Longevidad sin límites: un polémico estudio cuestiona que exista un tope al envejecimiento humano
Miguel Jorge
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A lo largo de nuestra vida vamos tomando conciencia de un hecho que hasta hace muy poco no tenía réplica: cuánto mayores nos hacemos, más cerca estamos del final. Sin embargo, una nueva y polémica investigación sugiere que en realidad no existe un límite para la vida humana.
Jeanne Louise Calment vivió 122 años y 164 días, la edad verificada más antigua de cualquier persona jamás vista. Calment murió en 1997 en Arles, Francia, donde pasó gran parte de su impresionante y extensa vida. Nadie (más) ha vivido más de 120 años.
Quizás por ello existe un consenso mayoritario entre los investigadores en aceptar el denominado como Modelo de Mortalidad de Gompertz, una propuesta que se ha mantenido en gran medida intacta desde que se documentó por primera vez hace casi 200 años.
La idea nació en 1825, cuando el matemático británico Benjamin Gompertz notó una extraña peculiaridad sobre el envejecimiento humano y la mortalidad. Nuestro riesgo de morir, observó, aumenta exponencialmente a medida que envejecemos. Bajo el modelo de Gompertz, las probabilidades de morir se duplican cada ocho años. Esa parece ser la regla para las personas de 30 a 80 años.
Pero como el propio Gompertz admitió, simplemente no hay datos suficientes para demostrar que esta tendencia sea válida para el mayor de los ancianos.
Las investigaciones publicadas en los últimos 10 años continúan afirmando el modelo de Gompertz, incluido un estudio del año pasado que mostraba que los supercentenarios, las personas que viven 110 años o más, todavía experimentan tasas aceleradas de mortalidad a lo largo del tiempo.
Frente a esta corriente también, en los últimos años algunos han comenzado a cuestionar el paradigma de Gompertzian, sugiriendo que las mesetas de mortalidad, en las que las tasas de mortalidad disminuyen e incluso se detienen, existen tanto para los humanos como para los animales más allá de cierta edad.
De hecho, ahora hay un debate activo entre los expertos en envejecimiento sobre si las tasas de mortalidad continúan acelerándose y/o aumentando exponencialmente a una edad extrema, o si finalmente se estancan.
Gráfico que muestra las probabilidades de muerte (peligro) por edad (años), con la meseta (que se muestra en naranja) después de los 105 años.Así llegamos a la publicación que ha lanzado hace unas horas en Science. Según el autor del estudio Kenneth Wachter, profesor emérito de demografía y estadística de la Universidad de California en Berkeley:
El objetivo era resolver una controversia sobre si la mortalidad humana tiene la misma forma que la mortalidad en muchas otras especies. Se ha encontrado que las tasas de mortalidad se estabilizan en animales de laboratorio, como las moscas mediterráneas de la fruta y los gusanos nematodos. Creemos que lo hemos solucionado.
El equipo de Wachter cuenta en su trabajo que las tasas de mortalidad se aceleran hasta los 80 años, se desaceleran, y luego se estabilizan entre las edades de 105 a 110. El modelo de Gompertz, en esta vista, termina en una línea plana.
Dicho de otra forma, el estudio habla de la aceleración de las tasas de mortalidad, no las probabilidades en sí mismas. Esas todavía no son buenas. Solo 2 de cada 100.000 mujeres viven hasta los 110 años, y para los hombres, las posibilidades de convertirse en supercentenarios son de 2 cada millón.
egún el estudio, a los 105 años de edad las probabilidades de sobrevivir a tu cumpleaños número 106 están en el 50%. Y lo mismo ocurre a los 107, y otra vez a los 108, 109 y 110.
Otra de las autoras del trabajo, Elisabetta Barbi, de la Universidad Sapienza de Roma, juntó a expertos en el Instituto Nacional de Estadística de Italia y rastreó a personas del país nacidos entre 1896 y 1910 que vivían hasta los 105 años o más. Los datos incluyeron a casi 4.000 personas, de las cuales 3.373 eran mujeres y 463 hombres.
Para el estadístico Holger Rootzen, de la Universidad Tecnológica de Chalmers en Suecia, el resultado es un “análisis muy cuidadoso y certero” que revela una meseta de mortalidad entre las edades de 105 y 110.
Utilizando datos de longevidad similares de Japón y países occidentales recopilados por el Instituto Max Planck de Investigación Demográfica, Rootzen ya había rechazado la noción de un límite estricto para la vida humana en una investigación publicada el año pasado. El investigador predijo que sería posible en el próximo cuarto de siglo que alguien alcanzase la edad de 128 años.
En el año 2016, los investigadores del Colegio de Medicina Albert Einstein argumentaron en Nature, sobre la base de datos de longevidad de 40 países, para un límite máximo de alrededor de 115. En su opinión, la vida de Calment de la que hablábamos al comienzo fue un golpe de suerte.
Sin embargo, para Brandon Milholland, quien también trabajó en el estudio de Nature, es “altamente improbable” que las curvas de mortalidad se nivelaran tan repentinamente. Milholland critica tanto el último trabajo como la ley de Gompertz argumentando que hay “más de esas dos opciones” y que la formulación de Gompertz debe terminar.
Dicho esto, el número de los muy ancianos está creciendo. En Italia, por ejemplo, cuatro personas nacidas en 1896 vivieron hasta 105 o más. Más de 600 personas nacidas en 1910 vivieron tanto tiempo, “y entre 1896 y 1910, la mortalidad infantil en Italia disminuyó”, explica en el trabajo Wachter.
No sólo eso, en décadas posteriores el rango entre 80 y 90 años también mejoró y acogió a más personas en los rangos centenarios. Según Rootzen:
Cuando entendamos las interacciones entre nuestro patrimonio genómico y todos estos otros factores prácticos bien estudiados como la nutrición y el comportamiento, vamos a entender por qué las personas pueden hacer que este progreso llegue a los 80 y 90 y ampliarlo. Las recomendaciones sobre el estilo de vida: haces ejercicio, comes esto o aquello, son bastante efectivas a edades más tempranas, pero no parecen jugar un papel a edades más avanzadas.
Algo de razón deben tener en esto último. Como decíamos hace poco, el que puede convertirse en el hombre más longevo del planeta lleva fumando toda la vía (aunque dice que ha llegado la hora de dejarlo). De hecho, la propia Calment dijo que fumó dos cigarros al día hasta que cumplió 119 años, y que solo entonces abandonó el hábito, aunque lo hizo porque ya no podía ver lo suficientemente bien como para encendérselo. [Gizmodo, Science, Washington Post]