José Miguel
Rodríguez-Pardo.
Fernando
Ariza Rodríguez.
Introducción
La extremada prudencia con la que las entidades de seguros
suscriben riesgos vitalicios asociados a la biometría humana se justifica por la
dificultad que supone realizar proyecciones actuariales a largo plazo. En
efecto, la experiencia pasada en los mercados internacionales de rentas
vitalicias ha demostrado que las estimaciones que contemplaban las tablas
actuariales de supervivencia resultaron ser insuficientes y generaron por tanto
pérdidas técnicas notables a lo largo del tiempo.
Por este motivo, los criterios canónicos de revisión
periódica de las bases técnicas de las tablas de longevidad deben ser
reformulados. Así, la prudencia aconseja recalcular el riesgo de tendencia cada
3 o 5 años y la tasa de mortalidad base cada 10 años en lugar de los actuales
20 años. De hecho así lo entiende también el artículo
5 de la Ley 23/2013, de 23 de diciembre que regula el
Factor de Sostenibilidad del
Sistema de Pensiones de la Seguridad Social, pues revisará el
importe de la pensión en función de la esperanza de vida cada cinco años.
Este nuevo paradigma actuarial tiene su justificación en la
propia naturaleza del contrato de rentas, pues se antoja complejo poder garantizar
la robustez estadística de un contrato que en términos habituales se contrata tras
la jubilación y que tiene un horizonte temporal vitalicio.
El presente artículo propone como solución técnica, apostar
por un modelo de rentas de la cuarta edad
que se articule en dos fases. Una, comprendido entre los 65 años y su
esperanza de vida situada sobre los 85 años (tercera edad), pues en este
periodo no se encuentra la incertidumbre que hace que el riesgo sea no
asegurable, y un segundo periodo (cuarta edad) que comprende la edad superior
de la tercera edad y el límite de la vida humana, los 115 -120 años de edad.
La
cuarta edad como prima de riesgo del negocio de rentas vitalicias
Analizamos a continuación cuales son las incertidumbres de
la cuarta edad que originan la calificación de “prima de riesgo de las rentas”,
utilizando la expresión de Manuel Aguilera, director general del servicio de
estudios de Mapfre.
Observando los datos del tramo de la tercera edad del
informe Ageing Report de la Comisión Europea de este año 2018, la esperanza de
vida a los 65 años de edad en Europa se cifra en 18,6
años para los hombres y en los 21,7 años para las mujeres, si bien las
proyecciones a 2060 la sitúan en los 22,7 años en los hombres y los 25,8 años
en las mujeres.
Por este motivo podemos situar el inicio de la cuarta edad
en las próximas décadas en el rango entre los 85 y los 90 años de edad. De este
modo la incertidumbre de la cuarta edad abarcaría el periodo desde esta edad de
inicio (85-90 años) hasta los 115 años de edad, y en términos de esperanza de
vida alrededor de los 6-7 años tomando datos del INE.
Para entender las fuentes de incertidumbre que origina la
cuarta edad, identificamos tres elementos:
1. El origen de la incertidumbre, que según A. Klein, de la
International Actuarial Association, considera que los once elementos que
determinan la mortalidad son el envejecimiento, las catástrofes, las enfermedades,
el medio ambiente, el sistema sanitario de salud y cuidados médicos, la
desigualdad, el estilo de vida, los avances médicos, la política, los avances
tecnológicos y aquello que hoy no conocemos. Todos estos elementos nos
presentan un panorama que hace difícil evaluar el futuro de la longevidad
humana.
2. La dificultad que supone realizar tendencias a largo plazo derivada
del impacto de los avances médicos y tecnológicos. Guy Coughlan, Chief Risk
Officer de Universities Superannuation Scheme (USS), proyecta la reducción de
mortalidad según distintos grupos socioeconómicos y concluye que tomando 2010
como base 100 de mortalidad para un varón de 60 años de edad; en 2050 la
reducción para la clase socioeconómica alta sería del 60% y si se consideran todas
las posibles mejoras la reducción alcanzaría el 80%.
3. El debate acerca del límite de la edad biológica del ser humano y
las trayectorias de la longevidad en edades extremas y si se confirma el efecto conocido
como plateau. El debate científico es de tal intensidad que
recientemente en la prestigiosa Nature en el número de 28 de junio de 2017, que
con el título Many possible maximum lifespan trajectories, dibuja
distintos escenarios de máxima vida probable en proyecciones al año 2300 que
varían desde 115 -120 años hasta un máximo 150 años.
