miércoles, 24 de enero de 2018

‘Longevidad y sus efectos para el mundo asegurador de vida’ Jornada IEB



José Miguel Rodríguez-pardo inició la jornada reflexionando sobre la forma en la que las aseguradoras encaran las incertidumbres asociadas a una mayor longevidad. El experto señaló que el ser humano se podría estar acercando a su límite biológico, fijado por el consenso en torno a los 115 años. En este sentido, algunos factores que contribuyeron a aumentar la esperanza de vida -como las estatinas, un medicamento para reducir el colesterol- están perdiendo efecto; mientras que por el contrario se está registrando un repunte de otras causas de mortalidad. A pesar de ello, las aseguradoras muestran prudencia a la hora de comercializar productos relacionados con las rentas vitalicias.
Rodríguez-Pardo criticó la excesiva prudencia del sector y propuso dar mayor importancia a factores como el nivel educativo a la hora de valorar los riesgos. El experto concluyó que era necesario ir hacia un modelo articulado en dos fases: una comprendido entre los 65 y los 85 años (la llamada tercera edad), en el que no existiría una gran incertidumbre para las aseguradoras; y otra que abarcaría la cuarta edad, en la que sí existiría un mayor riesgo, ya que la mortalidad se desacelera.
Por su parte, Carlos Esquivias abordó los efectos del envejecimiento de la población desde una perspectiva económica. El directivo de UNESPA destacó que España es uno de los países de la UE con menor tasa bruta de natalidad (8,8 nacidos por cada 1.000 habitantes) y una relación afiliados / pensionistas que en diciembre de 2017 se situaba en 2,23. Unos datos preocupantes que se ven agravados por unos niveles salariales que no se están recuperando a la misma velocidad que el empleo, así como por el hecho de que la Seguridad Social acumula siete años consecutivos de déficit. Por ello, la CE estima que nuestro país es el que más va a caer la tasa de sustitución de la pensión pública respecto del último salario.
El experto señaló que ya se han tomado cuatro grandes medidas para reducir la tasa de sustitución, que actualmente es una de las más altas de Europa, y garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones. En concreto: ampliar la edad de jubilación hasta los 67 años, elevar el periodo de cómputo de 15 a 25 años, desindexar las pensiones del IPC e introducir el factor de sostenibilidad de las pensiones públicasreduciéndolas conforme aumenta la longevidad. No obstante, matizó que estas medidas no han terminado de tener éxito.
Carlos Esquivias apuntó que una de las posibles soluciones para este problema se encuentra en el sector privado. Y, en concreto, en los llamados sistemas de Previsión Social Complementaria. El experto recomendó crear incentivos fiscales estables para estos sistemas y fomentar su cobro en forma de renta vitalicias, una modalidad que eliminaría el riesgo de sobrevivir a los propios ahorros.
Por último, Gregorio Gil de Rozas abordó el problema de la sostenibilidad de las pensiones y recordó que el margen de acción público es limitado, ya que este debate tiene un importante componente político, ya que en España existen 9,5 millones de pensionistas y los partidos no quieren perder su apoyo. El margen de acción también se ve limitado por el hecho de que España es un país que ha basado gran parte de la financiación de las pensiones en un solo pilar, la financiación pública, dejando de lado los otros dos: la empresa y el ahorro individual.
Ante este problema de sostenibilidad de las pensiones públicas, el experto aconsejó fomentar la educación financiera, para conseguir que los ciudadanos sean conscientes de la importancia de ahorrar para la jubilación; así como de incentivar los planes de pensiones de las empresas.
Posteriormente, durante el turno de preguntas se analizaron los diversos sistemas existentes basados en los tres pilares de la previsión social: público, empresarial e individual, y las ventajas e inconvenientes de cada uno de ellos en España así como su comparación con otros países desarrollados. En especial se analizó el impacto de la longevidad en los productos de rentas vitalicias y posibles soluciones para comercializarlos en la llamada “cuarta edad”.

