T. CASCUDO
El director médico del Hospital de Jarrio, Pablo Mosquera, le presentó ayer como un hombre «de una enorme talla, capaz de evitar que los avances se lleven a extremos que puedan escandalizar, capaz de buscar un equilibrio entre los avances científicos y los derechos de la persona». Y es que Marcelo Palacios fue ayer el protagonista de los actos del vigésimo aniversario de la creación del hospital de Jarrio y se encargó de poner sobre la mesa el papel y la misión de la bioética, de la que destacó su capacidad «para de tratar hechos comunes y diarios, hablándolos en términos comprensibles».
El doctor Palacios, que preside desde hace años el comité científico de la Sociedad Internacional de Bioética y es miembro del comité español en la materia, aseguró ante medio centenar de profesionales médicos que el éxito de la bioética «está en usar un lenguaje comprensible, en su capacidad de abordar temas de carácter científico expresándolos en términos accesibles para el gran público y sin perder su rigor científico». En su exposición, Palacios no quiso ahondar en los temas más candentes de los que se ocupa la bioética como puede ser el aborto, la eutanasia o los tratamientos con células madre ya que, dijo, «eso ya se trata en otros foros». Su presencia en el centro sanitario de Jarrio estuvo más enfocada a trasladar la importancia de esta disciplina a la que definió como «un ámbito multidisciplinar de deliberación que tiene como finalidad analizar determinadas cuestiones de carácter social».
Para el doctor Palacios, la bioética no debe escribirse, debe hacerse, sus herramientas deben servir para actuar. «Escribir es lo fácil, nosotros lo que hacemos es hacer propuestas, la bioética es a pie de obra, debe dar una respuesta concreta a los problemas que surgen a diario». Y, sobre todo, precisó, «debe mojarse, debe dar soluciones».
La bioética aborda temas tan dispares como la biología, la medicina, el medio ambiente, la alimentación y el agua. Lo hace desde tres perspectivas: estudiar el tema en sí, estudiar sus aspectos jurídicos y analizar las aberraciones éticas de su uso.
El pensamiento bioético, según Palacios, surgió para dar respuesta a las herencias del siglo pasado, que definió «como el más negro de la humanidad». No en vano, aseguró el médico asturiano, la sociedad está sometida constantemente a riesgos y, por eso, «una de las funciones de la bioética es hacer propuestas para evitar daños a los derechos humanos o corregir los que se han producido». Esta disciplina se preocupa por valorar «en qué medida repercuten las decisiones sobre aquellos que no las compartan».
Precisamente la defensa de la dignidad es uno de los mayores empeños de esta disciplina. «La persona es la única institución natural, el resto son artificiales, creadas a su servicio y por eso hay que trabajar para defender sus derechos, que no se pierdan nunca».
También destacó Palacios la importancia de la información en la toma de decisiones. «Con la información se puede intervenir en los temas hasta el límite de la provocación pacífica», añadió. El médico defendió la opción de aprender como la intención primordial de tener una opinión propia.
Durante unas dos horas, Palacios ofreció en Jarrio su visión sobre la bioética y el papel de la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI) que él fundó hace doce años. Además, se comprometió a organizar en el centro coañés alguna jornada de debate sobre los asuntos más candentes si la gerencia está interesada en el asunto.