prudencia del filósofo Pierre Aubenque que hace en su libro La prudencia de Aristóteles ( 1999) cuando dice que la es una ética consciente de la contingencia  y el azar que embargan irremediablemente la existencia humana. El mismo filósofo griego  cree que la prudencia, que la designaba con el término phrómesis,  tiene por objeto lo que es justo, noble y bueno para el hombre, y en su obra Ética a Nicómaco que es lo que en el orden práctico lo que la sensación en el orden teórico, es la sabiduría práctica.

 No encontramos mejor punto de encuentro entre la ética y la función profesional del analista de riesgos; dice Camps que necesitamos la ética porque tenemos que elegir aquello que puede ser de varias maneras porque depende de nosotros. En la ética kantiana se considera que no hay negociación posible con la realidad, pues no hay excepciones a manifestaciones a las máximas que sea susceptibles  de ser universales, en este el caso el deber ser.  Podemos apreciar un cierto conflicto a la hora de posicionar el juicio experto en cuanto que interpreta la realidad observable y emite juicio personal que pudiera diferir del de otro profesional, lo que le confiere a la medida de riesgo una carga de subjetividad. Este conflicto ético ha sido objeto de estudio por los filósofos expertos en ética, si apelamos a la definición de virtud  del propio Kant  para disolver el dilema, cuando dice, solo hay una virtud, la virtud entendida como conformidad de la voluntad con todo deber, fundada en una intención firme, es sólo, como todo lo formal, una y la misma.( Kant,I. La metafísica de las costumbres, 1989 Ed Tecnos.Madrid).

El juicio científico o la fundamentación a priori de todos nuestros conocimientos, conforma nuestra leyes de entendimiento de la causalidad de los sucesos, esta  definición moderna no lo es tal, recordemos a Virgilio aludiendo a Lucrecio: Felix qui potuit rerum cognoscere causas! ( feliz quien puedo conocer las causas de las cosas) .Del   modo  personal de entender la relación entre el sujeto y el objeto (nuestro caso contingencia) que queremos estudiar,  nace la subjetividad, lo que conforma el juicio experto, si bien debemos evitar que se convierta en lo que algunos pensadores llaman individualismo ético. Esta información a priori que disponemos cuando medimos el riesgo, se incorporará en los modelos de riesgo conocidos como bayesianos, que analizaremos en el capítulo de modelos aplicados al riesgo.

El Colegio Nacional de Actuarios de México (CONAC), en su Código de Ética y Conducta de 28 de noviembre de  2010 en su artículo 1.2 de Principios Generales dice que todo Actuario, por el hecho de serlo, está obligado a actuar con Ética, con particularidad énfasis en la honestidad, integridad, imparcialidad, prudencia, alto sentido de probidad y buena fe. El Código, es una iniciativa que merece ser reconocida como refuerzo a la necesidad de componer unas guías de actuación en el marco de ética aplicada a la medida del riesgo.

  En lenguaje actual y aplicado al mundo empresarial, se puede definir el hombre prudente  como aquel por el que las decisiones sobre determinadas acciones se basan en lo que es más probable que genere beneficios a largo plazo, en lugar de ganancias inmediatas, otros filósofos elevan la prudencia a virtud por la cual elegimos el bien en cada caso concreto. Pero debemos advertir que la prudencia es compatible con la “curiositas” por mantener  despierta la capacidad de observación, término que nos recuerda a la  conocida exhoratación de Kant de  “sapere aude“ (¡atrévete a saber!) , verdadero lema de la Ilustración alemana ( Aufklärung),aunque algunos autores consideren que esta máxima lleva implícito una emancipación de las tutelas de las nomas y por lo tanto empuja a la libertad de conciencia y autonomía en las decisiones. Esta discusión se aleja de nuestra reflexión y no le damos más recorrido.

El ejercicio del compromiso de la responsabilidad personal en el desempeño del ejercicio profesional, como se recoge en la encíclica Mater et Magistra de Juan XXIII de 1961, perfecciona la propia naturaleza del ser humano. En términos actuales podríamos llamarlo como evitar la imprudencia o nivel de cuidado inferior al que emplearía una persona razonable y prudente.

La apelación al juicio experto, pudiera presentar posiciones acríticas, en las que sus decisiones sean aceptadas por el mero hecho de ser dictaminadas por el experto, el experto actuaría de acuerdo con la exhortación categórica Kantiana de “obra sólo, según la máxima a través de la cual puedas querer que la misma se convierta en Ley Universal” (Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Ed Ariel ,1999, Barcelona), esta posición de oráculo  o de  superioridad moral  en la toma de decisión es un riesgo  se debe evitar con mecanismos de contraste de las decisiones individuales.


Y no dejemos de señalar que  decisión  del analista debe tener presente el principio ético, no necesariamente legal,  de rendición de cuentas que se sostiene sobre el implícito del reconocimiento de las obligaciones sociales de toda decisión empresarial, principio que pertenece a la nueva economía de la responsabilidad que ha sustituido al libre mercado  propio de comienzos del siglo XX.



-La competencia profesional.  Según sea las habilidades  personales según los conocimientos de  técnicas de medida del riesgo, los resultados serán diferentes ante la misma observación del riesgo. La experiencia es difícilmente trasladable y por lo tanto su métrica se antoja complicada. La sabiduría del límite en la aceptación de un riesgo sin caer en la imprudencia es propio de la conducta humana.