Para finalizar se presentó el Programa Directivo de Gestión de Riesgos de entidades aseguradoras(GREA), IFRS 17 y el cambio tecnológico, cuya 9ª edición arranca el próximo 1 de febrero. Este programa está destinado a los profesionales del sector asegurador que quieren alcanzar una elevada especialización en la gestión de los riesgos en entidades aseguradoras.



miércoles, 17 de enero de 2018

martes, 16 de enero de 2018

Longevidad y sus efectos para el mundo asegurador de vida



   







enero 18 @ 7:00 pm - 9:00 pm

El aumento continuo de la longevidad ha propiciado que las sociedades del siglo XXI se caractericen por su elevado nivel de envejecimiento poblacional.
La reducción progresiva de las cuantía de las pensiones que se van a producir, tanto en la renta inicial de jubilación como en el mantenimiento del poder adquisitivo a lo largo de la vida en fase de retiro, abre un debate sobre cuales deben ser las propuestas desde la visión pública y/o privada que posibilite con suficiente antelación en el tiempo garantizar unas pensiones dignas en un sistema financieramente y actuarialmente sostenible.
En esta jornada, se reflexionará sobre los modelos de pensiones desde la perspectiva financiera y actuarial y el aseguramiento de las mismas.
Intervienen:
  1. José Miguel Rodriguez-Pardo, ex Director General de BBVA Seguros, y especialista en longevidad.
  2. Carlos Esquivias, responsable del departamento de Vida y Pensiones de UNESPA.
  3. Gregorio Gil de Rozas, Director de Pensiones de Willis Towers Watson
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lunes, 15 de enero de 2018

El reto de la longevidad: seguros hasta los 120 años


El sector asegurador debe ir hacia un modelo articulado en dos fases: hasta los 85 y de ahí en adelante




Publicado en Cinco Días  15 de enero 2017


El análisis de los elementos que determinarán la longevidad en este siglo XXI nos ayuda a entender la posición prudencial de la industria aseguradora al enfrentarse a este riesgo. A. Klein, de la International Actuarial Association, considera que los once elementos que determinan la mortalidad son: el envejecimiento, las catástrofes, las enfermedades, el medio ambiente, el sistema sanitario de salud y cuidados médicos, la desigualdad, el estilo de vida, los avances médicos, la política, los avances tecnológicos y aquello que hoy no conocemos. Todos estos elementos nos presentan un panorama que hace difícil evaluar el futuro de la longevidad humana sobre todo en sus elementos más disruptivos.
Sabiendo la dificultad que supone realizar tendencias, incorporando los efectos posibles de estos avances médicos/tecnológicos, acudimos a Guy Coughlan, Chief Risk Officer de Universities Superannuation Scheme ( USS), quien proyecta la reducción de mortalidad según distintos grupos socioeconómicos y concluye que tomando 2010 como base 100 de mortalidad para un varón de 60 años de edad; en 2050 la reducción para la clase socioeconómica alta sería del 60% y si se consideran todas las posibles mejoras la reducción alcanzaría el 80%.
