Una investigación de Danner, Snowdon y Friesen en el 2001 evaluó el estado de salud y la longevidad de 180 monjas que en 1932, antes de ingresar en la orden religiosa, escribieron breves relatos autobiográficos sobre sus vidas y sobre lo que esperaban del futuro.
Dadas las condiciones homogéneas en las que todas las monjas habían vivido, la única variable a la que se podían atribuir las diferencias observadas en su estado de salud y en su longevidad era la presencia de emociones positivas en los antiguos relatos personales.
¿Qué encontraron?
Pues que las monjas que reflejaron en sus escritos emociones positivas (alegría, felicidad, gratitud) gozaban de mejor estado de salud y vivían aproximadamente unos diez años más que aquellas que prácticamente no expresaron emociones.
El 90% de las monjas del grupo más alegre seguía viviendo a los 85 años en contraste con el 34% del grupo menos alegre.
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