El analista de riesgo que trabaja dentro del sistema financiero-asegurador en un entorno institucionalizado que tiene su función muy definida por las normas legales, pero esto solo debe ser una condición necesaria ,pero no suficiente, pues, como dice el filósofo Javier Gomá en Ejemplaridad pública ( 2009) existe un plus de responsabilidad moral extra jurídica. Además, por otra parte, este marco de actuación legal  puede limitar la necesaria actitud de activismo profesional necesaria para poder recontextualizar su función en este nuevo ecosistema del riesgo.

Desde los postulados éticos se considera que un error por incompetencia profesional no es un acto inmoral sancionable, ahora bien, si los errores cometidos se cometen de manera reiterada, entonces estamos ante negligencia. Estas situaciones deben encontrar adecuada respuesta en los códigos deontológicos profesionales, de alguna manera  el compromiso de actualización en las competencias requeridas en la práctica profesional, pueden mitigar estos actos morales no deseables. Volvemos a citar el Código de Conducta de los actuarios de México que en su artículo 1.10 obliga a los actuarios a mantener actualizados sus conocimientos en las áreas relevantes de su desempeño profesional, sobre todo en lo relativo a los problemas que afectan a su comunidad.

 El profesor John R. Boatright de la Universidad de Loyola en Chicago, nos dice que si es una cuestión ética determinar cuándo la competencia se convierte en inmoralidad, aspecto no sencillo de resolver pues no hay intención de daño. ( Boatright, J.R. La ética de la gestión de riesgos: Una perspectiva poscrisis. Valores y Ética en el Siglo XXI, BBVA, 2012)

Este debate se complica aún más, en determinadas operaciones de seguro que tienen un vencimiento a muy largo plazo, donde el analista del riesgo utiliza herramientas técnicas de gestión de riesgos en la fecha de inicio del contrato propias del conocimiento científico del momento, la deriva de la sociedad en el tiempo que puede considerar discriminantes ciertas prácticas, nuevos riesgos no medidos en ese momento e incluso nuevas técnicas de riesgos, pueden hacer concluir que el riesgo original no se hubiera formalizado en esas condiciones contractuales. Esta situación que no ha sido extraña en los contratos de seguros no es un problema de incompetencia profesional pero si tiene consecuencias gerenciales a largo plazo, separar las causas no es nada sencillo.

Y encontramos un elemento adicional de mala praxis profesional, es lo que se conoce como “necesidad compulsiva de experiencias de vértigo con el premio del reconocimiento económico y social”, esa praxis  se observó en la crisis financiera de 2009  en determinados profesionales del sistema financiero, donde se prescinde de todo comportamiento ético y sin ningún sentimiento de culpa.

Podríamos concluir este apartado, afirmando que la competencia profesional no puede ejercitarse  si la necesaria rectitud ética.

La formación académica y competencias profesionales exigidas al analista del riesgo de manera generalizada en todos los territorios  se han centrado  exclusivamente en lo que se conoce como lo cuantitativo. Este escenario que creemos propio del inicio de este milenio, no lo es tal, y nos recuerda al huerto de Acadamo de Platón cerca de Atenas, donde estableció la Academia filosófica y en el dintel de la puerta advertía: No entre quien no sepa geometría ( hoy sería matemáticas).

 Esta primacía de lo cuantitativo debilita, cuando no ignora, el juicio crítico  de la decisión donde el comportamiento ético- honorabilidad y profesionalidad- debe estar presente en la actividad cotidiana profesional. Quizá sería oportuno recordar  que Kant, desde la Cátedra de Metafísica de su ciudad natal de Königsberg, no les daba otra consigan a sus alumnos que la de  pensar por cuenta propia. En términos contemporáneos la podríamos asimilar a la exhortación habitual en las escuelas de negocios: Just Stop and Think , esto es, se enseña la importancia de pararse a pensar.

  Esta máxima no la percibimos que esté presente en el frontispicio de la entrada del aula donde se aprende a medir y gestionar el riesgo, donde lo que impera en la relación profesor-alumno es garantizar competencias, entendidas estas como conjunto de técnicas  estadísticas y actuariales complejas que habilitan para el ejercicio profesional, olvidándonos de lo que decía Sócrates en el Banquete: Estaría bien que la sabiduría fuera una cosa de tal naturaleza que, al ponernos en contacto unos con otros, fluyera del más lleno al más vacío de nosotros, como fluye el agua en las copas, a través de un hilo de lana, de la más llena a la más vacía.

La formación ética y deontológica bien está ausente de los programas de formación de grado, máster y en el ejercicio profesional o si lo están su peso es desproporcionadamente inferior a la visión cuantitativa del buen gerente de riesgos. Evaluar cuantitativamente los conocimientos de esta disciplina y la propia ética podríamos calificarlo de oxímoron, pues la ética no debe ser recompensada                    ( remuneratio) , es un comportamiento que contribuye  a hacernos más justos, felices y contribuir al bienestar. Y es más, sería aconsejable hacer realidad el aforismo de Nietzsche " Nula ethica sine aesthetica" ,por el que el ejercicio profesional debe disponer de instrumentos eficaces que le permitan y garanticen el ejercicio ético de su actividad sobre estándares de excelencia aunque estos, como diría Diego Garrocho, fueran utópicos. Es más, bien podríamos afirmar que el comportamiento ético debe preceder al pragmatismo técnico.