Por ello, el sector asegurador –al comercializar productos de riesgo vitalicio asociados a la biometría humana– mantiene una postura de extrema prudencia ante la incertidumbre que presenta medir a largo plazo la longevidad humana. Cabe destacar además que los requerimientos de capital que exige la normativa de Solvencia para suscribir este riesgo hacen que, en entornos de tipos de interés bajos como el actual, estos productos no sean atractivos para el asegurado, y el asegurador siga manteniendo cierta aversión al riesgo vitalicio.
Si analizamos los últimos datos y proyecciones en la supervivencia humana para entender las incertidumbres a las que se enfrenta el asegurador que desea cumplir con su función social de cubrir riesgos de retiro, que técnicamente se denomina fase de desacumulación, los datos más recientes relativos a la tendencia de la supervivencia procedente de Estados Unidos y de Gran Bretaña, sugieren que el ritmo de mejora de la longevidad humana pudiera haber iniciado un proceso de desaceleración.
En efecto, según un informe de la sociedad de actuarios de los EEUU para personas mayores de 50 años, las mejoras anuales en la supervivencia fueron del 1% de media desde 1950 y del 0,5% de 2010 a 2014. La actualización de estas proyecciones de longevidad acortada realizada en 2014, por los actuarios supone una revisión a la baja de los pagos a realizar a los rentistas de los fondos de pensiones.
Los expertos en el análisis de la tendencia demográfica atribuyen esta desaceleración a las enfermedades cardiovasculares, si entre los años 1968 a 2010, un 70% se puede atribuir a esta causa de mortalidad. En el periodo 2011 - 2016 se suman otras causas como el cáncer. Las estatinas, medicamento que se prescribe para la reducción del colesterol desde los años noventa del siglo XX, ha sido el motor principal de reducción de la mortalidad cuyo efecto incremental en la mejora de la supervivencia no se volverá a producir. Los demógrafos y actuarios han valorado si esta reducción en el ritmo de mejora es puntual o es una tendencia a medio/ largo plazo. Por tanto, la resistencia de la industria aseguradora en la comercialización de seguros de rentas vitalicias –basada en la incertidumbre de las proyecciones más recientes de longevidad– podría quedar despejada.
Ante este escenario de claroscuros, proponemos el modelo de la cuarta edad, donde la longevidad desde la edad de jubilación se divide en dos periodos, uno desde la jubilación hasta los 85 años, este periodo no tiene especial riesgo desde la incertidumbre aseguradora; y un segundo periodo, la cuarta edad, desde los 85 años hasta el límite de la supervivencia humana,120 años. En este segundo periodo el asegurador se reservaría la opción de revisar los cálculos de la renta vitalicia según las bases técnicas de longevidad que hubiera al inicio de este periodo. Esta fórmula que ciertamente mitiga el riesgo de longevidad, puede ser una vía prometedora que explorar por la industria.

