El Instituto de la Mujer, dependiente del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad y dirigido por Laura Seara, ha realizado el estudio “Mujer y Salud en España” con el fin de analizar la situación actual de las mujeres, a partir de un concepto amplio de salud que comprende el bienestar emocional, social y físico durante todo su ciclo vital.
Esta investigación, además, aborda las patologías que más afectan a las mujeres, describe y cuantifica las diferencias de salud entre mujeres y hombres, e identifica los problemas de salud prioritarios que requieran esfuerzo o investigaciones adicionales.
La realización del estudio responde a la necesidad de dar cumplimiento a algunas de las actuaciones que, en materia de salud, contiene el Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades (2008-2011)
METODOLOGÍA
Para la realización de este estudio, se ha utilizado la Encuesta Nacional de Salud 2006 (Ministerio Sanidad y Consumo-INE, 2006), para personas adultas de 16 y más años, y de los valores del sistema estatal de indicadores de salud recogidos en el informe “La salud de la población española” (Ministerio Sanidad y Consumo, 2006), junto con la Encuesta Salud y Mujer 2009, de ámbito nacional, sobre una muestra aleatoria de personas de 16 y más años, con un total de 1.724 entrevistas para profundizar en aspectos no recogidos en la Encuesta Nacional de Salud.
PRINCIPALES RESULTADOS Y CONCLUSIONES
Esperanza de vida y mortalidad
La esperanza de vida de la población femenina española es alta - 83,5 años al nacer y 21,1 años a los 65 años - comparándola tanto con los varones como con el resto de las mujeres europeas.
La evolución en los últimos 25 años ha sido más uniforme y sostenida que en los hombres debido a la más baja mortalidad en edades tempranas, siendo la supervivencia en las edades maduras y avanzadas el aspecto clave en esa evolución. Sin embargo, los años de esperanza de vida en buena salud al nacer son superiores en los hombres (56,3 años) que en las mujeres (53,9 años) y también a los 65 años.
Además, al ser mayor el horizonte de vida en las mujeres, es mayor el número de años que viven en malas condiciones de salud. La mujer vive mas, pero su mayor longevidad se acompaña de discapacidad y mala salud, y el inicio de esa mala calidad de vida se produce a una edad más temprana que en los hombres.
Las enfermedades del sistema circulatorio y los tumores suponen las principales causas de muerte en hombres y mujeres, aunque con diferente incidencia. En mujeres, la enfermedades del sistema circulatorio suponen la primera causa de defunción (2,52 por cada mil mujeres), los tumores la segunda causa de muerte (1,59 mujeres por mil) y las enfermedades del aparato respiratorio la tercera (0,69 por mil). El cáncer es la primera causa en número de años potenciales de vida perdidos por la mujer, casi la mitad de los perdidos por todas las causas de muerte.
Morbilidad: salud percibida
El género tiene una influencia determinante en la percepción del estado de salud. Esta es peor en la mujer que en el hombre, sea cual sea el grupo de edad o la categoría de clase social, nivel de estudios o situación laboral a la que pertenezcan. Estas variables tienen además una influencia significativa en la salud percibida. La percepción negativa de la salud por parte de la mujer es creciente con la edad y a medida que disminuyen el estatus socioeconómico o el nivel de estudios terminados, y también aumenta en las mujeres desempleadas o dedicadas principalmente a las tareas del hogar.
Morbilidad: calidad de vida relacionada con la salud
Las componentes de calidad de vida relacionada con la salud donde las diferencias, según género, son mayores son la percepción del dolor, de la forma física y de los problemas emocionales. Estos resultados están asociados al patrón diferencial de morbilidad en la mujer, con mayores prevalencias que los hombres de dolor, fatiga o problemas de salud mental.
Morbilidad: problemas crónicos y limitación de la actividad
La peor percepción del estado de salud no responde solo a una valoración subjetiva de la mujer, sino que está asociada a una mayor carga de enfermedad y limitación de la actividad por problemas de salud. Y esto sucede desde edades tempranas, la presencia de problemas crónicos es creciente con la edad y supera el 50% ya en el grupo más joven de mujeres de 16 a 24 años.