Debemos tener presente que la ética empresarial se convierte por primera vez como disciplina académica tan solo a finales de los años setenta en los Estados Unidos, cuando se incorporan filósofos y quienes tuvieron que vencer muchas resistencias por parte del mundo empresarial. La universidad, tiene su cuota-parte de responsabilidad en la crisis de 2009, al no asignar la importancia que se merece al management  ético y centrarse como indicador de éxito profesional, en aspectos tales como el beneficio, el ROE y la posición competitiva. Recordar la expresión kantiana de “la honradez es la mejor política” puede ser oportuno para introducir la ética en la gestión empresarial.

 Si particularizamos en los estudios de ciencias actuariales en España como los que les corresponden preparar profesionales que miden el riesgo, la deontología actuarial se ha incorporado a los planes de estudio y de manera no troncal  desde que estos se configuran como Máster, esto es así tan solo desde 2010 en los primeros centros que se adecuaron a estos programas.  Por tanto, se puede decir que esta disciplina es incipiente entre los profesionales que ejercen la profesión actuarial y que requiere un recorrido en el tiempo para que se asiente con el interés que requiera la sociedad, siguiendo el camino recorrido por esta disciplina que ya está incorporada como integrante de las ciencias sociales, después de superar los desencuentros entre los filósofos y los expertos en gerencia empresarial.

Esta disciplina, sería una aplicación práctica de los estudios de ética que se sintetizaron  en España con el profesor José Luis López Aranguren desde su cátedra de Ética y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid de la que fue titular desde 1955 y que comienza tomar cuerpo décadas después en su versión de ética empresarial como disciplina académica. En este recorrido histórico podemos afirmar que el comportamiento ético formará parte de la cualificación profesional.

La ética empresarial, según por Javier Arbizu (obra citada),  se entiende como estudio sistemático de los aspectos sociales y morales de la gestión, prácticas empresariales, los valores y los presupuestos de la responsabilidad social de la empresa. Y contempla seis niveles de interés ético:

-El individuo.

-La empresa.

-La cultura ética de los empleados y directivos.

-La del sector productivo.

-La de la nación, en relación con la legislación y regulación.

-El nivel mundial en su relación con la capacidad de afrontar riesgos morales.

-La impronta personal donde emergen valores culturales y podríamos decir que antropológicos que influyen de manera decisiva en la conformación del precio. El analista como agente moral debe tomar decisiones prudenciales y bajo la regla equidad valorando de manera consciente si su bagaje cultural altera el correcto justiprecio. El juicio moral puede disociar la realidad de un riesgo y la percepción personal de ese mismo riesgo.

Pero el juicio moral en la toma de decisiones no significa que el analista culpabilice al asegurado del riesgo al que se enfrenta, ni asignarle responsabilidad moral, se refiere a que el carácter personal del analista influye en la decisión del precio. El  fundador de la sociología como disciplina académica el filósofo y sociólogo francés  Émile Durkheim ( 1858-1917)  distinguía los juicios de realidad ( jugements de réalitê) de los juicios de valor ( jugements de valeur), los segundos se refieren a estimaciones relacionadas con ideales colectivos, estos no deberían ser incorporados en el juicio actuarial. En nuestro análisis, no hay que confundir la acepción de valor que le damos en este contexto, con el de valor económico del daño causado por la contingencia que medimos.

La definición de cultura propuesta por Geert Hofstede ( Geert Hofstede et al, 2010, Cultures and Organizations:Sofware of theMind.Nueva York: MacGraw-Hill.) como programación colectiva de la mente que distingue a los miembros de un grupo o categoría de personas de otros. Los valores de comportamiento personal  y culturales determinan desde la observación la forma de predecir y cuantificar nuevos comportamientos.

Los valores adquiridos desde la infancia, en todos los entornos donde un ser humano se relaciona, han demostrado que tienen. consecuencias en la gestión empresarial en la toma de decisiones complejas cuando el individuo adquiere responsabilidades.

El modelo de Hofstede que compara las sociedades nacionales con seis dimensiones nos sirve para conocer los atributos identificados como elementos que caracterizan la cultura, en este caso nacional. Las seis dimensiones son:

-Distancia del poder en relación con las desigualdades humanas.

-Evasión de la incertidumbre en relación ante un futuro desconocido

-Individualismo frente al colectivismo

-Masculinidad frente a femineidad

-Orientación a largo plazo frente al corto plazo.

-Indulgencia frente al control, en relación con el nivel de satisfacción del deseo de disfrutar de la vida.

Como afirma el propio autor del cuestionario, profesor de la Universidad de Maastricht, la cultura no se aplica a los individuos. Los individuos tienen personalidad, en las que influye solo en parte la cultura en la que crecieron. Utilizamos conclusiones de Hofstede para afirmar que  en el proceso de toma de decisión ante una observación que se quiere medir, la impronta cultural, es producto de nuestra imaginación, nos permite entender y predecir fenómenos del mundo real.

-La ética personal, relacionada con el punto anterior, pero preferimos realizar un análisis diferenciado, pues la impronta cultural no es sinónimo de valor ético. Este elemento debe ser el contrapeso al movimiento tecnocrático en el que se encuentra la profesión de analista de riesgo, donde prima el conocimiento cuantitativo sobre consideraciones de compromisos éticos, podríamos decir que el famoso sapere aude (atrévete a saber) de Kant quedara circunscrito a los modelos complejos estadísticos y dejando al margen la realidad personal del sujeto asegurado.

