Spencer Wells se ha ganado la popularidad gracias a los documentales de National Geographic que ha protagonizado con motivo del proyecto 'Genographic' que dirige. Pero su talla como científico supera a la figura televisiva. Tras trabajar junto a genetistas como Richard Lewontin o Luigi Luca Cavalli-Sforza -dos de los padres de la genética de poblaciones-, las películas han sido sólo una perfecta plataforma desde la que divulgar los últimos resultados de sus investigaciones. Es el caso del documental El árbol genealógico humano, que estrena hoy en España National Geographic Channel a las 21 horas y que acudió a presentar Wells la semana pasada en París.
La andadura del proyecto Genographic comenzó hace casi ocho años, después de que los trabajos de Wells resultasen cruciales para determinar el importante papel del cromosoma masculino Y -los cromosomas sexuales femeninos son XX y los masculinos XY- para reconstruir las migraciones ancestrales del ser humano. «Hemos podido reconstruir las rutas migratorias del ser humano desde que salió de África gracias a que todos tenemos un archivo histórico de documentos genéticos dentro de nosotros», dice Wells a EL MUNDO. «Cada individuo guarda pequeños cambios en el ADN que ha heredado de sus padres, de los padres de sus padres y así sucesivamente», explica. Es como si un escribano tuviese que transcribir a mano un libro de 1.000 páginas. Seguro que cometía errores. Eso sucede con las copias del ADN cuando se recombinan las copias del padre y de la madre para formar un nuevo individuo.
«El proyecto ha servido para encontrar a nuestros Adán y Eva», asegura Wells con una media sonrisa, «todos descendemos de un único hombre, un Adán científico, que vivió en África hace alrededor de 50.000 años». No quiere decir que fuese el único hombre sobre la Tierra en aquel momento de la Historia, pero sí ha sido el único que ha transmitido su ADN a las generaciones que habitan el planeta en la actualidad. «Quizá tuviese algún tipo de ventaja adaptativa que hizo que su carga genética tuviera ventajas sobre las demás y aumentase las probabilidades de vivir y reproducirse de sus descendientes», dice Wells.
Para encontrar a Eva, en cambio, hay que remontarse más de 150.000 años. Igual que el cromosoma Y sirvió para reconstruir las migraciones de los descendientes de Adán, un pequeño fragmento de ADN que no se encuentra en el núcleo y que heredamos sólo de nuestras madres (ADN mitocondrial) fue la herramienta usada para rastrear la descendencia de Eva. «El Cromosoma Y sólo lo transmite el padre y el ADN mitocondrial sólo la madre, de forma que los cambios sólo se producen por mutaciones y no por la recombinación del ADN del padre y de la madre durante la gestación».
Que descendamos de un único ancestro de hace tan sólo 40.000 años habla de las enormes semejanzas que existen entre las distintas poblaciones. «Las ramas más profundas del árbol genético humano están en África. Hay más diversidad en un sólo pueblo africano, que entre dos poblaciones separadas por miles de kilómetros», explica Wells.
En ocasiones se ha tratado de usar el proyecto Genographic con fines políticos. El investigador Lluis Quintana-Murci, que codirige la parte Europea, cuenta un perfecto ejemplo de ello. «Un periodista me preguntó si había diferencias entre palestinos y judíos y, para su sorpresa, la respuesta fue que no», dice, «cuando me preguntó si podía usar la cita le respondí negativamente. ¿Es que importa si existen diferencias genéticas para justificar una guerra?».
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/09/25/ciencia/1253906011.html