En conjunto, el porcentaje de mujeres con algún problema crónico supone un 77,2% frente a un 64,6% de los hombres. Un 28,3% de las mujeres de 16 y más años declara que esas enfermedades o problemas de salud le han limitado sus actividades habituales frente a un 19,3% en el caso de los hombres.
Controlando el efecto de variables como la edad, la clase social, el nivel cultural o la situación laboral, la mujer es 1,8 veces más probable que presente algún problema crónico y 1,5 veces más probable que vea limitada su actividad a causa de ese problema.
La sobrecarga física y psicológica por su rol de cuidadoras de la población de cualquier edad, el impacto sobre la salud de la denominada “doble jornada”, la depresión y los accidentes en el hogar son problemas en progresión en las mujeres españolas.
Hábitos y estilos de vida
El 23,9% de las mujeres fuma habitualmente, un 28% menos de forma relativa que la prevalencia observada en los hombres. El 35,6% de las fumadoras ha conseguido abandonar el hábito, un 8% menos que la población masculina. Esta cesación se incrementa linealmente al aumentar la edad y disminuye en las mujeres de menor nivel de estudios y con clase social más baja.
El 57,5% de las mujeres ha consumido bebidas alcohólicas en el último año y un 41,8% en las últimas dos semanas, prevalencias 26% y 39% menores que los hombres.
Una de cada cuatro mujeres duerme de manera insuficiente (menos de siete horas al día), un 19% superior a la frecuencia ajustada por edad observada en los hombres. La percepción de descanso insuficiente es un 53% superior.
En consecuencia, los hombres tienen conductas menos saludables que las mujeres en el consumo de sustancias como el tabaco o el alcohol, aunque esto está cambiando en la población más joven.
Las mujeres son más conscientes acerca de los aspectos saludables de la dieta. Por el contrario, realizan menos actividad física y duermen menos horas, con una percepción de descanso insuficiente.
Las desigualdades en la distribución de los tiempos dedicados al trabajo productivo y reproductivo, al ocio y al descanso, entre hombres y mujeres, tienen su consecuencia también en la posibilidad de mantener hábitos saludables.
Utilización de servicios sanitarios y consumo de medicamentos
Nueve de cada diez mujeres de 16 y más años (89,4%) pasa alguna vez por una consulta médica a lo largo de un año.
No existen diferencias entre hombres y mujeres en la utilización de consultas de especialistas en los intervalos superiores de edad. A partir de los 55 años, la mayor morbilidad de la mujer se canaliza a través de las consultas de atención primaria y, por debajo de esa edad, la diferente utilización de las consultas de especialistas se debe casi exclusivamente a la atención a la salud reproductiva.
Al considerar los ingresos hospitalarios, el porcentaje de mujeres con ingreso de al menos una noche en un hospital supone un 10,7% frente a un 8,5% de hombres, que por el contrario tienen una mayor estancia media. El peso de los partos en los ingresos hospitalarios condiciona las diferencias. Un 25% de las mujeres que ingresaron en un hospital lo hicieron por este motivo. Los ingresos en un hospital de día, excluyendo estancias en urgencias o en observación, suponen un 6,2% de hombres y un 7,1% de mujeres.
Las medicinas para el dolor son el medicamento más consumido por la mujer (el 31.5% de las mujeres lo había consumido en las últimas dos semanas). Le siguen en importancia las medicinas para la tensión arterial (18.0%) y los tranquilizantes, relajantes y pastillas para dormir (14.0%).
El diferencial de consumo de la mujer con el hombre en las medicinas para el dolor significa casi el doble. Este diferencial es aún mayor en el consumo de tranquilizantes, relajantes y pastillas para dormir, en el que el porcentaje de mujeres con consumo excede en más del doble al porcentaje obtenido en hombres. El consumo de medicamentos en la mujer está asociado a la morbilidad y la edad casi exclusivamente.
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