La relación
entre una dieta adecuada y la longevidad ha sido refrendada por innumerables estudios. Se ha estudiado la
composición de los alimentos en la ingesta diaria y la cantidad de calorías y
últimamente también se han analizado la frecuencia diaria de la dieta e incluso
las horas más recomendables para ingerir los alimentos.
Reproducimos
algunos de los estudios que han demostrado los efectos de la dieta saludable y
su relación directa con la reducción de
las tasas de mortalidad. La solidez de las conclusiones están animando a los
suscriptores de riesgo de entidades de seguros de vida y salud a tomar en
consideración los hábitos de alimentación como variable predictiva de la
mortalidad y morbilidad causal.
Comencemos
por los beneficios de la dieta
Mediterránea, un análisis de grandes dimensiones que bajo el título de ”Mediterranean
diet increase life expectancy” realizado durante diez años (1995 – 2005) sobre 214.284 hombres y 166.012
mujeres ha podido observar el impacto de los alimentos sobre la salud,
concluyendo que el consumo de este tipo de dieta mediterránea permite disminuir
entre el 12 y el 20% las posibilidades de fallecer a causa de enfermedades como
el cáncer.
Otros estudios sobre los beneficios de la
dieta mediterránea sobre la salud aportan conclusiones complementarias, como
son que el consumo habitual de aceite de
oliva y frutos secos (nueces, avellanas y almendras) en su justa medida
disminuye en un 30% la proporción de ictus e infartos; los datos proceden de un
análisis de los beneficios de la dieta mediterránea realizado durante 10 años
sobre 7.447 personas.
La recomendación del consumo de
frutas, verduras y hortalizas cuyos beneficios
se asocia con
la prevención del cáncer y enfermedades cardiovasculares, y así un consumo bajo de frutas y verduras es el causante del 14% de las muertes de
origen gastrointestinal, el 11% de las muertes cardiacas y el 9% de las muertes
por accidente cerebrovascular.
El Instituto
Karolinska de Suecia también se ha ocupado de
este asunto, y ratifica las conclusiones anteriores , ha puesto cifras a la longevidad de las personas que no consumen frutas, estas
pueden llegar a vivir tres años menos
que las personas que si mantienen este hábito; esta conclusión ha sido posible
después de analizar más de 71.000 ciudadanos de entre 45 y 83 años y
observarles durante 13 años, los participantes en el estudio informaron en 1997
y 1998 la frecuencia con la que comían frutas- naranjas, manzanas ,plátanos y
bayas- hortalizas zanahorias,
remolachas, lechuga ,repollo, tomate y sopa de guisantes, los resultados se
publicaron en 2013 en la revista
American Journal of Clinical Nutrition.
Además
de la dieta mediterránea, la otra dieta más conocida es la dieta japonesa, que
tiene efectos contrastados con el envejecimiento saludable y prolongado. Esta
dieta se caracteriza por tener pocas
calorías, ser rica en ácidos omega-3, abunda el
arroz que aporta hidratos de
carbono y proteínas, el jengibre, la salsa de soja y las algas del tipo nori,
wakame y kombu, toda esta combinación
fortalece entre otros el sistema
inmunológico.
Hacemos
referencia a otros estudios son más curiosos, como el de la nutricionista Esther Blum quien en su libro Cavewomen Don't Get Fat: The Paleo
Chic Diet for Rapid Results, recomienda fijarnos en la dieta del
paleolítico compuesta por alimentos sin procesar ni cocinar, principalmente
la carne, el pescado, las frutas, las raíces y los frutos secos. Además en esta dieta no se contemplaban los derivados lácteos, los carbohidratos y los alimentos ricos en gluten. La
autora sostiene que con este tipo de dieta se elevan los niveles de serotonina
y dopamina en el cerebro.
El presidente
del comité organizador del IX Congreso de la Sociedad Española de Medicina
Antienvejecimiento y longevidad, celebrado en Málaga en 2010, Antonio Ayala, hizo
hincapié en algunas recomendaciones “básicas” sobre hábitos dietéticos para asegurar
una longevidad saludable:
o
Comer
alimentos lo más ecológico posible -sin químicos.
o
Evitar
alimentos precocinados y fritos.
o
No
reutilizar aceites de cocina.
o
Evitar
barbacoas.
o
No
tomar alimentos ahumados.
o
No
ingerir grasas saturadas y grasas “trans”.
o
Evitar
azúcar refinado.
Estudios a nivel de la medicina molecular,
confirman las conclusiones anteriores ,hacemos referencia al último publicado en
2015 en American
Journal of Clinical Nutrition. El estudio ha sido liderado por la Universidad de
Navarra y han participado también expertos
de los EE. UU. El estudio sugiere que la dieta influye en el envejecimiento de las
personas con alto riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Para llegar
a esta conclusión, han analizado la relación entre la dieta saludable y la ralentización natural del acortamiento con
la edad de la longitud de los telómeros a través de mecanismos proinflamatorios
o antiinflamatorios. El estudio se realizó con 520 participantes con alto riesgo de
sufrir una enfermedad cardiovascular.
José
Miguel Rodríguez -Pardo.