MILIO MARIÑO ESCRITOR Mientras los torpes disfrutábamos del verano, los espabilados seguían trabajando sin tomarse un respiro para beber una caña y comer un pincho. Ni siquiera eso, porque informaba el «New York Times», hace poco, que allá por Wisconsin, haciendo experimentos con monos, los científicos habían conseguido lo que llevaban intentando desde mucho antes de que reinara Carolo. La fórmula para vivir cien años lo menos.
El experimento ha funcionado con monos, pero ahora toca probarlo en los hombres y, supongo, también en las mujeres, pues no se puede afirmar con certeza que vayamos a responder como nuestros parientes peludos. Dicen que es muy probable, pero está por ver que seamos capaces de superar lo que han dicho los científicos que puede alargarnos la vida: comer el 30 por ciento de lo que normalmente comemos.
Pues vaya invento ese de pasar hambre para vivir más tiempo. Algo así debieron pensar los científicos, pues convencidos de la dificultad que supondría para los que vivimos en el mundo rico prescindir del 70 por ciento de lo que normalmente comemos comenzaron a trabajar en la búsqueda de una droga que nos permita seguir comiendo lo mismo y que el cuerpo sólo perciba un tercio. Es decir, que la clave pasa por encontrar un atajo químico que sea capaz de prolongarnos la vida sin que tengamos que renunciar a una buena fabada o un plato de berces con tucu. Cosa que parece harto difícil, pero como la ciencia no tiene límites, después de probar vaya usted a saber qué potingues, los sabios llegaron a la conclusión de que lo más efectivo es el resveratrol, una sustancia, muy presente en el vino tinto, que consigue activar los sirtuinos: proteínas que forman parte de los organismos simples y tienen el poder de regular el nivel energético de las células.
Ya sé lo que están pensando. Que si los científicos consiguieron alargar la vida de los monos dándoles de comer a porrillo y regándoles las comidas con buen vino de California, se ha obrado el milagro porque no sé ustedes, pero yo paso de esperar por esas pastillas y empiezo ya mismo a darme homenajes con vistas a vivir cien años.
Ni más ni menos, lo malo, que como todo no iban a ser buenas noticias, el punto negativo lo puso la Agencia de Alimentación y Medicamentos de los Estados Unidos (la Food and Drug Administration), que pasa olímpicamente de las investigaciones porque considera que la vejez no es una enfermedad. Y en esa línea están los biólogos evolucionistas, para los cuales pretender burlar el envejecimiento sería un disparate. Argumentan que la selección natural de la especie ni se molesta en apostar por la longevidad, que lo suyo y lo normal es la fecundidad.
También alegan que prolongar la esperanza de vida en un laboratorio tiene escaso mérito, pues lo verdaderamente importante es vérselas con la célula humana, mucho más sofisticada, arriesgada y expuesta a complicaciones. La vejez, dicen, es el precio que pagamos por la alta especialización de nuestras células.
Total que la cosa no está nada clara. Hay quien da por conseguido que podamos aumentar la esperanza de vida y hay quien tiene sus dudas. El caso que si nos atenemos a como parece que los científicos lo consiguieron, dándole al morapio y pasándoselo pipa con los monos de Wisconsin, resulta poco creíble. De todas maneras, a las malas, si no conseguimos alargar la vida comiendo lo que nos apetezca y bebiendo buen vino, hacerla más divertida seguro.
http://www.lne.es/opinion/2009/09/14/opinion-alargar-vida-vino/808055.html