José Miguel Rodríguez-Pardo es profesor del Programa Gestión Global de Riesgos de entidades Aseguradoras del IEB

domingo, 14 de enero de 2018

La 'Cuarta Edad' eleva la prima de riesgo de las pensiones españolas


14/01/2018 - 10:22  El Economista

Como sigas cumpliendo años, te vas a morir". Cuando Grou- cho Marx pronunció esta frase, la esperanza de vida en el mundo no alcanzaba los 60 años. La frase sigue siendo cierta, pero esos 60 años son hoy 79, ya que esa es la esperanza de vida que tiene alguien que nazca hoy mismo y estos 79 se convertirán en 90 años en el año 2095, según el informe World Population Ageing que publicó en 2017 la ONU.
Pero es que además esos 90 años pueden quedarse muy cortos si se cumplen las teorías de algunos biogerontologistas, que basándose en la idea de que los avances tecnológicos están recortando cada vez más el tiempo de investigación para extender un año más la esperanza de vida, han acuñado el término de "velocidad de escape de la longevidad" para defender que será posible extender la vida de los seres humanos de manera prácticamente indefinida, según recogen en un estudio de la Fundación Mapfre.
A la espera de ver si el mundo avanza o no al onírico concepto de la cuasi inmortalidad, lo que está claro es que está envejeciendo a marchas forzadas. Un dato: en 2017 la población de más de 60 años en el mundo era del 12,7 por ciento, mientras que en el año 2050 se espera que esa cifra sea del 21,3 por ciento y mucho peores son las previsiones para Europa, donde hoy el 23 por ciento de la población tiene ya más de 60 años y se espera que en 2050 ese porcentaje se eleve hasta el 34,5 por ciento.
Más octogenarios que niños
Con este telón demográfico de fondo, no es de extrañar que sean cada vez más los académicos que empiecen a hablar de una nueva franja demográfica que se suma a las tres en las que se ha divido en la población en el último siglo (infancia, edad adulta y tercera edad). En concreto, ha sido en la Universidad Católica de Chile, el país más envejecido de América Latina y referente cuando se habla de pensiones, donde se ha dado nombre a ese nuevo grupo de población, a la que han bautizado como Cuarta Edad, y que abarcaría los años que transcurren entre la esperanza de vida, en torno a los 80 años, y el límite biológico del ser humano, que se calcula que está hoy en torno a los 114 años. De hecho, la Cámara Alta de este país acaba de aprobar una moción para incluir el concepto de "Cuarta Edad" en la Ley que modifica el Servicio Nacional del Adulto Mayor, para incluir cambios que persigan el bienestar de las personas mayores de 80 años. No en vano, aunque hoy en día los mayores de 80 años todavía son minoría, 137 millones de los 7.500 millones que hay en el mundo (un 1,8 por ciento sobre el total), la ONU calcula que crecerán un 210 por ciento hasta alcanzar los 425 millones en 2050 o, lo que es lo mismo, el 4,35 por ciento de la población mundial. Dato que incluso es anecdótico cuando se mira el mapa demográfico solo en Europa, donde se espera que los mayores de 80 años serán en 60 años el 13 por ciento de la población, el mismo porcentaje que acapararán los menores de 14 años ante el estancamiento de la tasa de fertilidad, que seguirá por debajo del 2 muchos más años.
Incluso Alejandro Vera, director de la gestora de Renta 4, subraya que en países como el nuestro "el INE calcula que la mayor franja de edad en el año 2064 va a ser la de las personas de entre 85 y 89 años. El tema es cómo tratar el envejecimiento del envejecimiento". Y José Miguel Rodríguez, profesor del Máster en Ciencias Actuariales en la UCM, avisa: "La tercera edad ya no es un riesgo, sino que ahora la incertidumbre es ver quién vive más".
La longevidad como prima de riesgo
Si hay un sector que está analizando en profundidad el envejecimiento de la población es el de las pensiones en general (al fin y al cabo, las públicas se pagan con las cotizaciones de los asalariados) y el de las aseguradoras en particular, ya que un au- mento de la esperanza de vida es un riesgo potencial para sus márgenes de negocio. De hecho, se- gún explica Manuel Aguilera, director general del servicio de estudios de Mapfre, "los riesgos a los que se enfrentan los sistemas de pensiones son financieros, demográficos, de inflación y de desempleo, pero de todos ellos el motor es el riesgo de supervivencia, que las personas puedan vivir más tiempo del previsto. Se puede decir que la nueva prima de riesgo es la brecha entre la edad de retiro y la de supervivencia". Teniendo en cuenta la esperanza de vida actual, esa brecha está hoy en Europa en 18,6 años y en los 21,7 años en las mujeres, pero se espera que se eleve hasta los 22,7 años en los hombres y los 25,8 años en las mujeres en el año 2060, según el informe 2018 Ageing Report de la Comisión Europea. Es decir, que los europeos pasarán un tercio de su vida viviendo de la pensión pública o de los ahorros privados que hayan acumulado durante su vida laboral.