Un ejemplo de posiciones antiéticas en la industria financiera, que nos ilustra comportamientos personales que se produjeron en la etapa previa a la crisis financiera se recogen en el libro Directo al Infierno ( Ed. Deusto  2016) de John LeFebre narra experiencias vividas en su etapa en la que trabajo en Wall Street donde los profesionales daban prioridad a sus intereses delante del de sus clientes y el ascenso se producía mediante la violación de los conflictos de interés, la corrupción y el desenfreno, reproducimos tan solo tres de las frases que recoge el libro que se recogen en el libro:

 - Si solo puedes ser bueno en una cosa, sé bueno mintiendo…porque si eres bueno en la mentira, lo eres en todo.

 -Si digo "quédese con el cambio", es porque me da pereza recogerlo

-Jamás doy limosna a los indigentes. Mi conciencia no me permite recompensar el fracaso.


Tengamos presente que la conciencia individual no puede ser sustituida por sistemas de control legales o corporativos por muy estrictos que estos sean, la reflexión del filósofo alemán Martin Heidegger sobre los Holzwege ( Heidegger M. Holzwege, Frankfurt am Maim 2003) nos ilustran de los caminos que conducen a la perdición, el miedo al qué dirán, callar y dejar a los otros en la ignorancia. En muchas ocasiones estos miedos son los que pueden hacer que no se actúa conforme a los principios éticos.

Los especialistas en ética, se han ocupado del conflicto entre la obediencia al derecho y el derecho a la disidencia, en nuestro trabajo desarrollar este punto quedaría, tal vez, fuera de alcance, la desobediencia ética al derecho como la define González Vicén, como decisión que  la conciencia individual ha de tomaren su soledad constitutiva.

Aún así, creemos como en todos los ámbitos de la vida que pueden aflorar conflictos éticos en relación con las normas, que sin llegar necesariamente a la disidencia, si pueden requerir al menos objeción de conciencia actuarial, en un mundo donde las variables que explican una contingencia, aún siendo legales, pueden generar conflicto ético individual.


-La deontología profesional.  El analista de riesgo, en cuanto a observador moral, incurre en responsabilidad objetiva sus decisiones profesionales, entre las que se deben incluir los daños causados ya sean intencionados o no. La ética nos ayuda a definir responsabilidad, Norber Bilbeny ( obra citada, página195)  la entiende como la capacidad y hecho de  dar cuenta de nuestra acción y asumirla como propia.

Las decisiones del analista del riesgo que se materializan en un contrato de seguro que en ocasiones tiene un vencimiento muy amplio en el tiempo o incluso asociado a una vida humana, hace que se plantee un problema complejo tanto en el planteamiento como en el posicionamiento ético, nos referimos a las consecuencias que a largo plazo pueden derivar de las decisiones de medida y condiciones de acceso al colectivo asegurado que toma el analista con el conocimiento profesional en la fecha de la toma de la decisión y que pueden significar transcurrido el tiempo reprobables por la sociedad al variar los postulados éticos.


 6-4 La entidad que asume y gestiona el riesgo

La medida del riesgo puede  estar condicionada por la propia cultura corporativa donde se perfecciona el contrato del seguro. Los grupos de interés de una entidad condicionan  o incluso definen el modelo de reputación social de la entidad. Los principios de transparencia, prudencia gerencial y de integridad están presentes en los modelos más avanzados en la reputación corporativa, donde emerge un indicador de negocio desde el conocido como RAR ( Rentabilidad Ajustada al Riesgo) al de Rentabilidad Ajustada a los Principios. Propuesta de “capital simpatía”, resulta esclarecedora, la hace Victoria Camps y Adela Cortina en la Aventura de la Moralidad, y se refiere a la capacidad de las empresas de sintonizar con el público sin que tenga un principio de rentabilidad, ni sujeta a la cuenta de resultados.

Debemos advertir que la llamada Responsabilidad Social Corporativa, ha tenido detractores entre los economistas, el mismo Milton Friedman ( 1912-2006) la consideraba una doctrina subversiva en una sociedad libre ,en otros casos la posición ha sido más de escepticismo ante la necesidad de establecer códigos formales éticos una sociedad empresarial con ánimo de lucro.

La empresa debe ser identificada como  una organización de valores que quiere compartir con la sociedad en detrimento de la visión exclusiva de sus resultados  económicos de maximización del beneficio o el valor capitalización de mercado, haciendo compatible este propósito con el cumplimiento de las expectativas de sus grupos de interés ( stakeholders) medidas estas con indicadores de rendimiento social.

Un avance muy significativo en esta visión supuso la Declaración de Nueva York de la ONU de 2010  fruto de las sesiones de trabajo del Glogal Compact de las principales empresas mundiales donde se adquiere el compromiso de incluir los diez principios universales en las áreas de derechos humanos, laborales, medioambientales y anticorrupción en nuestras estrategias, operaciones y cultura, y a actuar en apoyo de las metas más amplias de la ONU, especialmente los objetivos del milenio.

La posición de la ética empresarial permite dos enfoques uno relacionado con la interacción con la sociedad a la que sirve y otro que se refiere al funcionamiento interno, podría hablarse de un tercer nivel, como apunta De George y que hace referencia a la industria en concreto en la que ejerce la actividad. En ningún caso debe ser un inventario de exigencias y obligaciones de la empresa para que las decisiones tomadas tengan el oportuno respaldo social.

