sábado, 20 de octubre de 2012

La velocidad a la que envejecemos determina cuánto viviremos.

Reproduzco de manera combinada sendos artículos de José Antonio Lozano Teruel y Omar Rangel que se han publicado recientemente acerca de la medida de la velocidad de envejecimiento. Los avances en la biomedicina en relación con la medida de longevidad nos situan en una frontera de conocimiento bioatuarial y proponen nuevas medidas de esperanza de vida del ser humano que con toda seguridad sustituirán a la edad cronológica. José Miguel Rodríguez-Pardo. ----------------------------------------------------------------------------------------- El pasado 27 de septiembre la revista Cell Report publicaba una investigación dirigida por la investigadora alicantina María Blasco, actual directora del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) en la que, por primera vez, se establecía la existencia en mamíferos de un parámetro indicador de la velocidad de su envejecimiento y de su longevidad, marcador relacionado con la longitud de sus telómeros. Las revistas científicas mundiales más importantes han destacado el acontecimiento, que también se ha recogido en los medios de comunicación de todo el mundo. El deseo de los humanos de vivir más y mejor hace que las investigaciones sobre el envejecimiento y todas las circunstancias que lo rodean sea actualmente uno de los campos científicos más activos. En los bancos de datos que cubren las revistas internacionales de calidad podemos encontrar más de un millón de publicaciones al respecto y el incremento de interés se refleja en el número de ellas, medidas en periodos de 25 años; años 1900-1925: 1150 publicaciones, años 1926-1950: 3170, años 1951-1975: 22.700, años 1976-2000: 360.000, años 2001-2012: 450.000. Hoy ya no tienen sentido las antiguas discusiones sobre las causas del envejecimiento, porque sabemos que, al igual que la mayoría de los procesos biológicos que conforman nuestro fenotipo, en el mismo intervienen simultáneamente factores genéticos, condicionamientos ambientales y hábitos de vida. Más aún, estos factores no son independientes. Los avances de los conocimientos en Epigenética han demostrado la íntima interacción existente entre ellos. El caso del sistema telómeros / telomerasa es un claro ejemplo de ello. Los telómeros (del griego telos, "final" y meros, "parte") son regiones de ADN no codificante, altamente repetitivas, características de los seres eucariotas, que se sitúan en los extremos de los cromosomas lineales, funcionando como una especie de capuchones protectores del material genético. Están implicados en aspectos biológicos tan importantes como la estabilidad de los cromosomas, la división celular, el tiempo de vida celular y la malignización. Fueron descubiertos, durante la década de los años 30, por Hermann Joseph Muller, Nobel del año 1946, no por ello, sino «por sus estudios acerca de la acción de los rayos X como productores de mutaciones y de la acción de las radiaciones sobre células».[ Desde entonces, se ha avanzado mucho en el conocimiento de los telómeros, y en el año 2009 Elizabeth H. Blackburn, Carol W. Greider y Jack W. Szostak obtuvieron el Premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre tales telómeros y la enzima telomerasa, que permite su alargamiento, su no degradación y, con ello, la conservación de la juventud celular. La telomerasa está presente sobre todo en células de la línea germinal, en tejidos fetales y en ciertas células madre poco diferenciadas. La relación del acortamiento de los telómeros con el envejecimiento celular quedó claramente establecida tras una investigación publicada en 1990 en la revista Nature por un grupo de investigadores del Cold Spring Harbor Laboratory, de Estados Unidos. Las células a lo largo de su vida se dividen, envejecen, y en el transcurso del proceso la longitud de sus telómeros se acorta. El equipo de Blasco ha realizado estudios longitudinales en ratones, siguiendo a individuos concretos a lo largo de tiempo, midiendo la longitud de sus telómeros. Para ello, recogieron muestras periódicas de células sanguíneas de cada individuo, comprobando que los ratones que conseguían vivir más tiempo no eran los que tenían telómeros más largos a una edad determinada, sino aquellos en los que la velocidad de su acortamiento telomérico era menor. Elsa Vera, una de las autoras ha declarado que ´Lo que importa no es tanto tener los telómeros largos en un momento dado, sino la tendencia o evolución en su longitud a lo largo del tiempo´. Los ratones que acumularon más telómeros cortos (aberrantes) vivieron de media unas 105 semanas, mientras que los que presentaron una menor acumulación vivían una media de 140 semanas (un 33% más). En orden a una extrapolación en humanos, hay que tener en cuenta que la velocidad de acortamiento de los telómeros en ratones es unas 100 veces superior a la de los humanos y que, aproximadamente, un ratón de 600 días (unas 86 semanas) equivale en términos de duración de vida a un humano de 60 años. FUTURO Todo indica que, con ello, los científicos disponen por vez primera de una herramienta que puede permitir medir no sólo el estado de envejecimiento, sino también de un indicador general de salud y supervivencia e, incluso, de salud cognitiva y de longevidad. Por otra parte, como la velocidad de acortamiento de los telómeros, que determina la del envejecimiento se afecta por los diversos factores ambientales o de hábitos de vida, ello permitirá en el futuro estudiar en cada caso el papel de tales factores en la determinación de cuánto tiempo y en qué estado de salud podemos llegar a vivir. Y, en esta vía de posibilidades el propio equipo de la Dra. Blasco, en la revista EMBO Molecular Medicine, publicaba recientemente otra investigación (`Telomerase gene therapy in adult and old mice delays aging and increases longevity without increasing cancer´) relatando su éxito mediante terapia génica logrando introducir, con una técnica novedosa, el gen de la telomerasa tanto en ratones adultos como en viejos, consiguiendo retrasar su envejecimiento e incrementar su longevidad sin que aumentase el peligro de sufrir cánceres, que es la amenaza mayor que hasta ahora han tenido todos los intentos de aumentar la actividad telomerasa. Dado que la longitud del telómero es un indicador clave del envejecimiento celular y su viabilidad, se ha convertido en un marcador pronóstico de riesgo de enfermedad, progresión y mortalidad prematura en los seres humanos. El acortamiento de los telómeros es predictivo de envejecimiento acelerado y precursor de la iniciación de muchos tipos de cáncer como: vejiga, cabeza, cuello, pulmón y riñón; y disminución de la supervivencia en pacientes con enfermedad coronaria y enfermedades infecciosas. Asimismo, la disminución de la actividad telomerasa por sí sola fue vinculada a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, independientemente de la edad cronológica. La telomerasa también se afecta por la obesidad y la resistencia a la insulina, y deriva en una disminución de la longitud de los telómeros. Por lo tanto, la actividad telomerasa puede ofrecer un factor pronóstico de la estabilidad genómica y la viabilidad celular a largo plazo. Como vemos, las investigaciones acerca del tamaño de los telómeros, la enzima telomerasa y sus moduladores bioquímicos son actualmente las últimas innovaciones en genética y envejecimiento; seguramente protagonizarán muchas noticias científicas en los próximos años. Un área de investigación que tratándose del envejecimiento, podemos considerar que todavía está en pañales. F:http://cienciaysalud.laverdad.es http://www.epicentrodemexico.com.mx