Cómo no sobrevivir a los ahorros
Pero ¿cómo afrontan ese riesgo de longevidad los sistemas públicos de pensiones, las aseguradoras y, sobre todo, los inversores? Con respecto al sistema público de pensiones, en el caso de España ese riesgo de longevidad es lo que está detrás de las últimas modificaciones que ha aplicado el Gobierno para garantizar la sostenibilidad del sistema con sus dos medidas estrella: el retraso en la edad de jubilación, de momento hasta los 67 años, y la introducción del factor de sostenibilidad a partir del año que viene, que, como explica José Miguel Rodríguez, "está en el artículo 5 de la Ley de sostenibilidad de las pensiones, ya que incluir el factor de sostenibilidad implica que las tablas de esperanza de vida se revisan cada cinco años y eso, a lo que han llamado solidaridad intergeneracional, es lo que va a implicar una menor renta para los que se vayan jubilando".
En concreto, desde Renta 4 cuantifican que "en 10 años se va a perder un 19 por ciento de poder adquisitivo solo por el factor de sostenibilidad y por los cambios en el índice de revalorización de las pensiones". Rentas menguantes que complican que sean suficientes para los jubilados más longevos ya que, como recuerda Israel Bartolomé, responsable de productos y estudios de Santalucía, "en el futuro no te puede servir solo tener un producto de rentas porque rara vez será suficiente como para cubrir la parte asistencial" ya que la probabilidad de tener que recibir algún tipo de asistencia con 80 años es elevada. De ahí que inste al Gobierno a buscar vías de financiación pública para la Cuarta Edad, como ya han hecho por ejemplo en Chile acortando la pensión de jubilación para que el Estado financie los servicios asistenciales que se requerirían en la Cuarta Edad.
A la espera de este respaldo público, en el sector privado ya hay productos con los que los españoles pueden cubrir ese riesgo de longevidad. De ellos, el más demandado es el de rentas vitalicias. Estos son seguros de vida dirigidos a personas mayores, donde la aseguradora garantiza al tomador del seguro una renta periódica hasta su fallecimiento a cambio del pago de una prima única y con una rentabilidad que va en función de la esperanza de vida del tomador y la periodicidad del pago acordado y que es fija; es decir, no se actualiza en función de los cambios que se produzcan en los mercados, lo que ha llevado al Gobierno a pedir a las aseguradoras que especifiquen en estos contratos que el asegurado puede perder dinero si lo rescata anticipadamente, algo que solo hace el 2 por ciento, ya que lo hará a precio de mercado.
Aun así, desde Unespa defienden que "son los que mejor se adaptan a esa fase de desacumulación y elimina el riesgo de sobrevivir a los propios ahorros". De hecho, estos productos han experimentado un auténtico boom en los últimos años al calor de ventaja fiscal que presentan ya que a partir de los 60 años solo tributa el 24 por ciento de la renta y ese porcentaje cae hasta el 8 por ciento en el caso de los mayores de 70 años. Además, desde 2015 las ganancias que se obtengan por la transmisión de un patrimonio, ya sea que venga de acciones, fondos o de la venta de un inmueble, que se deriven hacia rentas vitalicias están exentas de impuestos en operaciones de hasta 240.000 euros. Además, algunas aseguradoras afirman que están estudiando fórmulas de rentas vitalicias que permitan dar rentas los primeros años y cubrir servicios asistenciales a partir de los 80 años. "El mundo del seguro y el de las prestaciones asistenciales tienen que tender a encontrarse", apunta Victor Fernández, director de desarrollo de productos de CNP Partners. Este experto habla también de dos productos cuya contratación podría revitalizarse a medida que aumente la conciencia sobre "ahorrar ya no solo pensando en la jubilación sino en la esperanza de vida".
Uno de ellos es el seguro de dependencia, un producto que solo cuenta con 33.000 asegurados en España, pese a que presenta las mismas ventajas fiscales que los planes de pensiones y PPAS ya que sus aportaciones cuentan con deducciones fiscales. La explicación de tan poco éxito es sencilla: "Lo que frena la contratación es que la dependencia es un hecho incierto, mientras que todo el mundo sabe que se va a jubilar o a morir en algún momento", explica Israel Bartolomé.
El otro producto que puede resurgir es la hipoteca inversa, que garantiza una renta utilizando la vivienda como aval. Cuando la persona muere, el contrato queda cancelado y sus herederos deberán devolver lo prestado o bien ceder la vivienda al banco. Además, hay dos modalidades: la simple, en la que el importe del préstamo se materializará en pagos periódicos hasta que agote el importe, por lo que no se cubre el riesgo de longevidad, y la que se combina con un seguro de rentas vitalicias. Esta última sí cubre el riesgo de vivir muchos años, pero la renta que se percibe es inferior.