Debemos tener presente que la visión ética de la empresa, es reciente en el tiempo, de hecho nace en los Estados Unidos en la década de los años setenta del siglo pasado y posteriormente en los ochenta en Europa y Japón. El Pacto Mundial de las Naciones Unidas, auspiciado por Kofi Annan Secretario General de las Naciones Unidas de cara al Foro Económico Mundial de 31 de enero de 1999, es en opinión de Richard T.De George ( Richard T. De George, Historia de la ética de los negocios, Valores y ética del Siglo XXI, BBVA, 2012))  la fecha de inicio de la ética empresarial a escala internacional, aunque los primeros textos esta disciplina datan de 1979, después del curso citado autor desarrolló sobre esta rama de la ética y que distribuyó entre 900 profesores de escuelas de negocio y de departamento de filosofía.

 Es necesario volver a reconciliar la confianza de la  empresa con la sociedad  ya que se encuentra fracturada y de manera singular con el sistema financiero.  No olvidemos las conclusiones del grupo de trabajo de Gobierno Corporativo de la OCDE de 2009 cuando dice que la crisis financiera puede ser atribuida en una medida importante a los fallos y debilidades en el gobierno corporativo.

La crisis de mediados del verano de 2007, en opinión de Eduardo Arbizu ,en su trabajo La ética en el sistema financiero, BBVA, 8 de abril de 2016, se atribuye a errores de política monetaria, valoración de riesgos, endeudamiento público y privado, así como laxitud regulatoria y supervisora, en una concatenación de conductas poco éticas en los protagonistas del sistema financiero. Podemos estar de acuerdo con la opinión del profesor de la LSE Paul de Grauwe cuando la define como “crisis autoinfligida”, donde todos los intervinientes del mercado financiero provocaron ellos mismos la debacle financiera mundial, con las consecuencias conocidas por todos.

Llama la atención que con anterioridad a la citada crisis, ya se habían dado pasos hacia la responsabilidad social y medioambiental de la banca, nos referimos al “Principio de Ecuador” de 4 de junio de 2013, refrendado por 10 bancos de 7 países, y donde se comprometen a establecer procedimientos de análisis de proyectos de financiación según los principios reguladores y validados o revisados por expertos independientes.

Comprobamos que la deficiencia de la valoración de riesgos, tiene un componente ético y no de falta de fundamentos técnicos. Este argumento nos refuerza en el propósito del trabajo. El informe del The Institute of Business Ethics del Reino Unido de 2014, confirma estos fallos, y así el 38% de las quejas de la forma de hacer negocio le corresponde al  sector financiero, muy por encima del 14% del segundo sector que era del comercio minorista.

Una  entidad o sector industria puede ser generador de escenarios de crisis, se está debatiendo e intentando medir el riesgo sistémico para entidades financieras o aseguradoras, en este último caso una  aseguradora, aunque pueda parecer un contrasentido, en sí misma puede ser por su actividad  una generadora de riesgo.

Para llegar a definir la llamada  ética financiera, a la que el seguro pertenece, los expertos proponen tres vías de aproximación.

-Desde el mero cumplimiento de las obligaciones profesionales.

-Desde la responsabilidad social corporativa.

-Como una alternativa al modelo tradicional del sistema financiero, la conocida como banca ética.

Debemos tener  presente que una empresa ya sea financiera o no, contribuye a la sociedad con sus posicionamientos tecnológicos, nuevos modelos de ventas y de aproximación al cliente, métodos de gestión lo que supone que en aquellos mercados, sociedad a la que sirve, modifiquen sus comportamientos en la percepción y necesidad de cobertura de riesgo. 

 Fred Kiel en su obra “The real reason  leaders and their companies win”  (2015) analizó durante 8.000 horas a 100 Consejeros delegados, concluyó que los Consejeros éticos se caracterizan por cuatro principios: Integridad, responsabilidad, perdón y compasión, estos dos últimos se consideran relevantes para entornos de innovación. Otra conclusión interesante fue que el entorno ético reduce el riesgo empresarial y que el 26% de los trabajadores se sentían más comprometidos con la empresa.          

Por ello la empresa aseguradora debe reforzar  su misión como proveedor  a la sociedad a la que mutualiza el riesgo de eventos y por ello su actividad es un elemento central del bienestar social.  Es sentido contrario la entidad debe evitar el denominado capitalismo de casino, de corrupción y de codicia. La literatura tradicional del seguro nos habla del riesgo moral haciendo referencia a actitudes no deseables por parte del solicitante del seguro, pero el riesgo moral es también una posición en la que puede incurrir el asegurador en la medida  las entidades que participan en el mercado pueden incurrir en situaciones de especulativas no apropiadas.

Cada entidad determina su  propio posicionamiento en la sociedad a la que sirve (valor social o función social), sus accionistas y empleados, su visión de ecosistema de gestión del riesgo tendrá su efecto en la propia medida individual del evento asegurable. Es más, un modelo ético corporativo debe definir la propia política de asunción, o en sentido contrario, evitación de riesgos. El posicionamiento de los valores al ser a largo plazo significa que los modelos de riesgos son estables y sostenibles en el tiempo facilitando la métrica del apetito al riego. Un primer paso en este fin es la de no comercializar productos que se consideran éticamente dudosos, opacos o altamente especulativos, actuando con lealtad al cliente bien directamente o vía los intermediarios financieros.

