sábado, 8 de marzo de 2014

Posiblemente exista el “País de Nunca Jamás” en el ADN de algunas personas .

Hace ya algunas semanas, si recuerdan los fieles seguidores de esta cita semanal que tenemos en Teinteresa donde les intentamos contar en unas pocas líneas aspectos que a nosotros nos parecen curiosos y novedosos para difundir sobre el conocimiento de la salud, estuvimos comentando la existencia de un gen llamado Matusalén. Este gen parece que está implicado en que tengamos una longevidad mayor. Si lo recuerdan, estuvimos comentando que se había observado en experimentos realizados con moscas, que las moscas que tenían el gen de matusalén vivían hasta un 35% más que las que carecían del mismo. También comentábamos en aquella ocasión que la hidra que es un animal considerado casi inmortal, también tiene el gen de Matusalén. Que puede significar estas observaciones. Pues simplemente que es probable que independientemente de otros factores que tantas veces hemos comentado, como pueden ser factores de estilo de vida incluida la alimentación, el ejercicio físico o incluso factores socioeconómicos que influyen de forma importante en la esperanza de vida de las personas, existe también un componente genético que puede marcar y definir cuanto cada uno de nosotros puede llegar a vivir.
Pero la investigación sobre que genes influyen en nuestra esperanza de vida no se ha detenido aquí. El otro día  con un gran amigo, José Miguel Rodriguez-Pardo, uno de los mayores expertos en biometría (ciencia que analiza parámetros relacionados con la esperanza de vida) que recientemente se ha incorporado al maravilloso equipo de profesionales que participan en la sección de Pregunta al Médico de Teinteresa, me estuvimos comentando que, como muchos de los descubrimientos importantes que jalonan lahistoria de la biomedicina, la casualidad ha jugado también un papel importante en aumentar el conocimiento sobre los genes que regulan el proceso y progreso del envejecimiento de nuestro organismo. Él comenzó a contarme la  siguiente interesante historia: 
Todo ocurrió de la mano de unos investigadores que estaban estudiando como se produce el proceso de la pubertad. Por pubertad conocemos el tiempo en que ocurren los cambios en el organismo que convierten a un niño en un ser adulto. La pubertad es un proceso que comienza en el cerebro y en concreto en una región conocida como hipotálamo. El hipotálamo podríamos decir que es el centro dentro del cerebro donde se regulan múltiples procesos que mantienen la normalidad en el organismo, lo que se conoce científicamente con el término homeostasis del organismo. Cuando la pubertad va a tener comienzo, el hipotálamo comienza a liberar una hormona conocida como hormona liberadora de gonadotropinas. La gonadotropinas son hormonas implicadas en la regulación de las funciones reproductoras de los vertebrados. Por ejemplo, una de ellas llamada hormona luteinizante es la encargada de que comience la ovulación en la mujer. 
Pero volvamos al punto donde nos habíamos quedado sobre la liberación por el hipotálamo de la hormona liberadora de gonadotropinas, justo en el comienzo de la pubertad. Para que esta hormona se libere necesita que antes alguien estimule su liberación en el hipotálamo. Ese alguien es una proteína que se llama  kisspeptina. Si la kisspeptina se bloquea la pubertad se retrasa y si se inyecta se produce la madurez sexual. Hasta aquí, aunque algo complejo, no sería nada diferente a otros múltiples mecanismos reguladores que existen en el organismo y que regulan y mantienen el funcionamiento normal de todas nuestras células. Pero resulta que unos investigadores estaban analizando unos ratones intentando diferenciar los machos de las hembras para separarlos. Esto que parece inicialmente muy sencillo en algunos roedores como son los ratones en edades tempranas no es una tarea tan fácil. De echo, estos investigadores no eran capaces de diferenciarlos. Entonces repentinamente se dieron cuenta que lo que ocurría es que los pequeños ratones no habían “crecido” porque les faltaba una proteína que llamaron gpr54. Esta proteína tenía como función reconocer a la proteína kisspeptina. En otras palabras, los en estos ratones la kisspeptina no podía hacer su función de comenzar la pubertad. 
Seguro que todos ustedes recuerdan la maravillosa historia de Peter Pan, creada en el año 1904 por James Matthew Barrie y llevada al cine por los increíbles dibujos de Walt Disney. En ella se contaba la historia de un niño que nunca crecía y que habitaba en las lejanas tierras del País de Nunca Jamás, localizada en “la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer”. En Nunca Jamás existía también una colonia de niños perdidos que tampoco en ellos el tiempo tenía efecto para crecer y madurar. Basado en esta historia a nuestro gen gpr54 se le comenzó a llamar el gen de Peter Pan. (No hay que confundirlo con el Síndrome de Peter Pan, del cual les hablaremos en otra ocasión) 
Claro, que todos pensamos que esto es muy interesante que ocurra en los ratoncitos. Pero,  ¿es también real en el ser humano?.  
Es evidente que todos hemos pensado o dicho alguna que otra vez, mira a tal o cual persona, no parece pasar el tiempo por él. Esto, que podría ser considerado una apreciación subjetiva, parece ser que algunas publicaciones científicas apoyan que científicamente es posible ya que el gen de Peter Pan puede hacer que algunas personas aparenten tener en sus rasgos faciales entre 8 a 12 años menos que lo que realmente tienen y mantener una apariencia de juventud. 
Se sigue avanzando más en el conocimiento del gen de Peter Pan. Por ejemplo parece cada vez más evidente que en algunas personas en las que se ha detectado una gran expresión de este gen (la expresión de un gen es un término que podemos decir que refleja la actividad del mismo), envejecen mucho más lentamente. 
Dice la historia que la vejez ha sido un tema de preocupación ara el ser humano. Cicerón en su obra De senectute dialogus ad T. Pomponium Atticum escrita el año 43 antes de Jesucristo supone una conversación entre Catón el Censor, de 84 años, con Escipión el Africano y su amigo Lelio. En la obra, Catón va explicando los inconvenientes de la vejez.
Esta claro que los científicos intentamos conocer como funciona nuestro organismo y entre estas funciones como retrasar los relacionados con su envejecimiento.
Hay genes, de los que ya hablaremos en otra ocasión, que, contrariamente al gen Peter Pan o al gen Matusalén, parecen en este caso ligados a que envejezcamos más rápidamente. Esto también es importante conocerlo porque quizás en algún momento se averigüe como bloquear estos genes o al menos reducir su actividad. Quizás algún día termine alguien poniendo como nombre a estos u otros genes que se descubran alrededor de este tema, Wendy. No sé si se le habrá ocurrido ya a alguien, lo intentaré buscar. Lo que si es evidente, es que si algo tenemos seguro cuando nacemos es que cada día que pasa envejecemos, y terminaremos convirtiéndonos en polvo. “Polvo eres y en polvo te convertirás” y no creo que sean los de Campanilla.