Tras acabar mi doctorado en Canadá estuve trabajando unos meses en la Universidad de Florida para lo que tuve que solicitar el número de la seguridad social. El impreso de solicitud requería que declarase mi grupo racial entre las siguientes opciones: caucásico, hispano, nativo norteamericano, afroamericano, asiático y otros. Dado que se pedía que se identificase el grupo racial y no el cultural marque caucásico, pero la funcionaria me dijo que con mi acento era evidente que yo no era caucásico sino hispano. Yo pensé que el acento tenía poca relevancia racial, así que concluí que en realidad estaban interesados en clasificar las personas por su origen cultural y no racial. Curiosamente mi mujer, Susana, con un acento parecido había marcado hispana pero a ella, rubia y de ojos verdes, le dijeron que no era hispana sino caucásica. Así que acabé confundido en cuanto a que grupo pertenezco en EEUU, caucásico o hispano.
Entonces era relativamente raro encontrar hispanos en EEUU, salvo en California y Nuevo México. Ahora, sin embargo la pujanza de lo hispano en EEUU es extraordinaria en casi todo el país, desde Florida -donde hablar únicamente inglés es una desventaja en el mercado laboral e incluso para desenvolverse en el día a día- a Minnesota. Hoy en día es posible realizar las tareas cotidianas enteramente en español en casi cualquier ciudad norteamericana. Lo hispano avanza en peso demográfico, cultural, social e incluso político, como se constató en la importancia del apoyo hispano en la reelección del presidente Obama.
Lo hispano también destaca en estadísticas de esperanza de vida. Hace tiempo leí un artículo en elInternational Herald Tribune sobre la caída de esperanza de vida de estadounidenses caucásicos con escasa educación comparada con la mejoría de la esperanza de vida de los afroamericanos. El artículo se basaba en los datos de un artículo publicado por Jay Olsahansky y colaboradores en la revista Health Affairs.
En 1980 las mujeres y varones afroamericanos tenían esperanzas de vida muy inferiores al resto de la población, respectivamente de 74 y 65 años. Los hombres y mujeres sin estudios secundarios o superiores tenían esperanzas de vida cuatro años por debajo de la media.
En 2008 los afroamericanos habían visto alargada su esperanza de vida entre tres años (para las mujeres, llegando a los 77 años) y cinco años (para los varones, llegando a los 70 años), aunque seguían aún por detrás de los blancos, con esperanzas de vida entre los 80 años para las mujeres y los 75 para los varones.
Lo que destacaba el artículo es que los blancos sin estudios no solo no habían mejorado su esperanza de vida entre 1990 y 2008, sino que habían perdido nueve años (mujeres) y tres años (varones) de esperanza de vida, mientras que los afroamericanos sin estudios secundarios la habían mejorado entre uno (mujeres) y cinco años (varones).
Sin embargo, lo que realmente me llamó la atención, aunque el artículo no hablaba de ello, era el gran contraste con la mayor esperanza de vida de los hispanos en EEUU.
Para mí lo destacable del estudio es que los datos mostraban que los hispanos no solo tenían la mayor esperanza de vida en 2008, con 83 años para mujeres y 78 para hombres (tres años más que los caucásicos), sino que los hispanos sin estudios mostraban la misma esperanza de vida que los hispanos en general, superando en nueve y 10 años la de los blancos sin estudios.
10 años de diferencia en esperanza de vida es un abismo y requiere una explicación. El artículo no aportaba claves sobre la mayor longevidad de los hispanos y el hecho de que carecer o no de educación secundaria no parecía afectar su longevidad, frente a su importante efecto en la longevidad de los blancos y, en menor medida, de los afroamericanos.
Se me ocurren dos explicaciones para explicar estos datos, que reflejan mis propias elucubraciones y no tienen necesariamente mérito científico.
En primer lugar los hispanos en EEUU mantienen una dieta más saludable que la población blanca. Aunque la comida hispana es una de las variedades de comida rápida en EEUU, ésta contiene grandes cantidades de legumbres, verduras y frutas, frente al abuso masivo de carne, provenientes de ganado engordado con hormonas, antibióticos y otros aditivos insalubres, que caracteriza la cultura de la hamburguesa de comida rápida característica de la población caucásica de EEUU.
Pero la enorme diferencia entre la longevidad de los hispanos y el resto de la población de EEUU no puede explicarse solo por la dieta, sino que posiblemente tenga su raíz en comportamientos sociales. En particular, la población caucásica estadounidense destaca por el desapego generacional. Los hijos salen de casa tras completar la educación secundaria y mantiene una relación que nosotros consideraríamos extrañamente lejana con sus padres. Ese desapego se refleja, entre otras cosas, en que raramente los hijos se ocupan de sus padres cuando éstos llegan a la vejez, que frecuentemente se consume en residencias para ancianos. Es necesario recordar que la sociedad estadounidense ha optado por prescindir de muchos de los servicios sociales (que eran) frecuentes en las sociedades europeas. Así, los ancianos se encuentran frecuentemente desasistidos y su acceso a la atención sanitaria depende de su nivel de ingresos. La soledad y el abandono de los ancianos son problemas suficientemente importantes como para llegar a afectar la esperanza de vida de los ancianos en EEUU.
Culturalmente, las familias hispanas están mucho más cohesionadas y mantienen vínculos que se extienden a varios grados de parentesco. Los ancianos siguen jugando un papel importante en la educación de los nietos en las familias hispanas y reciben las atenciones de sus familiares más jóvenes. Esta cohesión familiar hispana es independiente del nivel de educación o de ingresos y se traduce en un mayor nivel de atención y cuidados a los ancianos hispanos que sin duda repercute en su calidad de vida y posiblemente explique la mayor esperanza de vida de los hispanos y el hecho de que ésta sea independiente del nivel de educación.
El aumento de la esperanza de vida en las sociedades desarrolladas se está abordando fundamentalmente desde la investigación biomédica, requiriendo inversiones enormes en I+D para conseguir avances relativamente modestos en nuestra esperanza de vida.
Quizás los datos sobre la esperanza de vida de los hispanos en EEUU debieran hacernos reflexionar sobre el papel de la cohesión familiar en nuestra esperanza de vida y, aún más importante, la calidad de nuestras vidas.
Mientras que la salud, en el triángulo salud, dinero y amor, depende muchas veces del dinero, en las familias hispanas la salud se ve reforzada por el amor.
* Olshansky, S. Jay, Toni Antonucci, Lisa Berkman, Robert H. Binstock, Axel Boersch-Supan, John T. Cacioppo, Bruce A. Carnes et al. Differences in life expectancy due to race and educational differences are widening, and many may not catch up. Health Affairs 31, no. 8 (2012): 1803-1813.