Recordemos  que con datos de 2015, en el mundo hay unos 600 billones de dólares de capital especulativo, del cual 1,5 millones circula diariamente en busca que ganancias mayores.

No debemos dejar de mencionar los compromisos de autorregulación de grupos de entidades que tratan de establecer medidas éticas sectoriales que aúnan los intereses de una determinada industria, en estos casos se podría debatir si se produce  una indiferenciación en el precio del seguro de los valores compartidos.

6-5 La sociedad civil

La opinión pública organizada en grupos de interés o la propia opinión publicada condiciona y alteran la forma de entender el aseguramiento de los riesgos o la medida de los mismos. En cierto modo constituyen un acelerante de la posición ética de la sociedad antes de que el derecho actúe, pues este suele ser conservador y cierto carácter estático. El consumidor ético impulsa al cambio en la industria del seguro.

No deja de ser interesante conocer el origen histórico de la llamada sociedad civil, nos tenemos que remontar a la Edad Moderna donde en el ambiente de liberalismo, se quiso separar la libertad de los individuos frente a sus gobernantes, en este contexto, la “civil society” de John Locke en el siglo XVII derivó en que esta idea tuviera un propósito económico, al separar los intereses de la actividad empresarial de la burguesía del gobierno del Estado. Sociedad civil era en definitiva como sostiene Javier Muguerza, sociedad mercantil. En nuestro tiempo, la sociedad civil tiene otras connotaciones más asociadas a la organización de personas que se oponen a la hegemonía política, mediante movimientos sociales que quieren cambiar un aspecto concreto del mundo que no les parece justo.

Podríamos incluso calificar, siguiendo a  Celia Amorós acerca de los movimientos sociales, como el  “laboratorio” de la innovación moral de los sistemas y relaciones sociales, con nuevas formas de percibir la vida individual y la solidaridad social. La sociedad política debe entender e incorporar los nuevos valores que le propone la sociedad civil, a modo de confluencia y evitar el estado de conflicto de interés permanente como si fueran dos realidades antagónicas.

Las diferentes formas de asociación de los individuos, donde podemos incluir el voluntariado, donde mutualizan sus intereses configuran un estadio primario de derechos y libertades que determinan nuevas prácticas sociales que modifican y redefinen la autonomía personal o el entendimiento de la diversidad. El reconocimiento por parte del derecho genera tensiones pues requiere alterar el perímetro de los de los derechos humanos individuales y hace aflorar una cierta incoherencia ética. 

La irrupción de lo  que De George califica como ciudadanos corporativos ,cuyo origen viene de las posiciones de las ONG, fuerzan a las empresas y estados al triple resultado contable, esto es lo económico, medioambiental y social, superando como ya hemos apuntado la visión meramente economicista de la actividad empresarial. Esta nueva denominación de ciudadanos corporativos tiene mucho recorrido de reflexión y de hecho el Pacto Mundial de las Naciones Unidas se identifica así mismo con la ciudadanía corporativa donde se incorpora la responsabilidad social corporativa y la ética empresarial.

La sociedad civil al proponer la firma de contratos sociales con la clase política para que esta los incorpore en el ordenamiento jurídico, se configura como uno de los impulsores de las nuevas realidades que la industria aseguradora debe observar en un ejercicio hermenéutico continuo. El seguro tratará de buscar relaciones fiables con estos nuevos actores, sabiendo que las soluciones finales para incorporarlas en la “casa del riesgo común”  son tan  complejas que pudiéramos pensar que hemos cambiado de actividad. El teólogo brasileño Leonando Bolf propone una sociedad con mercado en vez de una economía de mercado, la economía colaborativa que fluye en la sociedad del tercer milenio estaría cerca de este manifiesto, donde el deber  de solidaridad y altruismo se manifiestan en una sociedad que ha perdido mucho de su sentido pertenencia a una comunidad.

En esta nueva economía del tercer milenio, el consumidor ha tomado el mando de las relaciones comerciales, dejando atrás lo que el sociólogo Thorstein Weblen en 1989 acuñó en su libro la Teoría de la Clase Ociosa, como consumo ostensible que ha sido la relevante en las sociedades del siglo XX donde la seña de identidad era el estatus alcanzado mediante la posesión de objetos. Los nuevos consumidores se han decantado por la “ sharing economy” o economía colaborativa que se estima que en 2025 alcanzará un volumen de negocio de 325.000 millones de dólares, muy por encima de los 15.000 millones de dólares de 2015. Esta nueva economía recibió en el periodo 2009-2015 fondos por 23.000 millones de dólares. Por su especial relevancia para el seguro dedicaremos un capítulo a este fenómeno dentro de insurtech, y que es tan disruptivo que tendremos dificultades en identificar el interés asegurable. En esta nueva visión, las aseguradoras que apuesten por este camino  impulsor del cambio ,deberán a su vez identificar las palancas de valor que les permitirán  el posicionamiento en el mercado como market maker generando ventajas competitivas sostenibles que redunden en fortalecer la imagen de marca innovadora y todo ello la consecución de ingresos recurrentes ajustados al riesgo incurrido.


La llamada agenda ética para la economía, propone el fortalecimiento del voluntariado, el emprendimiento social, la responsabilidad social corporativa y de los poderes públicos para eliminar el escándalo que significa la pobreza y las desigualdades en el mundo. La sociedad civil se configura como una fuerza determinante de la sociedad del siglo XXI.