Las
proyecciones de factores de mejora para Europa
En el reciente trabajo de investigación académica en el que
hemos participado y remitido a EIOPA “Proposal
for the recalibration of mortality and longevity shocks under the Solvency II
framework ( Technical Note)”, de diciembre de 2017, podemos observar que, tomando las
proyecciones a diez años del riesgo de tendencia para siete países europeos, el
factor de mejora calibrado al 99,5% y calculado sobre la media de modelos,
presenta suficiencia técnica para todos los países y edades analizadas,
incluidas las correspondientes a la cuarta edad en las que el coeficiente de
mejora presenta tasas de variación superiores a las de las tercera edad. El
gráfico siguiente nos permite observar la robustez de la calibración al 99,5%
Si bien las proyecciones a 10 años muestran la suficiencia
del modelo, no podemos mantener la afirmación si la proyección se hubiera realizado
para el periodo de esperanza de vida a los 65 años, o durante 20 o más años.
Por este motivo concluimos que es necesario reforzar las hipótesis actuariales.
El
modelo de la cuarta edad
·
Pensiones públicas:
Los estudios de la
Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile de Guillermo
Larraín, Simón Ballesteros y Sebastián García, constituyen la principal
aportación académica en la propuesta de los modelos de la cuarta edad (ver el
documento Longevidad y Pensiones: una Propuesta de Seguro para la
Cuarta Edad de marzo de 2017).
La aplicación de este
modelo podría ser en un sistema de cuentas nocionales, definido por José
Antonio Herce como un “programa de
puesta al día de la Seguridad Social para la sostenibilidad de un sistema de
reparto”, que resultaría de aplicación a la tercera edad y para la cuarta edad
un sistema de reparto tal y como lo conocemos hoy. Esta puede ser una vía de
interés para la sostenibilidad de las pensiones públicas.
·
Rentas privadas:
Nos interesa en
este artículo realizar una propuesta de valor que contribuya a mitigar el riesgo
biométrico de la cuarta edad y contribuir a la mejora del apetito al riesgo
hacia el negocio las rentas vitalicias, pilar esencial de la contribución del
sector asegurador en la complementariedad de las pensiones públicas.
Proponemos diferentes soluciones:
1.
Reevaluar la cuantía de la renta vitalicia cuando el asegurado
alcance la cuarta edad, con las bases técnicas aplicables en ese momento. Para
ello, deberá garantizarse que la renta al no ser determinada o determinable en
toda la duración del contrato sea considerada vitalicia desde la ortodoxia
legal y fiscal. Como inconveniente a esta solución, el consumidor que
suscribiera una renta desconoce su importe cuando alcance la cuarta edad, lo
que le puede generar incertidumbre e inseguridad en su contrato. El riesgo de
inequidad actuarial puede hacer no adecuada esta solución.
2.
Tarificar a partir de la cuarta edad con unas bases técnicas
reforzadas como por ejemplo incrementar la esperanza de vida desde los 90 años
o reforzando las tasas de supervivencia en diferentes escenarios. Esta
propuesta es de fácil aplicación técnica, y así la tasa de longevidad aplicable
a esta cuarta edad correspondería a las aplicadas a la de la tercera edad, de
tal forma que la renta de la cuarta edad estaría de este modo garantizada.
Si
la esperanza de vida de la cuarta edad fuera reforzada al 99,5% de confianza,
se conseguiría un ahorro de capital para el riesgo de longevidad de entorno al
25% para el caso de un asegurado de 67 años y durante todos los años que dure
la tercera edad, y del 100% para la cuarta edad pues la mejor estimación de
supervivencia coincidiría con el estrés de Solvencia II.
3.
Combinar la solución anterior con la primera propuesta, de tal
modo que la renta solo se reevaluaría si al evaluar las bases técnicas al
inicio de la cuarta edad, la renta resultante fuera menor a la de las bases
originales reforzadas.
4.
Constituir un fondo de mutualización extraordinario para abonar la
insuficiencia de las diferencias de tablas de longevidad cuando se alcance la
cuarta edad. Es decir, la prima única del contrato de renta vitalicia incorpora
una prima extra de mutualización de riesgo de cuarta edad. Esta solución
requiere contraste con las normas de solvencia y contable, al necesitar una
provisión específica mutualizada.
5.
Proporcionar soluciones de reaseguro en el modelo exceso de
esperanza de vida.
Conclusión
Las propuestas de modelo de la cuarta edad para el negocio de
rentas vitalicias de la industria del seguro, pueden ser una solución confiable
para que el asegurador complemente decididamente el sistema público de
pensiones mediante la suscripción prudencial de riesgos biométricos que hasta
la fecha eran incómodos en el balance pues generan mucha incertidumbre.
Además de lo anterior y habida cuenta de la reciente posición de
EIOPA, que ratifica el shock de longevidad en un 20% único para todas las
edades atendiendo al criterio de simplicidad, esta modalidad propuesta para la
cuarta edad mitigaría el riesgo de longevidad y en consecuencia reduciría la
carga de capital exigida por el regulador. Al margen de estas consideraciones técnicas,
el asegurador también podría disponer de la liberación de SCR con los
consiguientes beneficios en términos de RORAC a lo largo de la vida de la
póliza.
Publicado en Actuarios Nº42, Julio 2018