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Sentirse
solo, a diferencia de estar o vivir solo,
está vinculado a un mayor riesgo de desarrollar demencia en la vejez, según concluye una investigación
publicada en «Journal of Neurology,
Neurosurgery & Psychiatry». Hay varios factores que se sabe que
están relacionados con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, como edad,
condiciones médicas subyacentes, genes, deterioro cognitivo y depresión, según
los autores, quienes destacan que los impactos potenciales de la soledad y el
aislamiento social, definido como vivir solo, no tener pareja o tener pocos
amigos e interacción social, no se habían estudiado de forma importante.
Según estos expertos, esto es potencialmente
importante, dado el envejecimiento de la población y el creciente número de
hogares unipersonales. Por ello, realizaron un seguimiento de la salud y el
bienestar a largo plazo de más de 2.000 personas sin signos de demencia y que
vivían forma independiente durante tres años.
Todos los participantes formaban parte
del Estudio de la
Tercera Edad en Ámsterdam (AMSTEL),
que está analizando los factores de riesgo que inducen a la depresión, la
demencia y tasas más altas de mortalidad que las esperadas entre las personas
mayores. Al final de este período, la salud mental y el bienestar de todos los
participantes se evaluó mediante una serie de pruebas validadas. También se les
preguntó acerca de su salud física, su capacidad para llevar a cabo las tareas
rutinarias diarias y específicamente se les preguntó si se sentían solos,
además se probar si tenían formalmente signos de demencia.
Al comienzo del período de seguimiento, alrededor de
la mitad de los participantes (46 por ciento) vivían solos, siendo alrededor de
tres de cada cuatro quienes dijeron que no tenían apoyo social y uno de cada
cinco los que se sentían solos. Entre los que vivían solos, el 10% había
desarrollado demencia al cabo de tres años, en comparación con el 5% de los que
vivían con más gente. Entre los que nunca se habían casado o ya no estaba
casado, proporciones similares desarrollaron demencia y se mantuvieron libres
de la enfermedad. Pero entre los que sentían que no tenían apoyo social, el 5%
había desarrollado demencia en comparación con el 11% de los que sí tienen que
cayeron en la enfermedad. De los que dijeron que se sentían solos, más del
doble habían desarrollado demencia al cabo de tres años, en comparación con
aquellos que no creen estar solos (13,4 por ciento frente a 5,7 por ciento).
Vivir
solo, factor de riesgo
Un análisis posterior mostró que los que vivían solos
o que ya no estaban casados tenían entre un 70 y un 80 por ciento más de
probabilidades de desarrollar demencia que los que vivían con otros o que se
casaron. Y aquellos que dijeron que se sentían solos tenían 2,5 veces más de
probabilidades de desarrollar la enfermedad, algo que se aplica por igual a
ambos sexos.
Cuando se tuvieron en cuenta otros
factores influyentes, los que dijeron que se sentían solos seguían teniendo un
64 por ciento más de probabilidades de desarrollar la enfermedad, mientras que
otros aspectos de aislamiento social no tuvieron ningún impacto. «Estos
resultados sugieren que los
sentimientos de soledad contribuyen de manera independiente en el riesgo de
demencia en la vejez», escriben los autores.
A su juicio, lo «interesante» es el hecho de que
«sentirse solo» en lugar de «estar solo» se asoció con la aparición de
demencia, lo que sugiere que no es la situación objetiva, sino, más bien, la
percepción de ausencia de lazos sociales que aumentan el riesgo de declive
cognitivo. Así, los investigadores alertan de que la soledad puede afectar a la
cognición y la memoria como resultado de la pérdida de uso regular y que la
soledad que podría ser en sí misma un signo de demencia emergente y/o bien ser
una reacción de comportamiento para el deterioro cognitivo o un marcador de
cambios celulares en el cerebro no detectados