Por incluir alguna cifra, la encuesta de Foroética en un sondeo de 2104, nos dice que el 44% de los españoles declara haber dejado de consumir un producto por razones éticas, sociales o medioambientales.

Podríamos considerar a la llamada generación Z ( nacida entre 1994 y 2000) o también conocidas como millennials como un grupo organizado de sociedad civil, para nuestros efectos  podemos asumir esta premisa, pues bien, en un artículo publicado en el diario el País el 3 de mayo de 2015, página 39, titulado Generación Z quiere cambiar este mundo nos dice que esta generación será el 75% de la fuerza laboral del mundo en 2025, no quiere solo que le personalice la oferta, sino que exigen participar en la creación del producto, Además son muy activos socialmente y preocupados por desigualdad económica y social.

Es evidente que la forma de acercarse al seguro de esta generación será distinta a la que hoy conocemos y el propio artículo nos aporta referencias útiles para proveer de coberturas asegurables. La exigencia de empoderamiento de los millennials en su relación con el seguro, encontrará una respuesta en productos gamificados o alguna de las soluciones Insurteh, de las que trataremos en capítulos posteriores, en todo caso el precio del seguro o el servicio no será el atributo de compra sino compartir un proyecto con la aseguradora, es decir compartir experiencias y con un nivel de autonomía en las decisiones de compra que será mayor en seguros que no requieran coberturas complejas.

El asegurado de las próximas décadas al demandar soluciones gamificadas se hace explicita la necesidad del ser humano de interactuar y comunicarse, el  engagement    ( compromisos) por el que se generan vínculos emocionales con la marca posibilita el vínculo bidireccional de experiencias compartidas, de esta manera el asegurado siente que está co-creando con el asegurador el producto.

Las cifras de uso de tecnología en este grupo profesional, nos aportan certeza de la oportunidad de las soluciones insurtech que veremos en capítulos posteriores, los millennials destinan más de 18 horas al día a consumir medios, revisan su Smartphone al menos 43 veces al día, el 71% sus redes sociales.

Nos es difícil identificar, además de la visión de la sociedad civil los   nuevos retos que requieren respuesta aseguradora, internet, el ciberespacio, transgénicos, cambio climático, terapias genéticas, exoesqueletos, salud digital…., son solo unos ejemplos que nos deben llevar a tomar posición ética o incluso legitimidad ética.

Las nuevas realidades personales que intensifican la diversidad del género humano deben ser observadas por el analista de riesgos con la dificultad de que el derecho bien global o local tardará en actuar, produciendo un espacio temporal de incertidumbre añadida que debe ser incorporado en el modelo, y solo los principios éticos universales pueden servir de guía para poder actuar.

Por otra parte, la deriva de la sociedad hacia actitudes éticas, podríamos pensar si se convierten en mitigantes de determinados riesgos, la mayor responsabilidad de los individuos en su interacción con la sociedad reduce la exposición al daño. Por ejemplo actitudes cívicas en la conducción, cuidado personal de la salud evitando hábitos no saludables, compromisos con el medio ambiente, derivan en colectivos asegurables con menor siniestralidad probable.

Esta perspectiva inédita del beneficio de la ética sobre el riesgo, puede ser prometedora para reforzar  la toma de interés del asegurador, en cierta medida quizá de manera inconsciente por los aseguradores el desarrollo de programas y productos que promueven comportamientos saludables contribuyen a este buen fin. Dedicaremos un capítulo a este tipo de iniciativas que ciertamente suponen un cambio disruptivo en la visión estática  de los riesgos asegurados, pues el asegurador asume una función social adicional como es la que la comunidad de asegurados camine hacia una supervivencia social mayor y de más calidad.

El asegurador disminuye sus riesgos, aumenta su valor empresarial, mejora la reputación social y explora nuevas vías de negocio en un mercado que es muy maduro. Todo ello bajo la acertada opinión de Mateo Valero, director del Barcelona Supercomputing Center cuando dice quien no computa no compite, donde el uso de la tecnología de modelos avanzados estadísticos será una de los impulsores de la diferencias competitiva, este escenario es inédito en un mercado como el asegurador donde el precio era muy homogéneo entre entidades.

Pero  debemos evitar que estos nuevos impulsores éticos promovidos por el asegurador, no deriven en los que el profesor de ética de la Universidad Autónoma de Madrid, Diego Garrocho ( Rodríguez-Pardo, JM, Garrocho, D.S ,Diálogo entre el actuario y el filósofo, Revista Actuarios nº35, 2014) denomina el riesgo de que  la ética de los negocios se convierta  en el negocio de la ética, donde solo busque un reconocimiento mediático que logra beneficios en la propia comunicación y aumenta el valor de la marca.

Para que la ética de los negocios, no sea un ejercicio se simulación carente de honestidad, Doane en 2005, (Doane,D. (2005) The myth of CSR, Standford Social Innovation Rewiew, Stanford University Graduate School of Business Fall 2005) estableció los cuatros mitos de la responsabilidad social corporativa:

-Los mercados pueden compatibilizar los resultados económicos-financieros a corto plazo con la consecución de beneficios sociales a largo plazo para el conjunto de la sociedad.

-El comportamiento ético del consumidor dirigirá el cambio,

-Habrá una carrera competitiva entre empresas por alcanzar la excelencia en materia ética.

-En una economía global, los países competirán por alcanzar las mejores prácticas éticas



 6-6 La regulación-supervisión.

El ordenamiento jurídico y los mecanismos de supervisión contribuyen al buen funcionamiento del sistema de aseguramientos de riesgos, defiendo los intereses de todos los intervinientes en el mercado organizado. Si la regulación y la supervisión no es la adecuada el mercado se convierte en ineficiente y falto de transparencia.

La visión  social de la economía,  fue introducida por Alemania, en el Tratado de Lisboa de a de diciembre de 2009 en su articulo 3.1 de su versión consolidada quedando la redacción como sigue: La Unión Europea establecerá un mercado interior. Obrará en pro del desarrollo sostenible de Europa basado en el crecimiento económico equilibrado y la estabilidad de precios, una economía social de mercado altamente competitiva..., este principio aplicado al seguro refuerza la vertiente solidaria en detrimento de la especulativa o apuesta sobre las personas o las cosas.

La regulación que se derive de este principio fundacional de Europa deberá dar cumplimiento corrigiendo situaciones pasadas que dieron lugar a la crisis. Y es que la  ausencia de regulación o la desregulación fueron  una de las causas que se han identificado como detonantes de la crisis financiera mundial de 2008. En la comparecencia de Allan Greenspan en el Congreso de los Estados Unidos en 2009, reconoció que creía que las instituciones financieras se autorregulaban y protegían los  intereses de sus accionistas pero no lo hicieron, y continúa: todo el edificio intelectual que hemos construido se ha venido abajo.


Esta experiencia de laxitud en la regulación, nos debe llevar a pensar que los principios éticos deben estar incorporados en el ordenamiento jurídico propiciando un marco que limite conductas especulativas indeseables. Pero la opinión sobre la necesidad de regulación adecuada no es unánime, de hecho algunos emprendedores de Silicon Valley sostienen que la regulación es un anacronismo y un obstáculo, donde los nuevos valores sociales se ven amenazados por las leyes de protección de datos.

En relación con los valores éticos, el derecho incorpora con cierto retraso en el tiempo los postulados de la sociedad, nuestro propósito es, como ya hemos apuntado, es situarnos en un plano superior al ordenamiento jurídico. Este análisis tiene su cierta complejidad pues la llamada Gobernanza Global trata de armonizar en todos los territorios los valores llamados universales y específicamente en el ámbito de ética es donde se han producido avances más relevantes y alteran el derecho de los Estados. Bien es cierto que en los países democráticos esta disociación no se produce, pero si en determinados países es una realidad. Aun así, para el mundo llamado desarrollado las instituciones Globales pueden infligir conflictos éticos en el ecosistema del riesgo donde se mide el riesgo.

 Y es en la regulación donde pueden aflorar  controversias, como las que se están acentuando en la selección de variables de los modelos actuariales y la sucesivas eliminación de alguna con valor estadístico por razón de prohibición por razón legal, como sería el caso del uso del género. Esta interpretación del derecho de los postulados éticos de no discriminación como prácticas no apropiadas en los modelos de de precio,  ha merecido ya un análisis específico.

Debemos tener presente que el debate ético en ocasiones se enfrenta a lo que se viene a denominar como adhesión al marco regulatorio por el cual el individuo debe aceptar las reglas establecidas por el ordenamiento jurídico aunque este no siempre este alineado con los principios éticos. Si esto se produce en el ámbito de los elementos que conforman el precio del seguro el conflicto se manifiesta al margen de la posición personal del analista del riesgo. Este conflicto en filosofía se conoce como el uso privado de la razón, donde debemos obedecer una norma al margen de nuestro juicio crítico que pudiera derivar en  actuaciones diferentes a las establecidas en la ley.

Ahora bien, si la función del derecho es armonizar comportamientos, esto supone una homogeneización en la forma de medir y gestionar el riesgo, este efecto en los  casos de excesiva regulación puede alterar el funcionamiento del sistema de seguros privados, evitando la diferenciación del precio por criterios técnicos.

Y en relación con la supervisión como garante de principios esenciales del seguro, le corresponde regular a la supervisión de mercado:

-Mecanismos de solidaridad

-Posibles asimetrías

-Externalidades negativas, que perjudican la eficiencia del mercado y los intereses de los asegurados.

-Solvencia, como mecanismo de ajuste de la mano invisible del mercado, la quiebra del sector asegurador puede destruir la estabilidad  de la sociedad.

-Promover el bienestar social y comunitario

En la regulación bancaria internacional, como es el Banco Internacional de Pagos de Basilea, en su documento de octubre de 2010 de Principios para la mejora del gobierno corporativo, sugiere que la cultura corporativa que apoye la conducta responsable y profesional es un pilar esencial del buen gobierno y anima a la formulación de “código de conducta” por los órganos de administración. Cinco años antes el mismo Organismo recordaba la necesidad de que la función de cumplimiento comenzase por la alta gerencia de las entidades y así la honestidad e integridad de los empleados puede hacerse realidad.

Y en esta línea de principios la regulación financiera y aseguradora, está desarrollando un cuerpo normativo con tres líneas de actuación:

-Identidad de información del producto entre el comercializador y el cliente final.

-Imposición al comercializador de un deber fiduciario de tutela de los intereses de su cliente, obligándole a velar por la conveniencia de sus inversiones o productos de seguros

-Prohibir, en su caso, la comercialización de productos considerados complejos

José Miguel Rodríguez-Pardo